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Capítulo 4. Misión de media noche.

Ciudad humana de Goldbek.

Los cazadores llegaron a las afueras de la ciudad justo después del amanecer, las puertas estaban cerradas, aún faltaba una hora para que la ciudad fuera accesible.

Como casi todas las ciudades humanas, Goldbek estaba rodeada de un alto muro, legado de la era antigua, los humanos habían mantenido los muros incluso siglos después de que las criaturas de la noche y los monstruos desaparecieran de sus vidas.

Zinnia echó un fugaz vistazo a su cazador, Julted se veía un poco pálido, los temblores ya habían cesado, el ataque del staigat había sido demasiado fuerte para él, Julted era el único sobreviviente de toda su aldea, una manada de svinja, animales similares a cerdos de más de un metro de alto con un cuerno dentado sobresaliendo de su frente, el pelaje de un svinja es duro como el metal y está afiliado, corta todo a su paso y los animales son violentos y carnívoros, además son bestias mágicas, su inteligencia es baja, pero tienen la capacidad de hablar y moverse en dos patas como una burla grotesca de un humano.

La aldea de Julted había sido atacada por una manada de svinja, las bestias habían acabado con todos en la aldea y los habían devorado en una especie de sangriento festival, nadie sabe cómo o por qué Julted conservó su vida, para cuando la noticia llegó a oídos de los cazadores la aldea se había convertido en una gigantesca tumba abierta.

Encontraron a Julted quién solo tenía unos pocos años de vida vagando solo, sucio y hambriento entre los restos de los aldeanos, fue llevado de regreso y fue nombrado Julted, el niño no hablaba y no parecía poder recordar nada antes de ser encontrado.

El ataque del staigat debió de remover recuerdos profundamente enterrados en su memoria, gracias a todo su entrenamiento el cazador no perdió la cordura, pero se veía que estaba enfermo, un mal momento en especial por la misión en la que estaban.

Los cazadores se dirigieron a una posada lo más lejos del cementerio, no querían alertar a quien fuera que estuviera causando estragos en aquel lugar, antes del anochecer se pusieron en marcha, Julted fue dejado atrás en la posada, necesitaban que uno de ellos pudiera regresar con las noticias en el peor de los casos.

......

Cementerio ancestral.

Mausoleo central.

Birgrem abrió los ojos, podía sentir sus presencias extrañas, ¿Un vampiro? no, no lo era, al menos no del todo, se concentró en la otra presencia, era un lycan, no lograba reconocer que era lo que sentía extraño en el lycan, sacudió la cabeza con desánimo, al parecer aquellos seres tampoco serían una amenaza para él.

Sus huesos crujíeron cuando se levantó, detestaba dormir en aquel sitio frío y duro, pero en un mausoleo es difícil encontrar algo cómodo, los músculos de su espalda se tensaron y se marcaron a través de su ropa cuando soltó un profundo bostezo.

Los pasos de Birgrem resonaban en el silencio del cementerio, en el negro cielo la luna brillaba débilmente detrás de unas delgadas nubes, Birgrem se lamió el labio inferior, sus enemigos estaban cerca, esa noche podría distraerse un poco.

.......

El equipo llegó a las grandes y viejas puertas del cementerio, al entrar sintieron un escalofrío bajar por sus espaldas, se dividieron en dos grupos, Zinnia tomó su lobo y se marchó con uno de los cazadores hacia el este del cementerio mientras Kaldem se fue con el otro cazador hacia el norte, recorrerían todo el lugar y se encontrarían en el gran mausoleo ubicado justo en el centro.

Fisk caminaba con un par de dagas curvas en las manos, junto a él, el lobo de Zinnia olfateba el aire, la voz distorsionada del cazador salió por detrás de su máscara sin rasgos.

— ¿Percibes algo, alfa?

Los lycans en su forma de lobo pueden hablar telepáticamente entre ellos, Zinnia es un lobo mágico y esa cualidad le da la capacidad de hablar con otros seres telepáticamente además de otro lycan.

— Percibo una presencia, pero... no logro ubicarla ni logro reconocerla.

Del otro lado del cementerio Kaldem estaba en la misma situación, había descubierto la presencia de un ser poderoso, pero no sabía qué ser era ni dónde estaba, junto a él, Hyllen revisaba con mucha atención una lápida, después de mucho se puso en pie y chasqueó la lengua.

— ¿Qué ocurre?

preguntó Kaldem aún observando en la distancia.

— Una de las lápidas lleva el sello de los malditos.

Kaldem apartó su mirada del punto al que había observando fijamente y preguntó:

— ¿Estás seguro?

Los malditos, no son una raza, son seres que viven presos de alguna maldición irrompible, muchos de ellos se ven obligados a vagar durante miles de años sin poder morir, viendo cómo cada ser querido es consumido por el tiempo y ellos se quedan solos.

Si los disturbios ocasionados eran obra de un maldito lo mejor sería salir de ahí y sellar el sitio, algunas de las maldiciones no solo afectan al maldito, con el tiempo se vuelven una plaga o una enfermedad y todo aquel que tenga contacto con uno de los malditos pronto deseará la muerte.

Kaldem sacó de su cinturón lo que parecía un lápiz y lo apuntó al cielo, una bengala estaba en su interior, lo mejor era dar la señal y retirarse, antes de poder activar la bengala recibió un golpe tan violento que lo lanzó varios metros hacia atrás, Hyllen retrocedió con las dagas curvas frente a él, no había sentido al enemigo acercarse.

La voz serena de Birgrem se escuchó sobre los trozos de piedra que caían de las lápidas que Kaldem había destrozado al caer:

— No es de buen gusto irse sin de saludar.

Kaldem se retiró un mechón de cabello y miró a su interlocutor, el hombre era mucho más grande que él y mucho más poderoso, un cambia formas sin duda alguna, vio los ojos marrones y escuchó el gruñido, era un oso, un karhu.

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