Desayunó parsimonioso, su mirada fija en las agujas del reloj. Los minutos pasaban lentos y se preguntó si aquello era constante o quizá se debía a que no tenía que salir rumbo al trabajo. Era su día libre.Escuchó la puerta abrirse. Pasos lentos acercándose.—Oh, aquí estás —Al ver la figura frente a él ni se inmutó—. ¿Puedo? —El hombre apuntó la silla vacía, asintió—. ¿Qué sucede?—Nada —respondió.Se incorporó, llevando la taza al fregadero. Al volver a su sitio, un escalofrío recorrió su espalda. Observó minuciosamente al hombre, notando al instante algo que no cuadraba. No lo había hecho, pero ahora lo hacía, descubriendo cosas que antes no estaban.El semblante levemente apagado, ojos opacos e incluso —aunque le costaba admitirlo a sí mismo— ya no lucía tan apuesto.—Es la primera vez que me miras así —Desvió la mirada a cualquier otro lugar—. Pensé que nunca serías capaz de verme directamente.—No era mi intención...—Está bien, entiendo —Sus labios esbozaron un mohín. ¿Por qué
Las fuerzas se esfumaron del todo. Apenas conseguía seguir con la rutina. Se agotaba rápidamente como si algo le quitara las energías. Cada día se apagaba más.Las modificaciones notorias. Comenzó a adelgazar por más que comiera las tres comidas diarias. Su largo cabello y dorado perdió el brillo, lucía opaco y sus ojos perdieron todo atisbo de vida.Un muerto en vida.Al pasar las semanas, comprendió por fin algo de todo lo que Xander le contó. Pudo asimilar el hecho de, literalmente, convivir con el ente que tomaba forma física y aparentaba ser un humano más, un hombre ordinario. Pese a ello, hubo muchas otras cosas que fue entendiendo.Xander mencionó un castigo, pero nunca le explicó de qué se trataba. Odió que esa información fuera revelada a medias. Él también quería saber. Sin embargo, se cansó de insistir. No valía la pena.—¿Qué haces? —Se encogió de hombros y continuó dirigiéndose hacia la puerta—. Te hice una pregunta.—No hace falta que te la responda —gruñó entre dientes—
Las tenues luces iluminaban el largo pasillos. Las puertas blancas con numeración en el centro, a ambos lados del corredor. Caminaba lento mientras leía un expediente.—Doctor, el paciente ha mostrado grandes avances —comentó la fémina que iba a su lado—. Los nuevos medicamentos están dando sus frutos.—Bueno, es evidente —espetó neutro—. Gracias a la ardua ayuda de los científicos especializado en desarrollar nuevos fármacos, hoy día contamos con el BYT. Y el paciente lleva un año bajo tratamiento. Es una droga que ha sido específicamente desarrollada para tratar TLP¹.—Un año —profirió la enfermera, un poco escéptica—. Pero el diagnóstico de dicha enfermedad fue leve. ¿Por qué aún le suministran esa droga?—También sirve para tratar depresión —profirió, dejando de leer.Llegó a la puerta correspondiente, echó una rápida mirada a la enfermera y dio un leve asentimiento de cabeza. Llevó la mano libre al picaporte y abrió la puerta.—Buenos días. ¿Cómo amaneció mi paciente favorito? —p
Luz y Oscuridad. Vida y Muerte.El mundo se encuentra en equilibrio.El desfasaje entre vida y muerte se ha corregido.Millones de personas habitan en el mundo.Miles de personas mueren cada día.Pero a veces surge algo y ese algo termina salvando una vida. Catalogado mayormente como un milagro.¿Creerían si alguien les contara una historia sobre demonios? ¿Creerían en una historia sobre un Ángel de la Muerte?Cualquier persona, en su sano juicio, no lo haría. Pese a ello, habrá otras personas que posiblemente lo crean y otras que son, sencillamente, ateas en cuestiones relacionadas con un mundo místico o paranormal. O un mundo religioso, para el caso.En todo caso, hubo una historia así. Sobre demonios, un Ángel de la Muerte y... un ser humano.(…)El castigo fue sentenciado: destierro. Pérdida total de sus dones (incluyendo la inmortalidad).Conocido entre los suyo como Mahniel.Fue expulsado del Tercer Cielo, reino de Azrael, y confinado a vivir en la tierra como un simple mortal,
