Continuación inmediata del capítulo anterior.No lo dudó, no pensó e hizo uso de sus dones oscuros, empleando un simple truco: la parálisis. Sin embargo, Miguel no era un oponente fácil, no cuando se percató de que Miguel aún poseía la Gracia Celestial propia de un Arcángel, uno caído, pero Arcángel al fin y al cabo.No era justo que esto estuviera ocurriendo, no cuando aguardó años en soledad, no cuando se había decidido a confesar su más mezquino secreto, no cuando veía a Draven de nuevo... No, no era justo.—Naktis —susurró Draven.Todo lo que vio fue rojo.Un espeso líquido carmesí brotaba de algún lugar del cuerpo de su mejor amigo. Miguel y sus artilugios, Miguel sosteniendo una especie de lanza y sonriendo lobuno cuando tiró el cuerpo de Draven hacia un lado. No, era... inaceptable, era injusto.Se cuestionó si todo lo que estaba ocurriendo no era más que un mal sueño, una quimera que la soledad manifestó y quería despertar, pero no. Esto estaba sucediendo. Esto era real. Y la
Humanos y vampiros convivían pacíficamente, un acuerdo al cual se llegó para evitar muertes en demasía, en vano. Pese a ello y con el paso del tiempo, todo comenzó a modificar. Algunos se involucraron más de la cuenta, traspasando y haciendo añicos las creencias y normas de una sociedad construida con base a un estereotipo idealista y religioso.Una facción mínima de humanos y vampiros fueron los primeros en romper aquella regla. Los sentimientos fueron mucho más férreos y surgió algo que nadie predijo: el amor. El meollo del problema no fue precisamente que vampiros y mortales se enamoraran; lo que causó el revuelo fue que en ambos bandos también hubo asociaciones que fueron una blasfemia ante Dios porque, por supuesto, se consideraba pecado amar a otro ser del mismo sexo. El amor entre una pareja heterosexual siempre sería bien visto.Las normas y leyes eran para todos por igual y, entonces, se desató la guerra. Una lucha por los derechos, la libertad y diversidad y era realmente hi
Ya no se callaría nada. Draven estaba harto de todo esto. Estaba harto de la guerra, de la masacre… Estaba harto de vivir en un mundo en el cual reinaba el caos. Pero ya no más. Ya no estaba dispuesto a permitir… nada.—Se equivoca, todos ustedes lo están. Todos ustedes están equivocados —dictaminó—. Pertenezco y soy parte de una sociedad constituida con base de libertad. El saber que existe la posibilidad de salvarnos, ¿no es suficiente? Esta conexión es más que eso, es un vínculo de identidad y no pasa solamente por sobrevivir de la sangre.—¿Estás diciendo que la salvación de ambas especies se encuentra en una vinculación emocional? —indagó el Superior.—Se podría decir así, sí —replicó—. Sin embargo, es más que eso. Estamos en una carrera contra el tiempo, pero la alternativa que Zamiel ha encontrado significa la supervivencia de ambas especie. Existe un alto porcentaje de...—La sangre es lo único que nos importa —acató alguien, otro miembro del Consejo—. No queremos desviarnos d
Sucumbió ante el deseo de sentirse vivo una vez más...(…)Toda su vida modificó drásticamente desde hace un mes atrás cuando lo vio por primera vez. Se había convencido de que aquel primer encuentro fue producto de una mera casualidad, pero la tercera vez que sucedió, comenzó a descartar la idea de que aquello fuera algo al azar. Restó relevancia y continúo como si nada hubiese sucedido, como si nada hubiese comenzado a mutar en él.Hace siglos atrás, participó en una confluencia con sus pares y oyó una antigua historia sobre cierta desgracia que acarreaba si alguien de su especie llegara a sentir cualquier tipo de sentimientos para con quien fuera su alimento. No creyó porque simplemente pensar en dicho desliz era tan... descabellado; además, ¿cómo alguien de su calaña podría sentir algún vínculo más aparte de la ansiedad y necesidad de alimentarse? Eran engendros sin sentimientos, sin ningún tipo de necesidad, aparte de sobrevivir al paso del tiempo y él... no era diferente.Se con
