Emir Durante el trayecto a casa, mis pensamientos revoloteaban como mariposas en un jardín. Reflexioné profundamente sobre cada posible pregunta que ella pudiera formular, deseando estar preparado para ofrecer respuestas claras y reconfortantes. No sabía con exactitud qué dudas rondaban en su mente, pero debía anticiparme, mantenerse un paso por delante. Esta señorita de temperamento indomable era increíblemente perspicaz y no podía permitirme dudar al contestarle.Mientras el auto avanzaba, sentí una mezcla de nerviosismo y esperanza. Quería que se sintiera bienvenida, que supiera que este lugar, aunque extraño para ella, podía convertirse en su hogar. Todo en casa estaba meticulosamente preparado para su llegada. La recámara destinada a ella había sido cuidadosamente adornada, sus pocas pertenencias dispuestas con esmero, como si fueran tesoros.Con la ayuda de mi madre, había añadido algunas cosas más a su clóset, pequeños detalles que esperaba le trajeran comodidad y un sentido d
De nuevo, me encontraba sola en este cuarto inmenso y silencioso, rodeada de cosas que parecían vacías y sin vida. El eco de las voces resonaba en las paredes, recordando la soledad que me envolvía. Me sentía culpable por lo que había hecho, por las palabras que había pronunciado sin pensar, por el dolor que había causado. Empecé a reflexionar sobre cada palabra, cada gesto, cada mirada que había intercambiado con él.Me di cuenta de que había sido demasiado grosera, demasiado tajante, y tal vez había tocado una fibra sensible en él. Pero, ¿por qué tenía que aceptar todo lo que decía sin cuestionarlo? ¿Por qué tenía que creer que era la verdad absoluta? Él había estado en el hospital conmigo, pendiente de mí, y ahora me había traído a su casa porque se preocupaba por mí. Al menos, eso era lo que percibía. No creía que alguien hiciera eso por alguien a quien no apreciaba o no sentía algo bueno hacia ellos.Sus palabras resonaban en mi mente: 'Él solo era mi jefe, pero no por decisión s
Emir Mi mirada se desvanecía en el vacío, absorbida por mis pensamientos. Ella era el centro de mi atención, su mirada dulce y sus labios delicados me habían hechizado. Cada paso que daba me acercaba más a su habitación. Llamé a su puerta con suavidad, pero no obtuve respuesta. Abrí la puerta con cuidado y la vi dormida, serena y tranquila. Las palabras de nuestro encuentro anterior resonaban en mi mente. No podía culparla por su reacción, era comprensible. Me quedé allí, observándola, perdido en mi admiración. Su presencia me llenaba de calma y serenidad. Me sentí atraído por su belleza y su encanto. Su rostro era un reflejo de la paz y la tranquilidad. Me sentí afortunado de poder contemplarla en ese estado. Mi corazón latía con fuerza, y mi alma se sentía completa. La luz del amanecer se filtraba por la ventana, iluminando su rostro. Era un momento perfecto, un momento que nunca olvidaría. Mi amor por ella crecía cada segundo, cada minuto, cada hora.Bajé al recibidor, donde t
AnaMe encontraba sentada junto a Emir en el jardín, rodeada de la serenidad de la noche. La luz de las estrellas iluminaba su rostro, revelando una expresión de profunda preocupación. Su ceño fruncido y sus ojos bajos me indicaban que algo lo atormentaba. Me sentí inquieta, sin saber qué podía ser, y no me atrevía a preguntar.Para romper el silencio, decidí tomar la iniciativa. —¿Qué le pasó a mi familia?— pregunté, mi voz apenas audible.Emir levantó la mirada, sus ojos se encontraron con los míos y respondió en voz baja.—No sabría responder... por qué no lo sé—. Su mirada volvió a las estrellas, como si buscaran respuestas en el firmamento.Me aflijí al escuchar sus palabras. —Tú... eres huérfana y nunca fuiste adoptada, por lo que siempre has estado sola—. La verdad me golpeó como un rayo, dejándome sin aliento.—¿Dónde estaba viviendo antes del accidente?— pregunté, mi curiosidad y preocupación por mi pasado me impulsaban a seguir investigando. —Supongo que tenía un lugar don