El atardecer pinceló el cielo de una gama de colores entre naranja y violeta. El azul vivo pintándose cada más oscuro.Terminó de limpiar la máquina de expresso, secó algunas tazas y pasó un paño húmedo con desinfectante sobre la superficie del mostrador.—Buenas tardes —saludó alguien.Frunció tenue el ceño. Algo en esa voz provocó una especie de burbujeo en su interior. Giró lento sobre sí.—Buenas... —Su mirada aterrizó en unos ojos color azul eléctrico. Una oleada de nostalgia abrigó su ser por completo. ¿Por qué sentía como si conociera esa mirada?—. Uhm... ¿buenas tardes? —enunció-preguntó.La suave risa del hombre frente a él removió algo en algún recoveco de su mente.Se sintió extraño, pero de alguna manera aquella risa le sonó y resultó tan familiar. Con el ceño fruncido, miró detenidamente al hombre. ¿Por qué sentía que lo conocía? ¿Por qué oía un eco zumbar en sus oídos? Esos ecos... eran sus propios latidos.—Me gustaría un expresso —Una sonrisa pincelada en el rostro aje
Algo comenzaba a brotar en su mente. Algo que no supo descifrar. ¿Eran recuerdos? ¿Por qué le resultaba tan atávica esa frase?—¿Sucede algo? —Negó con un tenue movimiento de cabeza—. ¿Dije algo mal, algo que no debía? —Volvió a negar en silencio... —. Bueno, estuvo exquisito el café. Aquí tienes el dinero y una propina por tu buena atención —comentó el hombre.No se permitió perder ningún movimiento de Xander.Lo vio incorporarse del taburete, colocarse un elegante saco negro que combinaba con el pantalón de vestir y...—Mi turno acaba dentro de una hora —imperó de golpe. Azul eléctrico conectó con su mirada y no supo la razón del por qué no quería dejar que ese hombre se marchara—. Uhm, yo... como que acepto esa cena.—¿En serio? —Las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba, formando una tímida sonrisa—. Es decir, ¿hoy, después de que finalizas tu turno?—Sí, yo... —No supo qué más decir y las palabras parecieran no formar una frase coherente.Nervios, ansiedad, curiosidad
Hasta hace años atrás solo se dedicó a existir y seguir sus impulsos pecaminosos. Saciar la sed avasalladora, asesinar sin escrúpulos, torturar por mera diversión y gozar del sufrimiento ajeno, inocente. Imponente, cruel, egoísta, sin un atisbo de sentimientos y podría seguir enumerando las cualidades de su persona, pero algo había modificado cuando lo conoció. Tal vez fueron los ojos de un llamativo color miel o quizá fue el rostro aniñado y atiborrado de miedo o, incluso, la voz suave y aterciopelada implorando piedad; quizá fue el cúmulo de todo lo que experimentó al tenerlo entre los brazos mientras se embriagaba con el más exquisito y tórrido elixir, no lo sabía a ciencia cierta. Sin embargo, desde la llegada de aquel simple mortal a su vida, comenzó no solo a existir, también a vivir. Un mortal que se convirtió en su fiel servidor sin cuestionar nunca nada y ahora, después de diez años y de estar reflexionando, los dilemas emergieron. No era... normal que un humano aceptara tan
No se sorprendió al ver y notar los cambios en la ciudad; le agradaba, le era mucho más fácil camuflarse y hacerse pasar por un mero mortal ordinario. Ocultar sus actos delictivos… Bueno, no era su culpa que el hambre se hubiera apoderado de sí apenas puso un pie fuera de su guarida. Sin embargo, siempre halló alguna manera retorcida de esconder sus fechorías y pasar desapercibido; el pantano seguía siendo su recurso infalible.(…)La noticia de su regreso al mundo de los vivos —una hilarante ironía a su percepción— se esparció rápidamente, llegando a los oídos de cientos de sus antiguos camaradas, por decirlo de alguna manera, pero solo le importaba uno de ellos.Ah, era incapaz de olvidar a aquel que había logrado conseguir no solo su amistad, sino también su corazón. Pese a ello y a pesar de los años, seguía siendo su mejor secreto guardado. Secreto que estaba, ahora, harto de guardar. Un peso que estaba dispuesto a quitarse de encima y al ver la pimpante invitación al cumpleaños,