20. Misión

Evité llorar durante todo el trayecto de vuelta a la mansión de Rainer. No podía permitirme llegar con los ojos hinchados o rojos; sería como poner una señal luminosa sobre mí, atrayendo preguntas que no quería responder. Aun así, tragarme el nudo que se había instalado en mi garganta fue una de las cosas más difíciles que he hecho. Sentí como si dejara atrás una parte de mí, algo que no debería haber abandonado. Lothar... mi tierna bestia. ¿Cómo describir ese dolor? Era como si hubiese dejado a un cachorro en la orilla de una carretera. Uno que esperaría, moviendo la cola con esperanza, sin saber que nadie volvería por él.

Pagué el taxi y crucé el umbral de la mansión con el aire contenido en mis pulmones. Lo solté lentamente, como si al hacerlo pudiera liberar también el peso que me aplastaba el pecho. No quería que notaran nada extraño en mí, ni en mi comportamiento. Pero ¿cómo se supone que alguien actúa después de perder la virginidad? ¿Había señales visibles? Mamá jamás me habló
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