Las muecas que pincelaba en los labios no eran sonrisas, en su mirada ya no habitaba la calidez de sentirse vivo y sus pómulos ya no eran el nido del rubor de la timidez. Había dejado de ser la persona vivaz y audaz, risueña y gentil... Todo atisbo del carácter peculiar que lo hacía resaltar se esfumó. Hoy día no era más que un espectro de lo que fue alguna vez. Cansado y sin fuerzas para continuar con una vida que ya no lo era. No había nada para él ahí afuera. El mundo no tenía nada que ofrecerle y no tenía ánimos de seguir buscando algo que nunca existió, al menos no para él.Las promesas nunca se cumplieron y solo fueron meras excusas, palabras bonitas idealizando una vida feliz que jamás se cumplió. Le hicieron creer en un mundo en el cual todo era posible, que no existían límites y que podía tocar el cielo con las manos. Le construyeron un hermoso castillo, pero cuando la brisa sopló, el castillo se derrumbó, haciendo añicos cada ilusión. Quedó solo y devastado, un corazón roto,
Las evidencias estaban a la vista y aquel reflejo de su rostro en el impoluto cristal, le demostraba una vez más que no todo eran palabras insulsas, que no todo eran promesas vacías y que sí existía algo tan inefable como la felicidad. Se había demostrado a sí mismo que todo era posible y ahora solo esperaba por ese algo que el mundo tenía reservado solo para él. Había peleado con capa y espada, demostrando su mejor destreza y el descanso se lo tenía merecido.Muchos años pasaron. Luchó cada batalla, derribó cada obstáculo y alcanzó la meta, siempre oyendo las tenues notas que le regalaba aquel visitante nocturno. Sin embargo, le seguía insistiendo al mundo por encontrar ese algo que sabía que estaba en alguna parte y a veces, en medio de la desesperación, aclamaba por hallarlo de una buena vez e incluso le lloró al firmamento sin importarle que se viera y sintiera ridículo. Y quizá la suma de sus plegarias dio por fin su fruto cuando una noche aquella suave alabanza se intensificó y
La misma escena se repetía una y otra vez; no era su culpa o, al menos, se convencía a sí misma de que no lo era.El cuerpo cayó inerte a sus pies, le regaló una mirada inexpresiva y salió rumbo a la salida del callejón. La negrura quedó atrás cuando alcanzó la calle principal. Las pocas farolas mortecinas le daban un toque nostálgico a su andar lento y su abrigo era lo suficientemente largo como para cubrir por completo su delgado cuerpo. Las solapas del sobretodo brindaban una espesa sombra a su pálido perfil y, la verdad, las pocas personas con las cuales se cruzó, no le prestaron real interés.Su rutina no variaba, aunque esporádicamente sentía la imperiosa necesidad de darle un nuevo giro, una vuelta de tuerca y quizá con suerte hallar algo que la hiciera reflexionar sobre lo que hacía para vivir, no, sobrevivir.Hacía mucho que había perdido el conteo de los años que llevaba siendo lo que era y ella no era otra cosa que un ser sin escrúpulos, una sanguijuela... Un monstruo; un m
Los oyó discutir, otra vez, por las mismas ridiculeces de siempre. A veces sus hermanos lo agotaban más de lo necesario y no, no era como si él fuera muy activo dentro de su peculiar familia. Ser el menor de 7 hermanos tenía sus buenas ventajas y, esporádicamente, por no decir siempre, se aprovechaba de ello.—No pondrás tus colmillos en el cuello de mi pareja —acusó Zamiel.—¿Por qué no? —preguntó Zeth, con tono altanero.—No puedo creer esto, ¡las empresas de...!—¿A quién le importa esas empresas? —interrumpió Oriel.—Hola, hermosura, ¿a qué hora sales a por el pan? —preguntó Samael a la pareja de Zamiel.—¡Ya basta! —exclamó Azarel.La disputa continuó entre sus queridos y amados hermanos. Zamiel era el mayor, seguido de Zeth, luego venía Nick, después Samael, Oriel, Azarel y por último estaba él, Sariel.Sentado cómodamente en su sofá preferido del living, los observaba con toda la parsimonia que se cargaba encima. No supo cuánto tiempo transcurrió, pero la cosa estaba en el hech
