Este cuestionamiento dejó atónito a Jonathan, que por un momento se quedó sin palabras, sin embargo, al poco rato se recompuso y respondió interrogativamente. —¿Por qué preguntas esto? Claire lo miró fijamente y volvió a preguntar. —¿Ya la perdonaste? Digo, sé que ella actuó mal y tú no aceptaste como terminaron las cosas, pero después de lo que pasó con Leonard, te marchaste así sin más. Ante esto, el hombre sonrió con amargura y respondió. —Tienes razón, no he olvidado a Maddie, pero aprendí que debo sanar primero antes de poder comenzar una nueva relación. —¿Cómo? ¿Acaso estás pensando en pasar de página? —preguntó Claire sorprendida. —Sí, hace mucho tiempo comprendí que mi relación con Maddie jamás iba a funcionar, porque cuando empecé a salir con ella tampoco había cerrado el ciclo con mi fallido matrimonio. Tal confesión consternó bastante a Claire, ya que no esperaba que ese hombre realmente admitiera su error. Entonces volvió a preguntar. —Entonces, ¿quieres decirm
—Érase una vez un niño cuya cabellera era bastante rojiza. Todos en la escuela se burlaban de él al decirle que era una “zanahoria”, lo cual hacía llorar al niño. El único consuelo que tenía era quedarse en el taller de su padre, donde aprendió a fabricar muebles maravillosos, tan finos y delicados, que muchas personas en la ciudad venían al taller, interesados en conseguir uno de ellos. Con el tiempo, el chico creció y se volvió en un apuesto hombre, pero debido al miedo de ser rechazado por los demás, prefirió esconderse bajo una apariencia desaliñada. Hasta que un día, un hada le hizo salir de su cueva y le compró ropa nueva. El chico, con su nueva apariencia, se sintió más confiado y empezó a hacer cosas nuevas, hasta convertirse en un… —¡Caballero rojo! —interrumpió una pequeña pelirroja de cuatro años. —¿Qué? ¿Ahora tú vas a contar el cuento? —reclamó Claire fingiendo indignación. —¡No, mami! Es que esa es mi parte favorita de la historia, ya que el muchacho se parece a mi cab
En una finca ubicada a las afueras de la ciudad, Maddie se encontraba estresada lidiando con la organización de la boda, ansiosa por tener todo listo antes de la ceremonia. —¿Qué pasó con las flores? ¡Hace rato pedí que las acomodaran en su sitio! —preguntó severamente. —Lo siento, señorita Scott. Justo acaban de llegar —respondió uno de sus ayudantes. —¡Por favor! Apúrense a colocarlas, ya pronto llegarán los invitados y esto tiene que estar listo —ordenó con agitación, para luego dirigirse a los chefs—. ¿Ya tienen la comida? —Justo acabamos de acomodar el bufé —respondió diligentemente el chef principal. —Muchas gracias, por favor, mantengan todo caliente para cuando los invitados pasen a comer. —Sí, señorita. Después de esto, Maddie se dirigió al bar, para comprobar las bebidas, y posteriormente fue con los músicos. Como se la había pasado dando vueltas desde la mañana, no había tenido tiempo de ver a los novios ni mucho menos tomar un descanso. Aprovechando un instante en el
Antes de que las puertas se abrieran, Mike se sentía bastante ansioso por ingresar. Leonard notó su inquietud y le dijo con una expresión divertida. —¿Qué pasa doctor Davis? ¿Acaso tiene miedo de casarse? —¡Qué dices! ¿Acaso tú no estás nervioso? —replicó el inquieto hombre. —No, estoy seguro de mi decisión y solo hago esto para formalizar con Claire nuestra relación —respondió Leonard con orgullo. Impresionado con la actitud tan madura de su amigo, Mike reviró. —¿Acaso te crees mejor que yo? Supongo que la convivencia con Claire te volvió más señor, ¿no? —Puede ser, ahora soy un hombre responsable y tengo una familia. —¡Ni siquiera esperaste a casarte para traer a otro niño! ¡Eso no es ser responsable! —regañó Mike. El pelirrojo alzó la ceja de ironía y replicó. —¿Qué dices? Tú también vas a tener un hijo. —¡Arg! ¿Por qué sacas eso a flote? ¡Me siento ansioso de solo pensar en la enorme responsabilidad que tendré cuando nazca! ¡No sé qué voy a hacer! Aún me falta terminar co
