PeterSostengo el cabello de Dana, la cual vomita en el inodoro.—La próxima mejor pedimos pizza. Creo que esa carne estaba en mal estado —digo mientras busco una toalla para que se seque.Dana niega a la par que se levanta y abre la llave del lavamanos.—Creo que esta vez, fueron las caraotas de tú mamá —respondió segura de lo que decía.Asiento dándole la razón: ya que mi madre no era una experta en el arte culinario. Mis hermanos y yo los sabemos de sobra... hasta me dan escalofríos de solo pensar en esas tardes donde no podía abandonar el baño.Dana luego de mojar su cara, recoge su cabello en una cola alta. —También eh sentido asco a la carne, creo que me estoy volviendo vegetariana sin querer —dice secándose la cara con la toalla que le busque.Sin prestarle mucha atención, dejamos el tema atrás, Dana tiene algún tiempo con ese tipo de vómitos, pero seguro no debe ser algo grave. Dana va al segundo piso a buscar una camisa nueva y yo me dirijo a la sala donde se encuentra mi h
Dana.Al principio del embarazo, cuando apenas nos enteramos que estaba embarazada, fue bonito. Hasta que empezaron los mareos, antojos y vómitos y ojo al dato que sí antes eran constantes, para ese momento era fácil verme de cabeza en el inodoro.—Que asco —dije a la par que me lavaba la cara, Peter quién me sostenía el cabello se asomó a ver mi vómito.—Wow, ¡hasta tu vómito es bonito! —dijo sin asco alguno mientras bajaba la cadena del inodoro.A pesar de todo, los vómitos no eran la peor parte. Para mí, ver a Peter preocupado era mi constante cadena.—¿Qué pensaba cuando te pedí un bebé? Maldición —maldije a la par que me sentaba en el suelo de la cocina.Mi esposo se sentó a mi lado mientras sonreía y me acercaba un pedazo de pizza a la cara.—¿Quieres un poco más? —. Su sonrisa me persuadió por poco, pero al sentir una arcada subir por mi garganta, me negué.—Nah, no tengo hambre, por ahora solo quiero refresco —dije jugando con la alfombra.Peter arrugó la nariz a la par que pu
Peter —¿Entoces... dices que no puedes? —dice Ross mientras me regala una mirada de mala muerte.No le tengo miedo al diablo, así que niego.—Ya te dije que no voy a hablar con ella —digo mientras apunto por el gran ventanal la tienda de computadoras.Ross intenta ponerme ojitos de cachorro.—¡Anda! ¿Qué te cuesta? —se queja mientras me quita el café en un intento de berrinche—: Solo tienes que echarle un poco de café a tú compu y verás como se hace la magia.Nada más escucharlo decir tal estupidez hace que me enfade. —¿Tienes tierra en el poco cerebro que tienes? No voy a dañar a mi bebé —digo con enfado.Ross se pasa una de sus manos por el pelo y entre cierra los ojos.—Ah, tranquilo. Aquí es cuando me doy cuenta que no eres mi verdadero mejor amigo —dice mientras me apunta.Suspiro contando hasta seis y tomo una de sus manos.—Te conozco, casi desde que saliste de las bolas de tú padre. Tus trucos de manipulación no sirven en mí —digo con una sonrisa en el rostro.Ross vuelve a a
Dana.—Y así fue que me di cuenta, que van todos los días a la misma hora —. Claudia habla con gran fascinación de un chico rubio.También ha descrito otras cosas, pero a decir verdad, me aburrí cuando comenzó a contar lo guapo y atractivo que era.La tienda de su hermano está vacía hoy, por esa razón estamos sentadas mientras hablamos un poco.Claudia viste su uniforme el cual acompaña con dos moñitos y mucha brillantina.Desde el verano pasado cuando su hermano pudo abrir esta tienda, Claudia viene a ayuda y por eso en ocaciones me paso por aquí y saludo, y aveces vengo a pasar el rato.Solo que hoy, hoy no me siento muy bien tampoco tengo ganas de escuchar la historia del chico rubio ni de tampoco como le sonrío ni nada de esas mierdas.—Solo diré dos cosas: ¿Cómo se te ocurrió, ponerte brillantina en el pelo? —. Sorbo lo último que queda de mi refresco y la apunto con obviedad—. Te va a costar quitártelo.Claudia se cruza de brazos, suspira y me devuelve una mirada que bien podría
