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Theo cerró la carpeta que mantenía entre sus manos y entró a la cabaña con la carpeta en manos. Cerró la puerta tras de él y tragó saliva para después dejar caer la carpeta sobre la pequeña mesa del recibidor. Adam lo observó por unos instantes y prefirió guardar silencio al ver los ojos rojos de Theo. Obviamente había llorado y no quería cuestionarlo acerca de cómo se sentía. Sabía que era difícil la situación y sabía que incluso un hombre tan duro como Theo podría romperse en cualquier momento.

—¿Quieres huevos?— preguntó Adam mientras tomaba un sartén que colgaba en la pared de la cabaña. Theo se pasó las manos por el cabello y observó fijamente al chico para luego asentir y acercarse a él.

—Déjame ayudarte.

—No hay mucho que hacer, solo son h

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