Emir.No podía apartar mis ojos de ella. Su belleza era hipnótica, incluso en su estado vulnerable. Me sentía responsable por lo que le había sucedido, pero no me arrepentía. Si no fuera por ese accidente, ella no estaría aquí conmigo, confesando que me gustaba. Me sorprendía la forma en que mi corazón latía con fuerza cada vez que la miraba.Después de nuestra charla, la llevé de nuevo a su alcoba, esta vez entre mis brazos, y subí las escaleras hasta dejarla cómoda en su cama. Su mirada se encontró con la mía, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Me detuve un momento, admirando su rostro delicado y sus labios suaves.Horas después, me encontraba sumergido en una montaña de papeles y reuniones en mi oficina, pero algo seguía presente en mi mente. Llamé a mi secretaria, Ranias.— Ven, Rania— le dije por teléfono, tratando de sonar lo más natural posible.Ella se plantó frente a mí al instante, con su habitual eficiencia.— Dígame, señor Emir — respondió con su voz suave y profes
Al entrar, la vi sentada con un libro de arquitectura en la mano, su rostro reflejando la lucha interna que libraba para comprender las palabras y conceptos que antes le eran familiares. Su mirada estaba fija en la página, pero su expresión delataba la confusión y la desorientación que la embargaba. De pronto, un suspiro de frustración se escapó de sus labios, un bujido que parecía decir: 'No entiendo'. Su mano se movió nerviosamente sobre la página, como si tratara de descifrar el código secreto que se le negaba, un código que antes conocía tan bien. Frente a ella, la pantalla de la tele emitía una luz tenue, con el volumen bajo, emitiendo un murmullo constante que parecía un susurro lejano. Me pregunté por qué habría encendido la tele, pero no parecía prestarle atención. Su mirada estaba fija en el libro, como si tratara de encontrar algo que se le había perdido.Me acerco a ella con pasos silenciosos, sin que se percate de mi presencia. Mis manos se posan suavemente sobre las suy
Me quedé pensando en todo lo que había pasado mientras caminaba de un lado a otro en el jardín, tratando de procesar mis pensamientos. La coincidencia de que Ana (Emilly) no hubiera abordado el avión, el accidente, nuestra conexión... era demasiado para ser solo una casualidad. Sentí un escalofrío al pensar que si no fuera por todo lo que había sucedido, Ana (Emilly) estaría muerta en este momento. Pero estaba viva, y estaba conmigo. El sol comenzaba a ocultarse, lanzando un cálido resplandor sobre el jardín. Me detuve frente a una fuente, escuchando el suave sonido del agua que caía. Era como si el destino me estuviera susurrando algo, pero no podía descifrar el mensaje. Me acerqué a un banco y me senté, rodeado de flores y árboles que parecían danzar con la brisa. Cerré los ojos y respiré profundamente, tratando de calmar mi mente. Pero no podía sacar de mi cabeza la sensación de que todo esto era una señal, una revelación de que Ana (Emilly) y yo estábamos destinados a estar jun
Ciudad de México, México. Arthur. Habían transcurrido varios días desde que Ana se embarcó en su viaje, y el silencio que rodeaba su ausencia comenzaba a pesar sobre mí. Aunque sabía que era una mujer capaz y autosuficiente, no podía evitar sentir una creciente preocupación por su seguridad.Me repetía a mí mismo que no debía alarmarme, que probablemente estaba disfrutando de su viaje y simplemente no tenía cobertura en su celular para llamarme. Pero había algo dentro de mí que no me dejaba tranquilidad, una sensación difusa que me hacía sentir que algo no estaba bien.Sabía que su vuelo de regreso estaba programado para llegar en cualquier momento, así que solo tenía que estar atento a mi teléfono y esperar su llamada. Pero mientras esperaba, mi mente no podía dejar de vagar. Me preguntaba qué estaría haciendo en ese momento, si estaría disfrutando de su viaje, si estaría pensando en mí.Estaba sentado en el sofá, viendo un partido de fútbol para distraerme, pero mi mente seguía va