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Theo esperó durante unos minutos arriba del carro. Parecía que Adam no aparecería y por varios minutos el hombre de ojos verdes se preguntaba si realmente su mejor amigo le haría eso. Lo  necesitaba ahora y él parecía no querer llegar. La cabeza de Theo daba vueltas, una y otra vez mientras sus pensamientos viajaban desde las ideas más sangrientas hasta los pensamientos más puros.

Él volteó al escuchar los pequeños golpes en la ventana de su auto. Los ojos azules de Adam se clavaron en él y luego voltearon hacia el interior del auto, asegurándose de que su compañero estuviera completamente solo. Observó el gran arma plateada sobre el asiento y abrió la puerta. A  Adam no se le hacía extraño el hecho de ver a Theo armado.

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