Amiga

—¡Ay! —gritó Maddie sorprendida, apartándose inmediatamente.

—¿Estás bien? —preguntó Leo preocupado, que también había sentido el choque eléctrico, pero olvidó el malestar para enfocarse en su adolorida anfitriona.

—Sí, ¿qué fue eso? —contestó la joven aturdida, mientras observaba a su alrededor para descubrir la causa del choque eléctrico.

—Al parecer nos electrocutamos —respondió Leo, que también dirigió la mirada al piso para determinar lo que originó la descarga—. Pero, es extraño, ya que no hay algún cable o dispositivo que transmita la energía eléctrica.

Al no encontrar la causa, Maddie decidió irse a la sala para sentarse en el sofá con tal de tomar aliento, mientras Leo se quedó en la puerta mientras la miraba con preocupación. 

En ese momento, Maddie volteó a verlo y notó que el chico lució demasiado afligido, así que sonrió para tratar de calmarlo.

—¡Ey! Tranquilo, ya pasó —respondió mientras extendía su mano para invitarlo a pasar—. Entra y toma asiento mientras esperamos a tu papá. 

Esta proposición hizo que Leo se congelara, ya que era la primera vez que estaría solo en una misma habitación con una chica.

—¡Oye! No muerdo, acércate —insistió Maddie, que no aceptaba un "no" por respuesta.

—Estoy bien aquí, gracias —respondió Leo con timidez, evitando mirarla a los ojos.

—¡Ven! O quieres que vaya por ti —ordenó con malicia. 

Esto provocó que las mejillas del chico pelirrojo ardieran de vergüenza, que por un momento dudó antes de hacer caso a la petición de Maddie. 

Cuando al fin se decidió, sus nervios lo traicionaron, provocando que sus pies tropezaran con la alfombra y cayera frente a Maddie. 

Al ver que Leo caía pesadamente, Maddie se sorprendió tanto, que se levantó rápidamente para ayudarlo.

—¡Oh por Dios! ¿Estás bien? —gritó asustada.

Esta situación avergonzó tanto a Leo, que en su desesperación trató de mantener su rostro escondido para evitar mirarla. Sin embargo, la hermosa anfitriona reaccionó rápido, tomándolo de los brazos, contacto que dejó en blanco su mente.

Por un momento, Leo se perdió en el hermoso rostro de Maddie, que era igual de precioso que el de la waifu de su videojuego favorito "Liga de Guerreros". 

En cambio, Maddie estaba tan preocupada, que no se fijó que el chico pelirrojo estaba embelesado mirándola, y solo se enfocó en revisar que este no hubiera sufrido daño. Mientras hacía esto, comenzó a preguntarle con desesperación.

—¿Estás bien? ¿Te hiciste daño?

Las preguntas de la chica hicieron que Leo saliera de su ensoñación y volviera a avergonzarse por su actitud torpe.

—No —respondió desviando la mirada.

—¿No qué? ¿Estás herido? Vi que la caída fue muy fuerte —insistió Maddie.

—No te preocupes, no me pasó nada —reiteró nerviosamente.

—¡Uf! —suspiró de alivio la joven trigueña, para después comentar con fastidio—. Definitivamente esa alfombra es peligrosa, quienes me visitan por primera vez siempre tropiezan con ella. Es mejor que la cambie.

—¡No! No es necesario —exclamó Leo apenado, pero luego desvió la mirada para ocultar su cara de vergüenza.

Al ver que el chico que tenía enfrente se comportaba como un inocente niño, Maddie tuvo un sentimiento extraño. Aunque en un principio quería acercarse a él para convertirlo en su siguiente conquista, desde ese momento supo que él era completamente diferente a otros hombres con los que había estado. Entonces pensó que debía cambiar la estrategia y ser cautelosa con él.

—No te preocupes, no la cambiaré —sonrió para tranquilizarlo—. Bueno, veo que tu papá está tardando mucho, ¿qué te parece si platicamos en lo que esperamos?

—Oh... está bien —contestó el chico pelirrojo, que trataba de mantener la distancia con Maddie. 

—Por cierto —señaló la chica risueña—, no me has dicho tu nombre. Tú sabes el mío, me gustaría saber cómo te llamas.

Sorprendido por la pregunta, Leo sintió que su corazón latía con emoción y los músculos de su garganta se atoraron. Entonces tosió para tratar de calmarse.

—Cof... cof... Me llamo Leonard.

—Leonard… —repitió Maddie pensativa—, es la primera vez que conozco a alguien con ese nombre. ¡Me gusta! Y creo que es perfecto para ti. Supongo que debajo de esa gorra hay una maravillosa melena rojiza... —señaló Maddie mientras tomaba por sorpresa a Leo al quitarle la gorra, revelando su melena pelirroja.

El chico quedó congelado ante tal movimiento, mientras que la atrevida joven quedó impactada al ver la cabellera rojiza que se perdía entre la barba tupida de Leo. 

Luego de un instante, se dio cuenta de que los ojos tristes de Leo revelaban la razón por la que mantenía oculta su melena. En ese momento sintió un enorme deseo de ayudarlo a recuperar su autoestima destruida. 

—¡Wow! Pareces un león, ¿alguien te lo había dicho antes? —trató de alabarlo con una sonrisa amigable.

Al escuchar esto, Leo no pudo articular alguna palabra y solo giró su rostro para señalar que su respuesta era no.

—¡Oh! Supongo que esta gorra era para ocultar tu hermoso cabello, pero creo que no es necesario. Incluso si vistieras con una camisa de cuadros roja con pantalones de mezclilla, podrías hacer el cosplay de un leñador —aseveró Maddie en un tono gracioso, mientras trataba de desviar la atención y relajar al temeroso chico que tenía enfrente.

Sin embargo, al ver que este no reaccionaba, intentó hacer un último movimiento para evitar que Leo volviera a su caparazón.

—¡Oye! ¿Y si brindamos por nuestro primer encuentro con una cerveza?

—Lo siento, no me gusta —respondió fríamente Leo, levantándose del sillón y acercándose a la puerta—. Continuaré con mi trabajo, no tarda y llega Jacob.

El repentino cambio de actitud de Leo sorprendió a Maddie, por lo que intentó disculparse y recuperar la atención de Leo.

—Perdón, no quería ofenderte. ¿Te parece si comenzamos de nuevo?

Esto último hizo que Leo se detuviera. Su mente estaba tan confundida, que luego de pasar por ese mal rato, solo pensaba en terminar el trabajo y no volver a saber más de esa mujer que parecía tener intenciones de burlarse de él. 

Por su parte, Maddie se sentía avergonzada por haber actuado de esa manera, así que se dirigió a él para restablecer la relación que apenas comenzaba a nacer.

—Si me perdonas, ¿podríamos ser amigos?

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