"Me gusta 'Armas y Rosas', realmente me encanta ese grupo", escribió Maddie despreocupadamente, aunque en realidad apenas conocía unas cuantas canciones de la banda. Después de esto, suspiró con nostalgia para recordar con cuántos chicos se había acostado y que entre sus hobbies estuviera el tocar algún instrumento, o por lo menos tuvieran algún tipo de interés musical. Luego de contabilizar a sus amantes, se dio cuenta de que siempre terminaba enredada con sujetos bastante aburridos, por lo que el hecho de que Leo tuviera el gusto por la música y que además fuera un artista de la madera, lo volvía mucho más interesante que el resto de sus conquistas. Para ella atraparlo, significaba poder cerrar su proyecto con broche de oro. En el pasado, Maddie siempre pensó que pasaría su juventud conociendo a hombres y viajando. Realmente no tenía interés en formar una familia ni establecerse en ningún lugar, más bien se consideraba un alma errante, libre como el viento y eso le gustaba. Llegó
Leo estaba tan emocionado por charlar con Maddie, que no se percató de que ya era pasada la medianoche. Para él, esta experiencia era totalmente nueva y emocionante, debido a que en sus casi 30 años de vida jamás había entablado conversación con una chica por tanto tiempo, y mucho menos con una que manifestara tanto interés en conocerlo. Para un chico como él, sin experiencia sobres las cuestiones de citas y las señales que dan las mujeres que están interesadas en los hombres, esta situación le resultaba demasiado desconocida, por lo que solo podía tantear el terreno, a riesgo de morir en el intento. Del otro lado de la “línea”, Maddie estaba tan fascinada con la naturalidad e inocencia de los mensajes que el chico pelirrojo le enviaba, que su excitación aumentaba conforme hablaba con él, así que decidió ser más directa con sus proposiciones. "Eres bastante interesante, ¿te gusta el café? Realmente me gustaría salir en una cita contigo", propuso la atrevida joven sin dar mayores r
*ADVERTENCIA: El siguiente capítulo relata contenido erótico no apto para audiencias menores de 18 años. Se recomienda discreción. En el momento en que le propuso salir en una cita, Maddie notó que Leo había visto el mensaje, pero no le respondió inmediatamente. —¡Vaya! Creo que dejé sin palabras a ese chico, como para que no me conteste —pensó en voz alta mientras miraba con detenimiento el chat. Conforme pasaron los minutos, Maddie comenzó a sentirse desesperada por no obtener una respuesta. En ese punto, resopló su frustración ante el hecho de que Leo era demasiado descortés por dejarla en visto e inmediatamente se culpó por generar falsas expectativas de alguien como él. —¡Ash! ¿Acaso herí su orgullo al invitarlo a salir? ¡Es muy absurdo que se comporte tan digno por algo así! Definitivamente, soy una tonta por pensar que un sujeto así sería diferente a otros hombres. ¡Realmente están cortados con la misma tijera! —se quejó, mientras se disponía a realizar su rutina facial. Qu
Maddie estaba tan emocionada con la cita, que terminó rápidamente con su jornada laboral para tener tiempo de arreglarse antes de encontrarse con Leo. Fue así que tras apagar la computadora, se levantó con la intención de dirigirse al baño. Antes de tomar sus cosas, una de sus compañeras la detuvo. —¡Uy! ¿Por qué tanta prisa? —cuestionó con curiosidad. —Tengo una cita con un lindo chico, así que necesito arreglarme para robarle el corazón —respondió la atrevida joven. Este intrépido comentario no sorprendió al resto de sus compañeras, que se miraron entre sí, mientras que otra le dijo en tono de broma. —¡Vaya! ¿Tan pronto olvidaste al insufrible ex que te molestaba en la oficina? —¡Ni me lo recuerdes! —respondió Maddie con nerviosismo—. De solo escuchar algo sobre él me pone la piel de gallina y me trae mala suerte. Su respuesta causó gracia entre sus colegas, que después de jugarle otras bromas, le echaron porras para que la cita sea un éxito y al fin pueda encontrar a un hombre