Las muecas que pincelaba en los labios no eran sonrisas, en su mirada ya no habitaba la calidez de sentirse vivo y sus pómulos ya no eran el nido del rubor de la timidez. Había dejado de ser la persona vivaz y audaz, risueña y gentil... Todo atisbo del carácter peculiar que lo hacía resaltar se esfumó. Hoy día no era más que un espectro de lo que fue alguna vez. Cansado y sin fuerzas para continuar con una vida que ya no lo era. No había nada para él ahí afuera. El mundo no tenía nada que ofrecerle y no tenía ánimos de seguir buscando algo que nunca existió, al menos no para él.Las promesas nunca se cumplieron y solo fueron meras excusas, palabras bonitas idealizando una vida feliz que jamás se cumplió. Le hicieron creer en un mundo en el cual todo era posible, que no existían límites y que podía tocar el cielo con las manos. Le construyeron un hermoso castillo, pero cuando la brisa sopló, el castillo se derrumbó, haciendo añicos cada ilusión. Quedó solo y devastado, un corazón roto,
Las evidencias estaban a la vista y aquel reflejo de su rostro en el impoluto cristal, le demostraba una vez más que no todo eran palabras insulsas, que no todo eran promesas vacías y que sí existía algo tan inefable como la felicidad. Se había demostrado a sí mismo que todo era posible y ahora solo esperaba por ese algo que el mundo tenía reservado solo para él. Había peleado con capa y espada, demostrando su mejor destreza y el descanso se lo tenía merecido.Muchos años pasaron. Luchó cada batalla, derribó cada obstáculo y alcanzó la meta, siempre oyendo las tenues notas que le regalaba aquel visitante nocturno. Sin embargo, le seguía insistiendo al mundo por encontrar ese algo que sabía que estaba en alguna parte y a veces, en medio de la desesperación, aclamaba por hallarlo de una buena vez e incluso le lloró al firmamento sin importarle que se viera y sintiera ridículo. Y quizá la suma de sus plegarias dio por fin su fruto cuando una noche aquella suave alabanza se intensificó y
La misma escena se repetía una y otra vez; no era su culpa o, al menos, se convencía a sí misma de que no lo era.El cuerpo cayó inerte a sus pies, le regaló una mirada inexpresiva y salió rumbo a la salida del callejón. La negrura quedó atrás cuando alcanzó la calle principal. Las pocas farolas mortecinas le daban un toque nostálgico a su andar lento y su abrigo era lo suficientemente largo como para cubrir por completo su delgado cuerpo. Las solapas del sobretodo brindaban una espesa sombra a su pálido perfil y, la verdad, las pocas personas con las cuales se cruzó, no le prestaron real interés.Su rutina no variaba, aunque esporádicamente sentía la imperiosa necesidad de darle un nuevo giro, una vuelta de tuerca y quizá con suerte hallar algo que la hiciera reflexionar sobre lo que hacía para vivir, no, sobrevivir.Hacía mucho que había perdido el conteo de los años que llevaba siendo lo que era y ella no era otra cosa que un ser sin escrúpulos, una sanguijuela... Un monstruo; un m
Los oyó discutir, otra vez, por las mismas ridiculeces de siempre. A veces sus hermanos lo agotaban más de lo necesario y no, no era como si él fuera muy activo dentro de su peculiar familia. Ser el menor de 7 hermanos tenía sus buenas ventajas y, esporádicamente, por no decir siempre, se aprovechaba de ello.—No pondrás tus colmillos en el cuello de mi pareja —acusó Zamiel.—¿Por qué no? —preguntó Zeth, con tono altanero.—No puedo creer esto, ¡las empresas de...!—¿A quién le importa esas empresas? —interrumpió Oriel.—Hola, hermosura, ¿a qué hora sales a por el pan? —preguntó Samael a la pareja de Zamiel.—¡Ya basta! —exclamó Azarel.La disputa continuó entre sus queridos y amados hermanos. Zamiel era el mayor, seguido de Zeth, luego venía Nick, después Samael, Oriel, Azarel y por último estaba él, Sariel.Sentado cómodamente en su sofá preferido del living, los observaba con toda la parsimonia que se cargaba encima. No supo cuánto tiempo transcurrió, pero la cosa estaba en el hech