Aterrizamos en Londres antes del mediodía. El clima frezco, comúnmente nos recibió, golpeándome con la notable diferencia del clima siempre cálido de la costa colombiana. Baje la escalerilla cubriéndome lo ojos con unas gafas de sol para ocultar mis ojos hinchados y grandes ojeras por pasarme la noche llorando por un recuerdo que se mezclaba con el presente. En el asfalto había un carro negro que no logre reconocer ya que no había alquilado ningún vehículo y mi padre nunca me recogía o mandaba a alguien a hacerlo. Me despedí del asistente de vuelo y me encaminé al auto. La puerta delantera se abrió, mostrado a quien venía al mando. Las piernas me flaquearon y mis ojos se empañaron detrás de las gafas de sol. Saco una cazadora de cuero junto con él y volteo a verme. No necesite una invitación para lazarme a sus brazos. Me recibió con los brazos abiertos, recibiendo el impacto de mi cuero colisionando con el suyo sin tambalearse ni emitir sonido alguno. Simplemente me envolvió entr
–El encargado de dejarlas como un par de Diosas, bellísima. –Su acento italiano resaltaba claramente por encima de su inglés–. ¿Dónde está su habitación? ¡No tenemos tiempo! –Justo arriba. –Contesto Gaia en un italiano fluido. –¡Bellísima! El tipo dio palmadas en el aire, sorprendido y deleitado. Gaia me choco los cinco. A sus ocho años mi padre le había enseñado tres idiomas ya. Agarradas de la mano subimos hasta una de las habitaciones de invitados donde el tipo que descubrí se llamaba Ulice saco todo lo que tenía en su maleta. –¿Puedo cortarme el flequillo? –Me pregunto Gaia sentada frente al espejo del lavamanos. Lo sopesé en poco, bueno, no lo pensé. A mi padre le daría un mini infarto, Nicolás la alagaría como siempre y a mí me encantaba fuera como fuera. –Por supuesto. Ulice se puso manos a la obra con ella. Ya a mí me había alisado el cabello y arreglado las uñas, lo único que me hacía falta era el maquillaje. Recibí un mensaje de Tom. Mensaje de Thomas a Aprill. 6:57
Mientras Nicola llegaba, me cole a la habitación de Gaia. Estaba sentada en el centro de la habitación con su teléfono en la mano. Odiaba que tuviera ese maldito aparato, pero nos ayudaba a comunicarnos cuando yo me encontraba en la otra punta del continente. –Nicolás vendrá por nosotras. –Le dije, sentándome a su lado. La falda hizo un bulto a mi alrededor. La aplane con las manos. –¿El abuelo se enojó? Asentí con la cabeza. No pensaba ocultarle lo evidente, mi padre se enojaba por todo lo que yo hacía. –Siempre se enoja. –Gaia se encoge de hombros–. ¿Puedo llevar la corona? Nicolás me mataría si le dijera que no. –Por supuesto. Te ves hermosa con ella puesta. –Como siempre. Me eche a reír ante su descaro y la observe levantarse de mi lado e ir al espejo donde empezó a modelar y a tirar besos. –Matt dice que no soy hermosa, pero sí que lo soy. –¿Quién es Matt? –Un chico de la escuela, mamá. Me miro por el reflejo del espejo, con las manos en la cintura. Deje de pensar en
–Quería bailar con él y pasarla bien. Nicolás se relajó, le dio un toquecito en la nariz y se enderezo. Fue mi turno para que me diera un abrazo. La apreté con fuerza. –Te amo, pequeña. –Yo también, mami. ¿Podía existir mejores palabras que esas? No lo creía en absoluto. Los altavoces anunciaron que la cena seria servida, así que nos dirigimos a la mesa delantera, la más grande. Nuestros nombres estaban juntos, con Gaia a mi lado y Nicolás al otro. Vi que el nombre de mi padre estaba delante de mí y el de Kiara. Los padres de Nicolás también estarían en la mesa. Aquella combinación no podía ser peor. Dos familias que se odiaban y unos hijos que se querían y compartían sangre en el pequeño ser a mi lado. Yo como la oveja negra que me había involucrado con el enemigo y la persona que le había arrebatado la vida del hijo de la pareja Ferria. Me sentía crucificada entre las miradas que me lazaban y atine a rodear a Gaia con mi brazo cuando bajo la mirada, incomoda por el escrutinio d