Soltó un bufido cuando oyó el inconfundible sonido de los dedos presionando las teclas, seguramente su hermanito estaba haciendo de las suyas, otra vez. Sin embargo, a veces realmente pensaba que debería hacer algo con Sariel porque, bueno, Sariel era un caso bastante peculiar. Pese a ello, hizo caso omiso y se centró en lo que verdaderamente le importaba y eso estaba justo frente a sus ojos.—En serio, creo que deberías dejar al idiota de mi hermano —imperó—. No sé qué es lo que viste en él. Ni siquiera es guapo.Había algo dentro de sí que emergía, crecía y florecía, algo mucho más oscuro que sus poderes y eso comenzó a ocurrir cada con más frecuencia y todo se debía a su querido hermano mayor y a la pareja de este.—Cállate —regañó el chico.—Estoy seguro de que Zamiel no te da lo que realmente necesitas —El chico lo miró con cara de póker—. Soy más fuerte, veloz, ágil y ni hablar de mi belleza.—Estás muy mal de la cabeza, Zeth. Por tu bien, espero que Zamiel no se entere de esto
Negó con la cabeza varias veces cuando se dio cuenta de que el valor de las acciones estaba cayendo. Esto no podía estar pasado, no cuando hacía solo unos minutos él había invertido una gran suma de dinero en dichas acciones. ¿Qué carajo estaba ocurriendo en Wall Street? ¿Qué estaba haciendo el corredor de bolsa? No, no y no. Necesitaba que esas acciones volvieran a estar en la cima, que tuvieran un valor mucho más alto que…—¿Qué estás haciendo, Zeth? —Rodó los ojos. Era el colmo que no pudiera centrarse por culpa de sus queridos hermanos—. Aléjate de mi pareja.—Solo estábamos conversando, Zami.Nick miró en torno a la misma disputa entre Zamiel y Zeth. Siempre era la misma historia. En serio, no entendía como sus hermanos podían estar todo el bendito día… Bueno, toda la bendita noche discutiendo por nimiedades cuando bien podrían estar buscando junto a él la manera de ganar más dinero.Nick era el único que se “preocupaba” por las finanzas de todo el mundo, incluyendo sus propios g
Ay, por todo el reino de Lucifer… Lo había hecho otra vez… Bueno, no es como si tuviera toda la culpa; es solo que no podía desperdiciar semejante manjar. Además, si tenía en cuenta que sus hermanos ya se habían saciado, él no era quien para hacer la vista gorda. Ahora que lo pensaba, era un poco extraño que sus hermanos se conformaban con tan poquito. Él no podría, de eso estaba seguro. Siempre quería más y más, nunca tenía suficiente y nunca podría cansarse de…—¿Dónde está todo el mundo? —Pestañeó en torno a Nick y se encogió de hombros—. Por lo que vale. Acabo de comprar un barrio privado en Nueva Orleans. Mi propio barrio privado y…—A Zami no le gustará eso —espetó una suave voz.Oh… La dueña de tan melodiosa voz no era otro que la pareja de su hermano mayor, Zamiel. Siendo honesto, a veces creía que ese chico debería estar loco para estar y pasearse en una mansión llena de vampiros, sobre todo si dicho chico era un humano. Lo cual también significaba comida fresca y exquisita.
Había tenido un pésimo día… Bueno, no… Una pésima noche y no estaba de humor para soportar la locura colectiva de sus hermanos. Y por si eso fuera poco, ahora también tenía que soportar a la pareja de Zamiel dándole un discurso sobre “cuidado de la salud” a su hermano Oriel. Es que era el maldito colmo de todo. Si su hermano Oriel tenía un “desvío” alimenticio, ese no era asunto de nadie más que del mismo Oriel, pero claro, todo el mundo quería opinar sobre el estilo de vida del otro.Exhalando un suspiro, Azarel dejó que la rabia se asentara dentro de sí y pensó en todo lo que le había ocurrido hacía solo unas pocas horas antes. Todo había ido como cada noche, saliendo de cacería y disfrutando de las pequeñas cosillas que el mundo exterior siempre tenía reservado para él. Sus hermanos y él fueron a uno de los tantos bancos de sangre —dichos bancos de sangre eran parte del patrimonio familiar, muchas gracias—, se alimentaron y tuvieron una de esas tantas noches un poco alocadas, sobre