POV: Alaric Kaiser El llanto de los gemelos retumbó en mis oídos antes de que pudiera disfrutar siquiera un minuto más de paz. Me estiré en la cama con un suspiro, sintiendo el tirón en mis músculos adoloridos. Liebling estaba en la ducha desde hacía un rato, y aunque parte de mí quiso esperar a que ella saliera para que se encargara, sabía que no era justo. —Vamos, puedo con esto —murmuré para mí mismo, levantándome.Entré a la habitación de los bebés, donde Emil y Friedrich ya estaban al borde de un berrinche monumental. Sus pequeñas caras rojas y sus pataleos me dejaron claro que no tenía opción.—¿Qué pasa, chicos? ¿Otra vez pañales?El olor me golpeó antes de que terminara la pregunta. Genial.Me acerqué primero a Emil, que agitaba sus bracitos desesperadamente. Lo levanté con cuidado y lo llevé al cambiador.—Tranquilo, campeón. Papá lo arregla.Desabroché el pijama, rogando que no fuera tan malo como imaginaba. Claro que lo era. Apenas abrí el pañal, me arrepentí de haber res
POV: Lothar Weber Esto no me lo esperaba. Solo salí a buscar algo de comer para Nika antes de que despertara, pero jamás imaginé que, en ese corto lapso, varios autos me rodearían de regreso. Me apuntaron con armas y me obligaron a subir con ellos. Sin explicaciones. Sin rodeos. Solo una orden seca, directa.Y supe al instante de dónde venían y con qué intención.Lo único que me inquietaba era que Nika se quedaría angustiada al notar mi ausencia. En su estado, dadas las circunstancias en las que estamos, podría pensar lo peor.El auto que me llevaba se detuvo casi media hora después. El trayecto fue una tortura. Artem dijo que hablaría con su abuelo, quien ya debe de haber llegado a la ciudad. Pero… ¿y si me han secuestrado para arrebatármela?No. Dudaba que Lena lo permitiera, pero los rusos eran muchos, al menos el triple de los hombres de Z. No podía confiar en nada ni en nadie.Me empujaron fuera del auto con brusquedad. Los tipos hablaban entre ellos en ruso, un idioma que no en
POV: Artem ZaisetvImpactado era quedarse corto. ¿Qué demonios acababa de decir ese viejo? La cara de Lothar reflejaba el mismo desconcierto que la mía. No entendíamos nada.—¿Me vas a explicar qué pasa aquí? —solté, con la paciencia colgando de un hilo—. No vinimos para esto. ¿Qué es lo que pretendes ahora?El abuelo me miró fijo.—Mira por ti mismo —dijo, señalando el costado de Lothar.Lo miré sin entender.—¿Qué?—Míralo —insistió.Di un paso hacia Lothar, sin tener claro qué buscaba. Pero cuando vi lo que el viejo señalaba, me quedé inmóvil.No. No podía ser. Tenía que ser una maldita coincidencia.—Es la misma marca que tienes tú —afirmó el abuelo, convencido—. Es a quien buscaba.La tensión se apoderó de mi cuerpo. Lothar estaba igual.—Buscabas mis huevos, abuelo —espeté entre dientes, sintiendo la rabia subir—. ¿Qué tonterías dices ahora? Ese asunto quedó atrás hace mucho.El viejo no se inmutó. Y eso solo me enfureció más.—No me digas que piensas que este tipo es...—Lo es.
