Capítulo 5

Frederic se sentía en deuda con el gemelo azabache, William se había sacrificado por él. Frederic tenía que recompensarle de alguna forma, tenía que haber algo en lo que él pudiera ser de utilidad.

—¿Quieres ayudarme? Entonces no te muevas—dijo pasando su lengua por sus labios.

Los ojos de Frederic se abrieron cuando William ya estaba rozando su nariz con la suya, besó sus labios sin que el bajo pudiera hacer ningún movimiento, las manos de William le acorralaban contra la encimera de la cocina impidiendo que este pudiera huir, después fue cerrando los ojos poco a poco dejándose llevar por el sabor de la boca de William, un sabor amargo a cigarrillos.

Frederic quiso entrelazar sus manos con el cuerpo del gigante, tocar su pelo, sentir su cazadora mojada, necesitaba palpar su cuerpo pero sus deseos fueron interrumpidos por las manos de William que sujetaron las manos del adolescente para que este no hiciera ningún movimiento.

—Te dije que no te movieras—advirtió.

Frederic tragó grueso, los ojos de William estaban rojizos y sus amenazas daban miedo, haciendo que el cuerpo del bajo temblara bajo ese dominio total sobre su persona.

Después William soltó el cinturón del pantalón de Frederic, este sintió un cosquilleo bajar de su estómago hacia su pelvis, sabía a la perfección lo que William estaba a punto de hacer, pero aunque el puritano Frederic se habría negado rotundamente a hacer eso, algo estaba cambiando en su personalidad. 

Frederic estaba gritando que su vida necesitaba esa adrenalina, vivir al límite, ya estaba cansado de ser siempre el que solo estudia y se va a casa, el que no está interesado por nada. 

Ahora quería experimentar que se sentía de verdad amar.

William deslizó sus manos por los jeans de este bajándoselos hasta los tobillos, luciendo aquellas pálidas piernas color leche, el alto se relamió y mordió la última prenda que quedaba en la parte baja del cuerpo de Frederic, bajándosela con los dientes, el más bajo gimió por aquella placentera sensación de quedar desnudo frente a los ojos del azabache, después empezó la acción.

El gigante besaba cada parte de sus piernas mientras lo masturbaba, este incapaz de mantenerse de pie se sentó en la encimera de la cocina al lado de bandeja de las frutas llenas de plátanos.

"Mira más plátanos" se dijo en el momento de plena excitación.

La boca de William era una obra de arte, todas las palabras y actos que realizaba el gigante con su boca llenaban a Frederic de berridos, sonrisas y susurros excitados. 

Frederic no podía creer lo que estaba haciendo, le estaban masturbando en su propia cocina y al lado de unos invitados y encima ni más eran sus vecinos, los padres del gemelo, no podía evitar sonreír frente a la locura que estaban cometiendo, pero le daba igual, lo estaba disfrutando y mucho.

Frederic se movió nervioso al escuchar como la puerta de la despensa de la cocina se había cerrado sola de golpe.

—No te muevas, bebé—pidió William, Frederic jamás pensó que la palabra ''bebé'' pudiera excitarle tanto, se sentía ridículo cuando vio a su entrepierna dura.

—Lo siento—susurró.

William elevó el cuerpo y rozó sus labios con los de Frederic, mordiendo al final su labio inferior. Frederic rogó en el acto para que le volviera a hacer eso, pero William sonrió bajando su atención de nuevo al pene del adolescente. Lo acariciaba, lo masajeaba y lo introducía en su boca como si fuera lo más normal del mundo. Lo sacaba y lo metía para a continuación hacer lo mismo. Lo impregnaba con su saliva y después lo relamía disfrutando de la textura del pene del bajo.

Frederic se sentía un niño a su lado, un niño quien no había dado su primer beso, no sabía cómo tener sexo sin parecer un principiante, solo se dejaba llevar, solo dejaba que William le domara por completo. 

Era su sumiso, solo de él, de William. 

Enseguida llegó al orgasmo haciendo que William sacara el pene de su boca y se relamiera gustoso tragando el líquido preseminal, un grito ahogado salió de la boca de Frederic. 

William elevó la mirada para ver a Frederic con sus propios dedos en la boca mientras su saliva se deslizaba por la comisura de los labios y la cara completamente roja.

—Hijo. ¿Estas bien? Tardas mucho.

Frederic se agachó un poco contra la prolongación de la encimera que separaba el salón de la cocina, al otro lado del mueble estaba su madre observándole, Frederic bajó la mirada, estaba completamente desnudo y William estaba tirado en el suelo aún acariciando las piernas de este mientras sonreía maléficamente.

—C-claro, mamá. No encontraba el pan—dijo sin aliento apoyándose contra el mueble, William empezó a dejar pequeñas mordeduras por el muslo del chico.

