28. Brasas y humo
–El encargado de dejarlas como un par de Diosas, bellísima. –Su acento italiano resaltaba claramente por encima de su inglés–. ¿Dónde está su habitación? ¡No tenemos tiempo!

–Justo arriba. –Contesto Gaia en un italiano fluido.

–¡Bellísima!

El tipo dio palmadas en el aire, sorprendido y deleitado. Gaia me choco los cinco. A sus ocho años mi padre le había enseñado tres idiomas ya.

Agarradas de la mano subimos hasta una de las habitaciones de invitados donde el tipo que descubrí se llamaba Ulice saco todo lo que tenía en su maleta.

–¿Puedo cortarme el flequillo? –Me pregunto Gaia sentada frente al espejo del lavamanos.

Lo sopesé en poco, bueno, no lo pensé. A mi padre le daría un mini infarto, Nicolás la alagaría como siempre y a mí me encantaba fuera como fuera.

–Por supuesto.

Ulice se puso manos a la obra con ella. Ya a mí me había alisado el cabello y arreglado las uñas, lo único que me hacía falta era el maquillaje.

Recibí un mensaje de Tom.

Mensaje de Thomas a Aprill. 6:57
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