Eterno amor.

Continuación inmediata del capítulo anterior.

No lo dudó, no pensó e hizo uso de sus dones oscuros, empleando un simple truco: la parálisis. Sin embargo, Miguel no era un oponente fácil, no cuando se percató de que Miguel aún poseía la Gracia Celestial propia de un Arcángel, uno caído, pero Arcángel al fin y al cabo.

No era justo que esto estuviera ocurriendo, no cuando aguardó años en soledad, no cuando se había decidido a confesar su más mezquino secreto, no cuando veía a Draven de nuevo... No, no era justo.

—Naktis —susurró Draven.

Todo lo que vio fue rojo.

Un espeso líquido carmesí brotaba de algún lugar del cuerpo de su mejor amigo. Miguel y sus artilugios, Miguel sosteniendo una especie de lanza y sonriendo lobuno cuando tiró el cuerpo de Draven hacia un lado. No, era... inaceptable, era injusto.

Se cuestionó si todo lo que estaba ocurriendo no era más que un mal sueño, una quimera que la soledad manifestó y quería despertar, pero no. Esto estaba sucediendo. Esto era real. Y la
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