—¿Por qué estás tan mojado?—preguntó su madre, esta solo veía la cabeza y la parte superior del cuerpo de su hijo el resto estaba oculto tras el mueble.

— ¡Ah!—gritó tras el cuarto mordisco.

—Hijo, ¿de verdad que estas bien?—preguntó su madre acercándose.

—SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, MAMÁ—dijo Frederic elevando los brazos dramáticamente, su madre rodó los ojos acercándose, Freddy optó por lanzarle el pan a su madre y que esta lo cogiera volando por los aires.

—Te veo muy raro...—dijo disgustada, Frederic se encogió de hombros—¿Dónde está Will? Vino a la cocina hace un par de minutos—continuó su madre, Frederic palideció aún más.

—Aquí no-no vino—tartamudeó nervioso, su madre dio un largo suspiro y salió, Frederic se sentó en el suelo al lado de William que lucía divertido, Freddy le golpeó amistosamente.

—No vuelvas a hacer eso—susurró Frederic avergonzado subiéndose las prendas.

—No mientas. Te ha encantado—sonrió de lado, poniéndose un cigarro en la boca.

Frederic se lo quitó.

—No fumes.

—Fumar no es lo peor que hago Frederic—dijo con seriedad William, Frederic tragó saliva.

—¿Qué es lo que haces?—preguntó con timidez.

—Follar, drogarme, fumar, robar... Creo que no me dejo nada—dijo contando con los dedos, Frederic rechinó los dientes.

—Eso que haces es muy malo—dijo Frederic con voz aguda, William rió grave.

—Frederic estamos en la edad de hacer locuras ¿Qué las vas a hacer con cuarenta?

Frederic se quedó pensativo, no podía cambiar su forma de pensar en un par de segundos. 

Él era un buen chico que amaba el olor a hierba recién cortada, los días nublados, el olor de los nuevos libros, el sonido de los truenos, el sabor de las fresas.

¡Él era un buen chico! 

¿Entonces por qué? 

¿Por qué estaba constantemente exigiéndose cambiar? 

Él había vivido durante toda su vida para complacer a su madre, complacer sus deseos de que fuera el mejor estudiante y que encontrara un buen trabajo, estudiaba día sí y día también. No salía con los amigos el fin de semana, no veía películas solo leía libros.

¿Por qué con la llegada de los gemelos había habido tantos cambios en su rutina? 

¿Por qué ahora se sentía tan sucio y culpable?

—Yo no sé si pueda hacer eso—dijo cabizbajo.

William pasó su mano por el pelo de Frederic, este se dejó acariciar disfrutando de la sensación de que las uñas de William se clavaran en su cabeza.

—Con tiempo Freddy, con tiempo.

—Yo no sabía ni que era el líquido seminal hasta hace poco..—admitió avergonzado.

—No es que seas muy bueno en el sexo la verdad—rió William, Frederic se puso rojísimo y oculto su cara entre sus delgadas manos.

—Te voy a enseñar algo.

—¿Qué?—preguntó Frederic confuso.

—Sube a tu cuarto y metete en el armario.

Frederic obedeció dudoso.

—Voy a mi cuarto un momento—aclaró a los invitados.

Frederic subió a su cuarto, le parecía ridículo meterse en su armario pero prefirió obedecer las órdenes de William ya que este parecía demasiado severo si no le obedecía. Frederic dejó un poco la puerta del armario abierta y se deslizó entre sus abrigos y blusas hasta que de pronto vio a William entrando por la ventana de su cuarto y tumbándose en su cama con total tranquilidad. 

Justo cuando estaba a punto de decir algo, vio como el castaño entraba por la puerta y saludaba a su gemelo.

—Ey—dijo Will.

William tirado en la cama elevó la mirada y se quitó la camisa, Frederic tapó su boca con sus manos reprimiendo sus ganas de gritar tras el acto de William, Will se sentó en la esquina de su cama y se tumbó al lado de su hermano semidesnudo.

Frederic no paraba de mirar los pezones de William, eran los círculos marrones más perfectos que había visto en toda su vida.

William empezó a desnudar a su hermano gemelo y Frederic no podía creer lo que estaba viendo, Will ya estaba completamente desnudo frente a los ojos lujuriosos de su hermano gemelo.

Frederic no era capaz de parar de mirarles a ambos.

¿Cómo podían ser tan perfectos?

William se desnudó, quizás fue por el momento lleno de tensión sexual en el aire que Frederic empezó a sudar y a sentir todo su cuerpo ardiendo. 

Estaba con la respiración acelerada y con la entrepierna de nuevo dura, deseoso de probar el sabor de los gemelos William Carter.

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