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Capítulo 3: El primer encuentro.

—Dayana, ¿dónde estás? te veo en mi casa.  

—Déjame dormir, me acosté muy tarde y por nada del mundo pienso moverme de esta cama.

—Ni se te ocurra faltar, te necesito Day y mucho.

—Ahora si me preocupaste, tú nunca le dices a nadie que los necesitas. ¿Te vas a morir? ¿Tienes una enfermedad mortal? ¿Piensas dejarme toda tu herencia?

—Casi… casi… por favor no tardes.

Yo no podía estar embarazada, acabo de regresar a la ciudad y si mi familia se enteran pensaran que… ¡Recórcholis! Que mal sueño estoy teniendo, esto no me puede estar pasando a mí, por favor Diosito, no. Prometo ir a misa los domingos, pero no me hagas esto.

Creo que dije la palabra mágica, cuando llegue a mi departamento Dayana se encontraba en la puerta esperándome impacientemente.

—Llevo media hora esperándote aquí parada, no que tenias urgencia en decirme las cosas. Cómo siempre la princesita llegando cuando se le pega la gana.

—Pasemos, no quiero que nadie escuche lo que tengo que decirte. Solo espero que no te desmaye cuando te de la noticia, voy a necesitar de tu ayuda y de todas tus ideas.

—Me estas poniendo nerviosa, habla de una buena vez, mujer. Que me están matando los nervios por saber de qué se trata todo esto.

Necesitaba estar en mi refugio antes de abrir la boca, no necesitaba que alguien más se enterara de lo que me pasaba. Suficiente había tenido con el sarcasmo de los doctores esta mañana, mis oídos me zumban y mis nervios no me dejan pensar absolutamente nada.

—Vas a seguir con tu hermetismo o piensa decirme para que me hiciste pararme tan de madrugada.

—Estoy embarazada.

—¡¡¡Qué!!! No juegues con eso, que es del diablo.

—No estoy jugando, míralo por ti misma antes de que me vuelva loca. Y no vayas empezar con tu interrogatorio que no estoy de humor, mucho menos sé cómo rayos sucedió todo esto.

Ahora sí que la liaba de maravilla, me acabo de divorciar del mequetrefe de Osvaldo justamente porque no podía tener hijos, y lo primero que me pasa es que termino embarazada de un desconocido, al que no recuerdo en lo absoluto.

— ¿Esto es una broma, verdad?

—Me gustaría pensar lo mismo, Day.

—Algo no me está cuadrando, Yen. Hasta donde me quede Osvaldo te pidió el divorcio porque tu no podías dar hijos, y mírate ahora, bien preñada del adonis del bar que no recuerdas.

—No sé qué decirte, siempre le creí cuando me decía que era la culpable de no tener hijos. Por tres años soporte su mal carácter e impertinencias de que me culpara de lo mismo.

— ¡Desgraciado! De seguro sabía que era él, quien no servía para nada, por eso trataba de culparte de todo lo que sucedía en su vida.

—Ya no me importa lo que pueda decir, ahora necesito saber cómo voy a salir de este problemón. Mi familia me matara cuando se entere, aunque por un lado estarán felices con la noticia no me perdonaran que no sepa quién es el padre.

— ¡Recórcholis! No me gustaría estar en tus zapatos en estos momentos, debes de hablar con Nick, sin duda te ayudara como siempre y dará con la persona que te hizo el favorcito.

Mi cabeza solo daba vueltas, y vueltas. Nada de lo que me diga Dayana en estos momentos me puede hacer sentir mejor, había metido la pata y en grande como siempre. 

— ¿Qué piensas hacer, Yen? 

—No tengo ni la más remota idea, e-esto es algo que no esperaba. Sin embargo, algo dentro de mí se siente feliz, al saber que no soy una persona estéril como me hizo creer ese idiota.

—Me encargare de grabar su cara de idiota cuando se entere, no pienso perdérmelo por nada del mundo. Es un gusano, me asegurare que todos se enteren de la clase de tipo que es.

Tenía ganas de gritar, de llorar y de acabar con todo lo que tenía enfrente, sin embargo, no tenía el humor para hacerlo. Dayana, no dejaba de hacer planes para acabar con la reputación de mi ex esposo, eso era algo que no me importaba en lo más mínimo. Mi vida cambiara por completo con semejante noticia, ya no solo trabajaría por mí, sino por mi pequeño que no tenía la culpa de nada.

— ¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! …. Planeta tierra llamando a Yen, planeta tierra llamando a Yen…

— ¡Ah! ¿Qué pasa? Me asustas con tus gritos.