«Buena jugada chico virgen», pensó maliciosamente Maddie, que, motivada por la respuesta ambigua de Leo, retomó su actitud retadora y así ponerlo en jaque. —Entonces, eso quiere decir que soy la primera chica con la que sales —atacó mientras lo miraba de manera coqueta. Este señalamiento causó que el inocente chico se atragantara, ya que no esperaba ser descubierto tan fácilmente. Ante esta situación peligrosa, intentó pensar en una respuesta que no mostrara su estupidez frente a la hermosa Maddie, pero sus nervios le impidieron pensar con claridad. Al ver que nada sacaba con hacerse el interesante, no le quedó de otra que confesar que era un chico novato en las relaciones. —Sí, eres la primera —contestó un tanto avergonzado. En el momento en que cruzó con la mirada sincera de Leo, Maddie sintió como si un tsunami hubiera impactado su corazón y desarmado las barreras que impedían la entrada de cualquier sentimiento. En ese punto, sintió una mezcla de conmoción y miedo al estar fr
Al salir de la cafetería, Maddie estaba acostumbrada a colgarse del brazo de sus conquistas, por lo que Leo no fue la excepción y rápidamente se pegó a él. Esto tomó por sorpresa al tímido muchacho, que su rostro se tornó rojo ante el íntimo contacto. —¿Qué pasa? ¿Te sientes incómodo? —preguntó la chica atrevida, que en el fondo disfrutaba poner en aprietos al chico virgen. —¡No! —respondió Leo rápidamente—. No tengo problema en que estés a mi lado. —¿Seguro? —cuestionó Maddie, mirándolo con seriedad—. Si te sientes incómodo, me puedo apartar. —¡No es necesario! —insistió el chico pelirrojo—. La verdad, eres la primera chica que se acerca a mí de esta forma, así que por eso me siento un poco extraño. Esta inocente declaración sacudió a la chica liberal, que por un momento se sintió culpable por intentar corromper a un alma tan pura. Sin embargo, dejó a un estos pensamientos y continuó con su plan de conquista número 50. Después de esto, ambos continuaron caminando al estacionam
Basada en su experiencia, el método que había aplicado con Leo era infalible, ya que había funcionado en la mayoría de los chicos con los que había salido, por lo tanto, estaba muy segura de que luego de atacar con ese atrevido beso cerca de los inocentes labios, el chico pelirrojo aceptaría inmediatamente su tentadora invitación. Fue así que, tras lanzar el ataque, Maddie sonrió de manera coqueta y esperó confiada la respuesta afirmativa. En tanto, Leo estaba con la guardia baja cuando fue besado por esa chica hermosa, que en ese momento se congeló y su mente se volvió un caos difícil de procesar. «¿Qué acaba de pasar? ¡Rayos! ¿Me besó? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué pretende con eso? ¿Acaso le gusto?», fueron los pensamientos que azotaron el cerebro del introvertido muchacho, que debido a la impresión no escuchó lo último que le dijo Maddie. Como el tímido chico no respondía, Maddie se preocupó al pensar que había cometido un error al practicar un movimiento tan peligroso en alguien co
Tras dejar a Maddie, Leo condujo en automático hasta que llegó a su casa. Como estaba tan deprimido por su “fallida cita”, al entrar, subió de inmediato a su habitación, sin percatarse de que su padre lo esperaba en la sala para preguntar cómo le había ido con la “clienta”. Al notar la evasiva actitud de su hijo, Jacob supuso que las cosas no habían salido tan bien como esperaba. Aunque pensó ir con él para consolarlo, prefirió dejarlo solo para que él pudiera desahogarse. Por otro lado, el chico pelirrojo cerró la puerta con demasiada fuerza e inmediatamente se derrumbó en la cama, enterrando su cara en la almohada. Se sentía tan agotado físicamente y mentalmente, que en ese momento solo deseaba desaparecer de la faz de la tierra. Maddie le había ofrecido la oportunidad de su vida y él solo se comportó estúpidamente. Luego de varios minutos de lamentarse mentalmente, se levantó perezosamente para desvestirse y así no tener que recordar más la fallida cita. Sin embargo, cuando pasó