~Narrador omnisciente~Artem estaba en su oficina, atendiendo una llamada tras otra, cada vez más irritado. Alaric permanecía en un sofá en la esquina, un vaso de licor entre los dedos, observándolo moverse de un lado a otro como una bestia acorralada.—¡Maldición! —rugió Artem, golpeando el mueble con el puño.Alaric alzó una ceja, impasible.—Esta mierda no termina. Es como si no tuviera fin. Me tienen hasta el cuello.—¿Y ahora qué? —preguntó Alaric, sacando su móvil para leer un mensaje de su esposa preguntándole a qué hora volvería a la mansión.—Maksim se enteró. Vendrá a Alemania personalmente para encargarse de esto —respondió Artem, dirigiéndose a la licorera. Se sirvió el trago más fuerte que encontró y bebió sin pausa—. Si él decide matarla, no habrá nada que pueda hacer.—No es tu culpa. Solo estás cumpliendo con tu deber —respondió Alaric, tecleando rápido una respuesta a su esposa—. La familia y el negocio siempre terminan mezclándose.Artem soltó una risa amarga.—Lo sé
POV: Annika Klein Al despertar, todo me daba vueltas. El olor penetrante a antiséptico me revolvió el estómago, y por un instante, creí que iba a vomitar. Lo primero que vi fue mi vientre. Ahí estaba. Seguía ahí. Mis hijos seguían dentro de mí, y ese era el mayor alivio de todos. Mis bebés.Parpadeé, mareada, y fijé la vista en el techo que parecía girar lentamente sobre mi cabeza. Cerré los ojos con fuerza, respiré hondo y llevé la mano a mi barriga, acariciándola con lentitud, buscando calmarme, darme fuerzas. Me engañaría si dijera que no sentía miedo. Lo tenía. Pero también había un atisbo de alivio, por lo que Loti me había dicho antes...—¿Mejor?La voz me hizo dar un respingo. Abrí los ojos de golpe y giré la cabeza hacia donde provenía, quedándome de piedra al verla allí, sentada en la esquina de la sala, con las piernas abiertas y una pose despreocupada, casi masculina. Tenía las manos entrelazadas detrás de la cabeza y me observaba con atención. Llevaba puestos unos pantalo
POV: Alaric Kaiser El llanto de los gemelos retumbó en mis oídos antes de que pudiera disfrutar siquiera un minuto más de paz. Me estiré en la cama con un suspiro, sintiendo el tirón en mis músculos adoloridos. Liebling estaba en la ducha desde hacía un rato, y aunque parte de mí quiso esperar a que ella saliera para que se encargara, sabía que no era justo. —Vamos, puedo con esto —murmuré para mí mismo, levantándome.Entré a la habitación de los bebés, donde Emil y Friedrich ya estaban al borde de un berrinche monumental. Sus pequeñas caras rojas y sus pataleos me dejaron claro que no tenía opción.—¿Qué pasa, chicos? ¿Otra vez pañales?El olor me golpeó antes de que terminara la pregunta. Genial.Me acerqué primero a Emil, que agitaba sus bracitos desesperadamente. Lo levanté con cuidado y lo llevé al cambiador.—Tranquilo, campeón. Papá lo arregla.Desabroché el pijama, rogando que no fuera tan malo como imaginaba. Claro que lo era. Apenas abrí el pañal, me arrepentí de haber res
POV: Lothar Weber Esto no me lo esperaba. Solo salí a buscar algo de comer para Nika antes de que despertara, pero jamás imaginé que, en ese corto lapso, varios autos me rodearían de regreso. Me apuntaron con armas y me obligaron a subir con ellos. Sin explicaciones. Sin rodeos. Solo una orden seca, directa.Y supe al instante de dónde venían y con qué intención.Lo único que me inquietaba era que Nika se quedaría angustiada al notar mi ausencia. En su estado, dadas las circunstancias en las que estamos, podría pensar lo peor.El auto que me llevaba se detuvo casi media hora después. El trayecto fue una tortura. Artem dijo que hablaría con su abuelo, quien ya debe de haber llegado a la ciudad. Pero… ¿y si me han secuestrado para arrebatármela?No. Dudaba que Lena lo permitiera, pero los rusos eran muchos, al menos el triple de los hombres de Z. No podía confiar en nada ni en nadie.Me empujaron fuera del auto con brusquedad. Los tipos hablaban entre ellos en ruso, un idioma que no en
POV: Artem ZaisetvImpactado era quedarse corto. ¿Qué demonios acababa de decir ese viejo? La cara de Lothar reflejaba el mismo desconcierto que la mía. No entendíamos nada.—¿Me vas a explicar qué pasa aquí? —solté, con la paciencia colgando de un hilo—. No vinimos para esto. ¿Qué es lo que pretendes ahora?El abuelo me miró fijo.—Mira por ti mismo —dijo, señalando el costado de Lothar.Lo miré sin entender.—¿Qué?—Míralo —insistió.Di un paso hacia Lothar, sin tener claro qué buscaba. Pero cuando vi lo que el viejo señalaba, me quedé inmóvil.No. No podía ser. Tenía que ser una maldita coincidencia.—Es la misma marca que tienes tú —afirmó el abuelo, convencido—. Es a quien buscaba.La tensión se apoderó de mi cuerpo. Lothar estaba igual.—Buscabas mis huevos, abuelo —espeté entre dientes, sintiendo la rabia subir—. ¿Qué tonterías dices ahora? Ese asunto quedó atrás hace mucho.El viejo no se inmutó. Y eso solo me enfureció más.—No me digas que piensas que este tipo es...—Lo es.