POV: Annika Klein Estaba desesperada. No saber el paradero de Loti me estaba volviendo loca. Le pedí a Lena que averiguara qué había pasado, pero no logró encontrar nada. ¿Se había ido? ¿Se lo habían llevado? Artem… él tenía que estar detrás de esto. Temía que le hiciera daño a Loti, y yo aquí, encerrada e inútil.—Deberías calmarte. Sabes por qué estás aquí. No lo empeores —me aconsejó Lena desde la esquina de la sala, su mirada reflejaba desaprobación.—No lo entiendes. No puedo —el malestar regresó, ese nudo en el pecho que me ahogaba cada vez que el pánico se apoderaba de mí—. ¿Y si le pasó algo? ¿Y si…?Mis palabras se cortaron de golpe cuando la puerta se abrió y vi a Loti entrar. Estaba bien, sin rasguños. Quise levantarme y correr hacia él, abrazarlo, pero no pude. Él llegó antes y me detuvo.—¿Qué crees que haces? No puedes levantarte —gruñó con tono alarmado—. Quédate acostada.—¿Dónde diablos estabas? —exclamé, entre alivio y enojo—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?Había algo e
POV: Lothar Weber Mi pasado seguía tan vívido como una herida que se niega a cerrar. Crecí en un orfanato, rodeado de niños rotos y adultos aún más crueles. Éramos desechos de la humanidad, o al menos eso nos decían cada día. Nos repetían que nadie nos quería, que no éramos más que errores abandonados. Con el tiempo, esas palabras dejaron de ser solo insultos; se convirtieron en una verdad inquebrantable que cargábamos como una segunda piel.Al principio soñaba con mi madre. Imaginaba si sería hermosa, si sus ojos se parecerían a los míos. Me preguntaba por qué me había dejado allí, frente a esa puerta que ocultaba el infierno. Pensaba también en mi padre, si alguna vez se sintió orgulloso de mí o si siquiera supo que existía. Dibujaba sus rostros sin haberlos visto jamás, y me convencía de que, algún día, vendrían a buscarme.Pero la esperanza es un lujo que el dolor no permite. Cada golpe, cada insulto, cada día de hambre y encierro se encargaba de arrancarla de mí. Comprendí que n
Venecia, Italia ~Monasterio de Santa Maria delle Vergini~—Señor Todopoderoso,Tú que ves más allá de la carne y del linaje,guarda mi alma, que no lleva culpa,aunque mi sangre cargue con sombras ajenas...Annika dejó que las palabras flotaran en el aire, desgastadas por la repetición. Ya no le parecían suyas, ni siquiera creía que atravesaran el techo de la capilla. Había recitado aquella oración tantas veces en secreto que su significado se había desvanecido. ¿Acaso alguien la escuchaba? Tal vez no lo merecía. Después de todo, no era una monja devota como las demás.—Sorella Annika.La voz, suave y afectuosa, la sobresaltó. Se puso de pie de inmediato, dejando su posición arrodillada.—¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó la Vicaria, mirándola con curiosidad.Annika bajó la mirada, sus manos unidas frente a ella.—Estaba... orando —respondió en voz baja, con cierto titubeo.La Vicaria se acercó y, con un gesto delicado, levantó su mentón hasta encontrar sus ojos castaños.—Eso e
Después de presenciar aquella aberración con sus propios ojos, Annika se apresuró a regresar a su habitación, como si el mismo diablo le pisara los talones. Cerró la puerta con un golpe seco y echó el seguro antes de lanzarse hacia el baño, donde vació su estómago en el retrete. Varias arcadas más, hasta que su garganta quedó ardiendo y su cuerpo se tensó, dominado por la náusea. Se apoyó contra el lavabo, respirando con dificultad, mientras el pecho le hervía de angustia.—Maldito...—susurró, su voz temblorosa, llena de repulsión por lo que acababa de presenciar. —¡Maldito seas, Rainer!.Golpeó el lavabo con furia, la impotencia apoderándose de ella. No podía hacer nada. Ni siquiera huir parecía una opción viable. La sensación de estar atrapada la consumía, como un peso insoportable sobre su pecho.Salió del baño con el rostro demacrado por la rabia. Sin pensarlo, arrancó el vestido rojo que le habían impuesto y lo pisoteó, con furia, hasta que sus fuerzas se agotaron. Se desplomó en
Annika no sabía qué le revolvía más el estómago esa mañana: las fachas de mierda que llevaba encima o tener que desayunar frente a Rainer con su amante enredada sobre él como una maldita lapa.Se sentó, tragándose el asco y el fastidio, mientras esos dos se restregaban descaradamente en la mesa. Intentó enfocarse en el plato que tenía delante, pero el primer bocado casi la hizo vomitar. Era otra de las bromitas de Lavinia, la muy desgraciada.Respiró hondo, recordando que debía mantener su papel de víctima. Necesitaba mantener a Rainer bajo control, aunque eso implicara tragarse la humillación. Levantó la vista y los vio: Lavinia alimentaba a Rainer con una cuchara, riéndose como una idiota. Annika sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a seguir con su plan.Dejó caer la mirada, dejando escapar un sollozo que acompañó con un gesto de falsa vulnerabilidad al secarse una lágrima imaginaria con el dorso de la mano.—Pobrecita —se burló la sirvienta desde la esquina—, llora como si