33. Humillaciones mortales
La señora Kate estaba más atrás, avergonzada, en cierto modo, yo también. Mi papá estaba a punto de echar humo por las orejas cual toro embravecido.

–¡¿Qué m****a haces?!

Entro en la habitación, empotrándome contra el primer mueble que nos topamos. El golpe en mi espalda fue tan fuerte que me dejo sin aire.

–Papá.

Gimotee cuando su mano envolvió mi cuello, apretando con fuerza. Me dio una cachetada y alzo la mano para darme otra, pero me lo quitaron de encima de un manotazo.

Nicolás lo arrincono contra la pared, con la misma fuerza con la que él me había tratado. Aun en trance y recuperando el resuello, escuchaba sus gritos embravecidos.

La señora Kate me ayudo a levantarme. Me sentía la mejilla arder y la espalda me palpitaba allí donde me había dado con la punta del mueble.

Levante la cabeza. Vi a mi padre sangrando por la nariz ladrándole a Nicolás.

–Es una puta, ¿para que la quieres?

Me dolieron sus palabras.

–Vuelve a abrir esa boca tuya y va a ser lo último que salga de
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