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No hay nada como el hogar.

Dana.

Estamos cenando en la mesa de la cocina, Peter termino su trasmisión, y ahora se encuentra contándonos a su madre y a mí, lo que ha hecho.

Peter de mete una cucharada de arroz a la boca y cuenta con emoción:

—Le dije que me lo chupara, porque es obvio que le gané —. Peter se nota orgulloso, estoy feliz de que haga algo que ama—. También reaccionamos a South park. Fue muy divertido, aunque extraño que Ross esté a la vuelta de la esquina, ya quiero que acaben sus vacaciones —. Habla con la boca llena.

Julia y yo lo escuchamos con atención.

—Awenao no hables con la boca llena —. Reprende Julia—. Entiendo, sé que debes extrañar a tu mejor amigo.

Peter hablar sin parar, al tener tdah tiene algunos problemas al ser muy distraído y energético. Tal vez por eso Julia y yo tratamos de darle toda nuestra atención, para que luego no se sienta ignorado.

Arrugo la cara y lo apunto vacilando.

—Sí claro, no me como ese cuento, te conozco enano y eres un falso que es capaz de traicionar, con tal de ganar —digo terminando de comer.

Las risas de Peter resuenan como eco en la cocina.

—¡Alejandro! cómete los porotos, weón te veo juega y juega con la comida y los porotos todavía allí —. Regaño Julia a la par que lo mira con ganas de asesinarlo.

Peter encoje los hombros.

—July ¿me odias? ya soy un adulto independiente ya puedo elegir que comer de último —dice con gran dramatismo Peter.

Julia se pone seria y estoy segura que si yo no estuviera aquí; Julia le cae a palos a Peter.

—Mira weón, primero: soy tu madre y sé que sí dejas enfriar los porotos, después no te los vas a comer y segundo: mira concha e tú madre, mi nombre es mamá, la próxima que vuelvas a llamarme así, te parto la cara —regaña con furia la rubia.

Como bien dirían: quedamos.

Literal hasta con mosca en la boca, Julia suele ser una mujer que muy pocas veces pierde los estribos.

—¿Me vas a pegar? mamita, sé que jamás me pondrías un mano encima, después de todo soy tú hijo menor —. Es obvio que Peter desayuna peligro y que no le tiene miedo al diablo.

Julia pone los ojos en blanco e ignora a Peter, cambiando el tema:

—¿Qué crees de tener hijos—. Julia apoya su mejilla en la palma de su mano a la par que me mira y me regala un guiño.

Peter se levanta y recoge nuestros platos para luego llevarlos al lava platos y empezar a limpiarlos. 

—Bueno no estoy seguro... estaría bien, pero no es lo que yo quiera, después de todo es la decisión de la fea. Bien podríamos adoptar o algo así—. Peter está concentrado en limpiar bien los platos que ni cuenta se da que esa pregunta está disfrazada.

Julia me dedica una sonrisa pícara, cosa que me hace sonrojar.

—Oh, es hora de mi té con Valeria —dice mirando su antebrazo para luego darnos a cada uno un beso en la frente y seguidamente irse rápido.

—A ella ni siquiera le gusta el té —afirmo segura.

Peter termina de lavar los platos y se acerca a mí, con una sonrisa.

—Ni siquiera tenía puesto un reloj —. Peter mira fijo la mesa, como pensando en hacer una locura—. Hora de hacer maldades.

No duró mucho para que Peter se subiera a la mesa y me mirara orgulloso.

—¡Mira, soy más alto que tú!, ¿me veo más sexy siendo más alto? —dice acomodándose, para no caerse de jeta.

Le sonrio y niego con el dedo.

—Nah, más alto o más pequeño siendo igual de feo, pero un feo que me encantaría besar justo ahora —digo para luego subirme a la mesa junto a él.

Peter se sonroja y una sonrisa maliciosa aparece en su rostro. 

Los dos estamos en la misma sintonía, sin necesitar palabras, sin necesitar nadie, solo nosotros dos.

Me recuesto en su pecho y espero que me haga caricias en el pelo.

—Eres fea —. Peter acaricia mi cabello a la par que tiene fijo los ojos en algún punto de la cocina.

—¿Te imaginas que me llamaras por algún apodo cursi?

—¿Cómo cuál?... mi bebita fiu fiu —dice bromeando.

—Ahg que asco —digo tapando mi nariz como si apestara.

Nuestras risas resuenan. 

Me quedo viendo el perfil de Peter, su cabello está alborotado, sus mejillas carmesí y sus ojos marrones parecen luces, tanto que con solo verlo, solo me provoca una cosa: 

—¿Quieres coger sobre la mesa? —pregunto mientras toco su pecho con mi palma.

—La verdad no había pensando en eso... pero si gustas, claro que sí.

Me tapo la boca para evitar que mi risa salga.

—Estoy casada, así que hagámoslo rápido —respondo coqueta.

Peter re lame sus labios y alza con picardía sus cejas.

—¿Es guapo su esposo? 

Encojo los hombros y niego con la cabeza.

—Nah solo un poco, es un feo de lindo ojos marrones —. Mis manos viajan de su pecho a su cuello.

Su cara se vuelve aún más roja, si antes estaba roja, ahora parecía un tomate.

Se acerca a mi cara y muerde mi labio inferior.

—Ya me aburrí de jugar —susurra sobre mis labios, su respiración choca con la mía —. ¡Hazme tuyo mujer!.

No hay nada como ser tú misma con la persona que amas.

Dana:25 años Peter: 24 años.

Un año y medio casados.

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