— ¿Esperas a alguien?

—No, la única persona que sabe que estoy aquí eres tú, ¿Por qué?

—El timbre lleva sonando un tiempo, ya me asome pero no sé ve nada. Pensé que lo habías escuchado y que no querías responder, por eso no he abierto la puerta.

Me había perdido en mi pequeño mundo, que no escuche el timbre sonar. Dayana era muy miedosa, por eso no se atrevía abrir la puerta del departamento.

La persona que este tocando el timbre debe de ser un desesperado de primera, no ha dejado de sonar. Sin embargo, escogió el peor momento para venir a molestar.

— ¿Se puede saber cuál es su puto problema, para venir a tocar el timbre de mi casa de esa forma? ¿Acaso no sabe que no debe de molestar de esa manera a las personas, solo porque su vida este jodida?

Si señores, ese era mi pequeño genio cuando me ponía de males, mi situación no era para menos. Lamentablemente no me había fijado quien era la persona que estaba parada fuera, ahora si trágame tierra y escúpeme lejos de aquí.

— ¿Cómo te atreves a gritarme de esa forma?

—T-tú ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes dónde vivo?

—Deja de hacerte la loca, y empieza por decirme porque no me has dicho nada.

— ¿D-de que estás hablando?

Ok, de plano hoy no es mi día. Una queriendo alejarse de los problemas y ellos llegan hasta la puerta de tu casa, este señor sí que se volvió loco, desde que me vio en la oficina de mi hermano me ha tratado con la punta del pie, y ni siquiera lo conozco. Si piensa que por ser amigo de mi hermano, lo va a salvar de algo está muy equivocado, en la empresa no puedo decirle mucho porque solo soy una simple secretaria a primera vista, pero el día que me agarre con lo Sandoval arriba le diré una cuantas verdades para que deje de ser un patán.

No tenía ganas de seguir discutiendo con personas como el, trate de cerrar la puerta, pero entro como Pedro por su casa sin pedir permiso. A mi favor puedo decir que estoy en mi casa, nadie puede venir a mandar en ella. Lo que me sorprendió fue que atrás de él estaba Dominick con una cara de pocos amigos.

—Hola, señorita Yen —murmuro al pasar a mi lado como si no me conociera.

Mi amiga se me queda mirando, él no era de ese tipo de personas. De seguro algo grave estaba ocurriendo para que actuara de esa manera.

—Hola señor Dominick, ¿ocurrió algo en la empresa para que viniera hasta mi casa?

Se podía sentir la tensión en el aire, si hubiera sabido que día me esperaba, les juro que no me levanto de la cama.

— ¡Puedes dejar de ser tan sínica! —grito el amigo de mi hermano, del que no recuerdo ni su nombre.

—Y usted puede dejar de gritar en mi casa, que yo recuerde nunca lo invite, pero ya está aquí. Si tiene algo que decir, hágalo como persona civilizada, no como un troglodita que ya me está cansando.

Lo vi apretar los puños fuertemente, y respirar con dificulta como si algo se lo impidiera, mientras mi hermano se acomodaba en el sofá individual cruzado de piernas con una sonrisa. No sé qué está pensando, para defenderme de este tipo de pocas pulgas.

—Será mejor que todos se sienten, para que aclaremos este asunto de una buena vez. Yen, el señor Xavier…

—No te metas Dominick, este asunto es entre esta tipa y yo.

— ¡Tipa!... tipa su abuela, a mí me respeta o se larga ya mismo de mi casa. No pienso seguir soportando sus groserías de gratis. Si algo lo tiene mal vaya y desquítese con la persona que lo tiene así, a mí me deja en paz.

—Tú, tú eres al persona que me ha provocado un gran dolor de cabeza, no sé en qué momento paso, pero te aseguro que nada de lo que tramas te saldrá como deseas, no pienso hacerme cargo de nada y ya mismo vamos a que terminemos con esto.

—De plano usted está idiota, ya veo que con la edad se la han caído todos los tornillos que lo mantenían cuerdo. Será mejor que se vaya, estoy muy ocupada resolviendo algo importante.

—Entre cielo y tierra no hay nada oculto, señorita. Dígame que es esto o piensa seguir negándomelo.

La cara de todos era de sorpresa, principalmente la mía que no sabía que contenía el sobre que me estaba entregando en la mano. Sentí un nudo en la garganta, sea lo que sea que este adentro, creo que tiene que ver conmigo; aunque me sigo preguntando ¿qué puede ser? Si yo no tengo el gusto de conocerlo.

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