Cambio de look

La noche había sido muy dura, pero Ariadna veía un nuevo día, sin lágrimas.

Ella salió de casa esa mañana con una decisión clara en la mente: necesitaba un cambio. El sol de diciembre brillaba tenue sobre Alicante, las calles aún decoradas con luces navideñas que parpadeaban en la brisa fresca. Su cabello rojizo, largo hasta la cintura, se enredaba con el viento mientras caminaba hacia la peluquería del barrio, un lugar pequeño con un cartel azul y un aroma a champú que la recibió al entrar. La estilista, una mujer de sonrisa amplia llamada Marta, la saludó con un gesto animado.

—¿Qué hacemos hoy, guapa? —preguntó, girando la silla para que Ariadna se sentara.

Ella se miró en el espejo, los mechones cayendo como una cortina pesada, y respiró hondo.

—Quiero cortarlo —dijo, eso era lo que tenía en mente—. Hasta los hombros. Algo diferente.

Marta alzó las cejas, asintiendo con aprobación.

—Te va a quedar genial —respondió, tomando las tijeras con un brillo en los ojos—. Vamos allá.

El so
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