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Capítulo 6. Misión de media noche.

Kaldem sujetó a Fisk y saltó hacia atrás justo en el momento en que el terreno se desplomaba bajo sus pies, un siseo de rabia subió por su garganta, ahora sería imposible buscar a Zinnia.

— ¡Demonios! Espero que no hayan quedado enterrados.

Fisk exclamó viendo la nube de tierra que se elevaba frente a ellos.

El cielo empezó a clarear, Kaldem ordenó detenerse, no podían encontrarlos a ellos dentro del cementerio a esa hora, levantarían sospechas y necesitaban hacer un mejor plan, llevaban bastante tiempo tratando de encontrar una forma de bajar para buscar a Zinnia y Hyllen estaba herido.

En la posada Julted ayudaba a su compañero a vendar su brazo, los golpes en sus costillas no eran graves, ninguna costilla estaba rota o trizada, el dolor era lo más molesto, pero se había dislocado un brazo, no lo había notado debido a la adrenalina, Hyllen hacia muecas de dolor mientras Julted lo vendaba, con el brazo frío tardaría en acomodar su brazo y era más complicado su tratamiento.

Kaldem hacia crujir los huesos de su cuello, no había notado el estado de Hyllen, estaba demasiado concentrado buscando a Zinnia y el cazador había quedado de lado, de seguro la loba lo atormentaría por siglos por aquel descuido, claro cuando volviera.

Fisk se había marchado para conseguir en la biblioteca los mapas antiguos de la ciudad, si Zinnia y el karhu cayeron dentro de algún túnel subterráneo, éste debió de ser construido en la era antigua, debían encontrar esos mapas o les sería imposible buscar a la loba.

......

En la cueva bajo tierra, Zinnia intentó liberarse del abrazo del karhu una vez más, no sabía cuánto tiempo llevaba forcejeando sin ningún resultado, estaba demasiado cansada y adolorida para seguir adelante, el calor del karhu era lo único que evitaba que la humedad del lugar la hiciera temblar de frío.

Zinnia se quedó quieta debía pensar como salir de ahí, la respiración pausada del karhu hizo que su cuerpo se relajara más de la cuenta y antes de notarlo sus ojos ya se habían cerrado, la loba se durmió.

Birgrem entre sueños escuchó la respiración tranquila a su lado y su oso sonrió satisfecho, ella había aceptado quedarse, ella no lo abandonaría, finalmente después de siglos al fin la había encontrado.

......

Seis siglos atrás.

Castillo del clan Medved.

Los cristales de los ventanales exploraron creando una fina lluvia de astillas de vidrio que cayeron sobre los combatientes en el patio del castillo, el fuego se extendía por todos lados y los cuerpos empezaban a llenar cada rincón del castillo.

Traicionados, el clan completo había sido traicionado y sus cabezas habían sido vendidas a sus enemigos, el karhu traidor observaba con los ojos inyectados de sangre la matanza de los que hace unos días habían sido su familia.

En la torre más alta Birgrem se enfrentaba a tres enemigos, estaba solo, la sangre goteaba de su pelaje, la puerta se abrió y apareció la osa por la que habría dado su vida, su corazón se apretó, estaba seguro que ella había logrado huir por los túneles junto con los débiles del clan.

— ¿Por qué aún está con vida?

La voz de su amada lo golpeó con fuerza, no podía reconocer el amor en su voz, solo había desdén y odio, las flechas y las púas se clavaban en su lomo mientras escuchaba a la que fue su más grande amor reír con desprecio.

Lo último que escuchó antes de caer al vacío fueron las palabras de burla de los traidores, lo último que vio fue a su amada besarse con su primo quién tenía los ojos inyectados de sangre, el otro traidor.

Mientras su cuerpo caía al vacío desde lo alto de la torre una figura encapuchada lo miraba desde abajo, Birgrem oyó una voz siendo arrastrada por el viento, una propuesta, una maldición.

Birgrem apretó los puños y la mandíbula, su corazón se secó en ese momento, el dolor de la traición, el dolor por la muerte de su familia, su clan, la alegría que había sentido cada día durante su vida, todo se secó el momento en que aceptó la propuesta de aquella voz.

El cuerpo de Birgrem se estrelló al fondo de la quebrada, sus pulmones se vaciaron y su corazón se partió en cientos de pedazos, sus ojos se apagaron, arriba en lo que quedaba de su clan el viento arrastraba los últimos lamentos de los moribundos y el crujir de las llamas.

Birgrem abrió los ojos, no supo cuánto tiempo estuvo en aquel lugar, su tumba, su cuerpo crujió cuando se puso en pie, sus músculos estaban duros y su piel estaba tan fría como las rocas que lo rodeaban.

Se detuvo en la entrada del castillo, ya no quedaba nada, las marcas negras del fuego se arrastraban por todo lado, la sangre seca no era más que unos débiles manchones, todo había sido destruido.

Las aves de rapiña habían limpiado cada hueso, las ratas habían roído todo lo que habían podido y el tiempo se había encargado de borrar todo recuerdo del lugar, Birgrem subió las escaleras hasta lo que un día fue su habitación, se quedó quieto al ver que ahí nada había sido tocado, ni siquiera el fuego había osado entrar.

Miró a su alrededor, nada en aquella habitación le traía más que amargura y soledad, esos eran los únicos sentimientos que había conservado su corazón, tomó la espada que colgaba sobre su cama y salió, debía buscar a los traidores y cortarles la cabeza.

A Birgrem le tomó cinco años encontrar a la que fue su más grande amor y a su primo, el terror en los ojos de ellos cuando lo vieron aparecer vivo hizo que Birgrem sonriera por primera vez.

El karhu no los mató, los dejó y se marchó, había decidido que la muerte rápida era un privilegio del que ellos no eran dignos, los cazó y los atormentó con su presencia durante diez años.

Finalmente antes de que sus mentes se rompieran dictó sentencia a los traidores y les cortó la cabeza, su venganza estaba consumada, pensó que era su turno para morir y descansar finalmente, pero se equivocó él ya no podía morir.

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