No recuerdo haberme aprendido el camino que me llevaba a casa de los Ferria, pero no me fue complicado llegar a su urbanización llena de casas resplandecientes. Todo muy distinto a la mansión recóndita de mi padre, pero claro, ellos no intentaban esconder a sus hijos en sus casa. Mientras a los chicos Ferria los llevaban a Disney a conocer a sus príncipes favoritos a mí me hacían cocinarle a mi padre sin tener ni idea de lo que hacía en la cocina. Estaciones frente a la única casa con las luces encendidas, recordaba aquel jardín lleno de calas y rosas. Me gire hacia Gaia quien pese a la hora no se le veía rastros de sueño. -¿Sabes quienes viven aquí? Miro a su alrededor. Sus ojos se abrieron con sorpresa. -La casa de los papas de mi tío. -Tus abuelos, cariño. Ella asintió. No la obligaría a llamarlos por un título que ellos no se merecían. Habían pasado de mi hija como si no existiera. Me baje y la ayude a ella. La tome de la mano y caminamos hasta que una figura alta y musculos
A la mañana cuando me desperté me encontraba sola en la amplia cama. El lado donde habían dormido Nicolás y Gaia estaba pulcramente ordenado. Eran un par de obsesionados. Me bañé y vestí en su baño con la misma ropa del día anterior. Llame a Gabriel con las ultimas noticias. –Kauffman al teléfono. –Habla la funeraria. Usted ha mandado a pedir un cajón, ¿Dónde se lo hago llegar? Soltó una risa. –¿Qué quieres Hope? –Escuchar tu melodiosa voz, ¿Qué más si no? –Habla de una puta vez, algunos trabajamos. –¿Noticias? –Muy pocas. Los ciudadanos fallecidos enlazados a ti han sido declarados por fin en defunción, así que eres libres de ellos. Solo nos queda Forcen y el otro tipo. Encontrarlo ya no parece un juego de niños, sabe camuflar su información. «En las tinieblas, pero nunca oculto» –Sigo detrás de él. Por otro lado, Eva consiguió entrar como representante, no hemos podido quitar a los que ya tenías, pero con ella allí las cosas van a cambiar. Es lo único que tengo por ahora.
La señora Kate estaba más atrás, avergonzada, en cierto modo, yo también. Mi papá estaba a punto de echar humo por las orejas cual toro embravecido. –¡¿Qué m****a haces?! Entro en la habitación, empotrándome contra el primer mueble que nos topamos. El golpe en mi espalda fue tan fuerte que me dejo sin aire. –Papá. Gimotee cuando su mano envolvió mi cuello, apretando con fuerza. Me dio una cachetada y alzo la mano para darme otra, pero me lo quitaron de encima de un manotazo. Nicolás lo arrincono contra la pared, con la misma fuerza con la que él me había tratado. Aun en trance y recuperando el resuello, escuchaba sus gritos embravecidos. La señora Kate me ayudo a levantarme. Me sentía la mejilla arder y la espalda me palpitaba allí donde me había dado con la punta del mueble. Levante la cabeza. Vi a mi padre sangrando por la nariz ladrándole a Nicolás. –Es una puta, ¿para que la quieres? Me dolieron sus palabras. –Vuelve a abrir esa boca tuya y va a ser lo último que salga de
Nicolas Ver a Aprill callada y decaía me traía atado a la calle de la violencia. Me sentía animal, salvaje, con ganas de sangre y no precisamente de cualquiera. Su padre jamás había sido una persona que me agradara ver, ahora era mejor que ni se atreviera a aparecer porque la poca consideración que le tenía por ser el padre de la mujer que amaba se esfumaría. Aprill sufriría si le pasaba algo, pero sufría más teniéndolo en su vida. Sin el maldito viejo vivo, ¿cuantos problemas se ahorraría? Tantos que era mejor que no me empecinara con la idea porque sería malo, muy malo. Levante a Aprill de la tina en la que nos habíamos metido. La llevé hasta el lavamanos y la senté sobre la superficie plana. Abrí los cajones, buscando una pomada para los golpes que mamá había dejado aquí alguna vez. Cuando por fin la encontré, me unte el dedo y se lo pase por la mejilla donde tenía la mano de su padre pintada. La rabia volvió a resurgir, brotando como un volcan en erupcion, enojado con él por te