Peter.—¿Qué haces? —. Veo a Dana saltar tratando de alcanzar una estantería.Dana es alta, pero la estantería lo es más. Me divierte ver cómo da pequeños saltos y aún así no logra llegar. Cuando se da cuenta que me estoy riendo de ella, deja de saltar y me mira con diversión.—¿Te acuerdas de ese libro que me prestaste hace tiempo? —. Dana responde mi pregunta con otra incógnita. La verdad no recuerdo de que libro habla.El pelo de Dana está suelto, siempre lo ha tenido corto, dice que es porque le da calor, pero aquí entre nosotros, es porque le da flojera peinarse. —La verdad, no recuerdo —. Termino de bajar las escaleras y me acerco a ella.Para de saltar y me mira con los brazos cruzados.—El de... ya sabes —niego, porque esa descripción solo me confundió más—. El de los animalitos, el que tenía varios animalitos —. Dana murmura como si estuviera planeando algo.—¡Ah! Estas hablando de Doki descubre —digo recordando cuando se lo preste. Ella me apunta y asiente varias veces.El
CoffeeMartina camina de un lado a otro mientras intenta que las personas le hagan caso.Hace mucho tiempo que vivimos por aquí, es aburrido tener que esperar a que termine su trabajo, pero eh encontrado la forma de distraerme.En el puesto de verduras del amigo de Martina hay muchos huecos donde cae agua de lluvia y cuando los autos pasan, hacen que el agua se mueva como si fueran olas como las de las playa, así que puedo imaginar que allí hay personas pequeñas nadando. Hace mucho frío, siento mis dientes castañear y mis manos se sienten raras.Hace algún tiempo que vivo con Martina, aunque siendo sincera era mucho mejor vivir con mi mamá.Por alguna razón no puedo recordarla, pero sí recuerdo su manera tan dulce de ser y sus cuentos.Me siento mal por no recordarla, debería al menos recordar su rostro... pero no puedo.Ni siquiera recuerdo mi nombre... o quién era cuando no vivía junto a Martina, pero en ocaciones suelo imaginarme a mi misma siendo como un príncipe de un cuento, ma
Dana.Corría por los pasillos del hospital, mis zapatos rechinaban con cada paso que daba y yo estaba con todas las alertas encendidas, hasta imaginé que había sucedió un accidente en cadena y por eso Peter estaba allí. Las manos me temblaban y sentía las piernas débiles.La recepcionista me había dado indicaciones de subir al tercer y allí estaba: más revuelta que había e' poceta.Después de tanto correr vi a Peter sentado en las bancas de espera. Se notaba preocupado, distante y nervioso. Tenía las manos entrelazas con el mentón apoyado en ellas, una de sus piernas temblaba con ansiedad y se mordía el labio con algo de fuerza.Al escuchar mis pasos volteo y al verme se levantó y corrió hacia mí, hasta que estuvo los suficientemente cerca de mí como para envolverme con sus brazos. Y no tengo idea de qué me pasó porque de repente las lágrimas empezaron a empañar mi visión y caer en su suéter una tras otra.—Fea, no llores, no soporto ver tu carita así —dijo Peter mientras me daba besit
Dana.Estábamos camino a casa. Peter conducía y yo estaba sentada en los asientos de atrás con la pequeña niña que dormía en mis brazos. Era de noche, en el hospital habíamos tenido que firmar unos cuantos papeles que nos atrasaron.Ya que se estaba haciendo tarde. Le habíamos pedido a los gemelos que fueran a buscar mi auto y así Peter, la pequeña y yo pudiéramos irnos juntos.Mi mirada estaba fija en la carita de la infante, a la cual detallaba con profundidad. Sus pestañas oscuras y largas llamaban mucho la atención, sus mejillas que casi todo el tiempo estaban rojizas parecían unas manzanas y su cabello se veía como el de Rapunzel.—Y...¿qué piensas? —preguntó Peter sacándome de mis pensamientos a la par que estacionaba el auto.Peine el cabello de la niña y le di un pequeño beso en la frente.—Al verla...me veo a mí misma, hace algunos años atrás. Débil, indefensa e inocente. Tengo la necesidad de cuidarla del mundo.Peter dió una vuelta y abrió la puerta.—Ella necesita un hogar,