POV: Annika Klein Estaba desesperada. No saber el paradero de Loti me estaba volviendo loca. Le pedí a Lena que averiguara qué había pasado, pero no logró encontrar nada. ¿Se había ido? ¿Se lo habían llevado? Artem… él tenía que estar detrás de esto. Temía que le hiciera daño a Loti, y yo aquí, encerrada e inútil.—Deberías calmarte. Sabes por qué estás aquí. No lo empeores —me aconsejó Lena desde la esquina de la sala, su mirada reflejaba desaprobación.—No lo entiendes. No puedo —el malestar regresó, ese nudo en el pecho que me ahogaba cada vez que el pánico se apoderaba de mí—. ¿Y si le pasó algo? ¿Y si…?Mis palabras se cortaron de golpe cuando la puerta se abrió y vi a Loti entrar. Estaba bien, sin rasguños. Quise levantarme y correr hacia él, abrazarlo, pero no pude. Él llegó antes y me detuvo.—¿Qué crees que haces? No puedes levantarte —gruñó con tono alarmado—. Quédate acostada.—¿Dónde diablos estabas? —exclamé, entre alivio y enojo—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?Había algo e
POV: Lothar Weber Mi pasado seguía tan vívido como una herida que se niega a cerrar. Crecí en un orfanato, rodeado de niños rotos y adultos aún más crueles. Éramos desechos de la humanidad, o al menos eso nos decían cada día. Nos repetían que nadie nos quería, que no éramos más que errores abandonados. Con el tiempo, esas palabras dejaron de ser solo insultos; se convirtieron en una verdad inquebrantable que cargábamos como una segunda piel.Al principio soñaba con mi madre. Imaginaba si sería hermosa, si sus ojos se parecerían a los míos. Me preguntaba por qué me había dejado allí, frente a esa puerta que ocultaba el infierno. Pensaba también en mi padre, si alguna vez se sintió orgulloso de mí o si siquiera supo que existía. Dibujaba sus rostros sin haberlos visto jamás, y me convencía de que, algún día, vendrían a buscarme.Pero la esperanza es un lujo que el dolor no permite. Cada golpe, cada insulto, cada día de hambre y encierro se encargaba de arrancarla de mí. Comprendí que n
Venecia, Italia ~Monasterio de Santa Maria delle Vergini~—Señor Todopoderoso,Tú que ves más allá de la carne y del linaje,guarda mi alma, que no lleva culpa,aunque mi sangre cargue con sombras ajenas...Annika dejó que las palabras flotaran en el aire, desgastadas por la repetición. Ya no le parecían suyas, ni siquiera creía que atravesaran el techo de la capilla. Había recitado aquella oración tantas veces en secreto que su significado se había desvanecido. ¿Acaso alguien la escuchaba? Tal vez no lo merecía. Después de todo, no era una monja devota como las demás.—Sorella Annika.La voz, suave y afectuosa, la sobresaltó. Se puso de pie de inmediato, dejando su posición arrodillada.—¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó la Vicaria, mirándola con curiosidad.Annika bajó la mirada, sus manos unidas frente a ella.—Estaba... orando —respondió en voz baja, con cierto titubeo.La Vicaria se acercó y, con un gesto delicado, levantó su mentón hasta encontrar sus ojos castaños.—Eso e