"¡Ey zanahoria! Dame tu almuerzo", "¡Qué asco! ¿Por qué eres tan anaranjado como una zanahoria?", "Zanahoria, pásame tu tarea"... Leo sufría por el desprecio de sus compañeros debido a su cabello casi naranja y su piel pecosa, al punto de que las chicas lo miraban con desprecio y los varones lo molestaban a cada rato llamándolo "zanahoria". Tan grande era el acoso que recibía en la escuela, que ni los maestros podían controlar las palabras despectivas con las que el pobre chico era señalado, de manera que el bullying que los alumnos ejercían contra él crecía exponencialmente. Esta terrible situación lo llevó a creer en esas crueles palabras, al grado de percibirse así mismo como un personaje animado mal dibujado. Lo que más odiaba eran sus cejas y pestañas, las cuales eran más rojizas que su cabellera. Cuando entró a la universidad fue más sencillo para él esconder su apariencia. Para asistir a las clases usaba todo tipo de gorras que ocultaran su cabello y vestía sudaderas holgad
Los ojos de Leo casi se salieron de su órbita al descubrir que la chica que acababa de llegar era idéntica a la que había visto en su sueño. De inmediato parpadeó para enfocar bien, pero no había duda de que era la misma persona. —¡Buenos días! ¿Ya está lista mi puerta? —preguntó la joven un poco agitada, dirigiéndose a Jacob. —Buen día, usted es Maddie Scott, ¿no? —contestó el padre de Leo con amabilidad. —Sí, soy yo, mucho gusto —respondió la joven risueña, mientras ofrecía su mano derecha a Jacob. —El gusto es mío, Jacob Brown, del taller de "Brown e hijo" —respondió el padre de Leo, mientras respondía al saludo de Maddie con una sonrisa—. Ya trajimos su puerta, ¿dónde quiere que la coloquemos? —¡Excelente! Podrían instalarla en lugar de esa puerta —aplaudió emocionada Maddie, al tiempo que señalaba la vieja puerta blanca que estaba en la entrada del inmueble—. La verdad ya está muy desgastada y no me gusta mucho. —Con mucho gusto, en un momento se la instalamos —dijo Jacob y
—¡Ay! —gritó Maddie sorprendida, apartándose inmediatamente. —¿Estás bien? —preguntó Leo preocupado, que también había sentido el choque eléctrico, pero olvidó el malestar para enfocarse en su adolorida anfitriona. —Sí, ¿qué fue eso? —contestó la joven aturdida, mientras observaba a su alrededor para descubrir la causa del choque eléctrico. —Al parecer nos electrocutamos —respondió Leo, que también dirigió la mirada al piso para determinar lo que originó la descarga—. Pero, es extraño, ya que no hay algún cable o dispositivo que transmita la energía eléctrica. Al no encontrar la causa, Maddie decidió irse a la sala para sentarse en el sofá con tal de tomar aliento, mientras Leo se quedó en la puerta mientras la miraba con preocupación. En ese momento, Maddie volteó a verlo y notó que el chico lució demasiado afligido, así que sonrió para tratar de calmarlo. —¡Ey! Tranquilo, ya pasó —respondió mientras extendía su mano para invitarlo a pasar—. Entra y toma asiento mientras espera
—¿Puedo ser tu amiga? —preguntó de nuevo Maddie. Esta propuesta dejó impresionado a Leo, que al momento su boca se abrió sin emitir sonido. Para él, era la primera vez que una chica se atrevía a pedirle ser su amiga de manera sincera, ya que siempre lo rechazaban por su aspecto y muchas personas le hicieron creer que era un fenómeno solo por ser pelirrojo. «¿Acaso tiene una apuesta por cumplir y yo soy su siguiente víctima?», pensó con desconfianza, manteniendo el silencio hermético que lo caracterizaba. En tanto, al ver que no obtenía respuesta, Maddie replicó haciendo una cara de puchero y cruzando los brazos. —¿Qué pasa? ¿Te incomoda ser amigo de una chica? —¡No! —exclamó Leo con contundencia. Esta respuesta sorprendió a Maddie, provocando que su expresión se congelara. Al notar que ella parecía asustada, el chico pelirrojo se sintió avergonzado por su actitud e intentó remediar las cosas. —¡No, no, no...! —exclamó desesperado—. Lo que sucede es que eres la primera chica qu