En una finca ubicada a las afueras de la ciudad, Maddie se encontraba estresada lidiando con la organización de la boda, ansiosa por tener todo listo antes de la ceremonia. —¿Qué pasó con las flores? ¡Hace rato pedí que las acomodaran en su sitio! —preguntó severamente. —Lo siento, señorita Scott. Justo acaban de llegar —respondió uno de sus ayudantes. —¡Por favor! Apúrense a colocarlas, ya pronto llegarán los invitados y esto tiene que estar listo —ordenó con agitación, para luego dirigirse a los chefs—. ¿Ya tienen la comida? —Justo acabamos de acomodar el bufé —respondió diligentemente el chef principal. —Muchas gracias, por favor, mantengan todo caliente para cuando los invitados pasen a comer. —Sí, señorita. Después de esto, Maddie se dirigió al bar, para comprobar las bebidas, y posteriormente fue con los músicos. Como se la había pasado dando vueltas desde la mañana, no había tenido tiempo de ver a los novios ni mucho menos tomar un descanso. Aprovechando un instante en el
Antes de que las puertas se abrieran, Mike se sentía bastante ansioso por ingresar. Leonard notó su inquietud y le dijo con una expresión divertida. —¿Qué pasa doctor Davis? ¿Acaso tiene miedo de casarse? —¡Qué dices! ¿Acaso tú no estás nervioso? —replicó el inquieto hombre. —No, estoy seguro de mi decisión y solo hago esto para formalizar con Claire nuestra relación —respondió Leonard con orgullo. Impresionado con la actitud tan madura de su amigo, Mike reviró. —¿Acaso te crees mejor que yo? Supongo que la convivencia con Claire te volvió más señor, ¿no? —Puede ser, ahora soy un hombre responsable y tengo una familia. —¡Ni siquiera esperaste a casarte para traer a otro niño! ¡Eso no es ser responsable! —regañó Mike. El pelirrojo alzó la ceja de ironía y replicó. —¿Qué dices? Tú también vas a tener un hijo. —¡Arg! ¿Por qué sacas eso a flote? ¡Me siento ansioso de solo pensar en la enorme responsabilidad que tendré cuando nazca! ¡No sé qué voy a hacer! Aún me falta terminar co
"¡Ey zanahoria! Dame tu almuerzo", "¡Qué asco! ¿Por qué eres tan anaranjado como una zanahoria?", "Zanahoria, pásame tu tarea"... Leo sufría por el desprecio de sus compañeros debido a su cabello casi naranja y su piel pecosa, al punto de que las chicas lo miraban con desprecio y los varones lo molestaban a cada rato llamándolo "zanahoria". Tan grande era el acoso que recibía en la escuela, que ni los maestros podían controlar las palabras despectivas con las que el pobre chico era señalado, de manera que el bullying que los alumnos ejercían contra él crecía exponencialmente. Esta terrible situación lo llevó a creer en esas crueles palabras, al grado de percibirse así mismo como un personaje animado mal dibujado. Lo que más odiaba eran sus cejas y pestañas, las cuales eran más rojizas que su cabellera. Cuando entró a la universidad fue más sencillo para él esconder su apariencia. Para asistir a las clases usaba todo tipo de gorras que ocultaran su cabello y vestía sudaderas holgad
Los ojos de Leo casi se salieron de su órbita al descubrir que la chica que acababa de llegar era idéntica a la que había visto en su sueño. De inmediato parpadeó para enfocar bien, pero no había duda de que era la misma persona. —¡Buenos días! ¿Ya está lista mi puerta? —preguntó la joven un poco agitada, dirigiéndose a Jacob. —Buen día, usted es Maddie Scott, ¿no? —contestó el padre de Leo con amabilidad. —Sí, soy yo, mucho gusto —respondió la joven risueña, mientras ofrecía su mano derecha a Jacob. —El gusto es mío, Jacob Brown, del taller de "Brown e hijo" —respondió el padre de Leo, mientras respondía al saludo de Maddie con una sonrisa—. Ya trajimos su puerta, ¿dónde quiere que la coloquemos? —¡Excelente! Podrían instalarla en lugar de esa puerta —aplaudió emocionada Maddie, al tiempo que señalaba la vieja puerta blanca que estaba en la entrada del inmueble—. La verdad ya está muy desgastada y no me gusta mucho. —Con mucho gusto, en un momento se la instalamos —dijo Jacob y
—¡Ay! —gritó Maddie sorprendida, apartándose inmediatamente. —¿Estás bien? —preguntó Leo preocupado, que también había sentido el choque eléctrico, pero olvidó el malestar para enfocarse en su adolorida anfitriona. —Sí, ¿qué fue eso? —contestó la joven aturdida, mientras observaba a su alrededor para descubrir la causa del choque eléctrico. —Al parecer nos electrocutamos —respondió Leo, que también dirigió la mirada al piso para determinar lo que originó la descarga—. Pero, es extraño, ya que no hay algún cable o dispositivo que transmita la energía eléctrica. Al no encontrar la causa, Maddie decidió irse a la sala para sentarse en el sofá con tal de tomar aliento, mientras Leo se quedó en la puerta mientras la miraba con preocupación. En ese momento, Maddie volteó a verlo y notó que el chico lució demasiado afligido, así que sonrió para tratar de calmarlo. —¡Ey! Tranquilo, ya pasó —respondió mientras extendía su mano para invitarlo a pasar—. Entra y toma asiento mientras espera
—¿Puedo ser tu amiga? —preguntó de nuevo Maddie. Esta propuesta dejó impresionado a Leo, que al momento su boca se abrió sin emitir sonido. Para él, era la primera vez que una chica se atrevía a pedirle ser su amiga de manera sincera, ya que siempre lo rechazaban por su aspecto y muchas personas le hicieron creer que era un fenómeno solo por ser pelirrojo. «¿Acaso tiene una apuesta por cumplir y yo soy su siguiente víctima?», pensó con desconfianza, manteniendo el silencio hermético que lo caracterizaba. En tanto, al ver que no obtenía respuesta, Maddie replicó haciendo una cara de puchero y cruzando los brazos. —¿Qué pasa? ¿Te incomoda ser amigo de una chica? —¡No! —exclamó Leo con contundencia. Esta respuesta sorprendió a Maddie, provocando que su expresión se congelara. Al notar que ella parecía asustada, el chico pelirrojo se sintió avergonzado por su actitud e intentó remediar las cosas. —¡No, no, no...! —exclamó desesperado—. Lo que sucede es que eres la primera chica qu
—¿Te gustó? —preguntó Jacob fingiendo serenidad, aunque en el fondo estaba ansioso por saber qué pasaba por la mente de su atolondrado hijo. La pregunta hizo que Leo volviera en sí y de inmediato respondió sin pensar. —¿Quién? —¿Quién más? La joven a la que le acabamos de instalar la puerta —respondió el hombre, aguantando las ganas de sonreír de orgullo. —¡Ah! ¡Qué va! —contestó Leo tratando de esconder sus emociones. Al notar que su hijo parecía bastante desconfiado, intentó convencerlo de lo contrario. —Mmmm... la verdad se me hace que es una chica muy simpática y veo que está interesada en ti…. —¿Tú crees que ella tiene un interés genuino en mí? ¡No lo creo! —interrumpió Leo, que aún seguía dudando sobre las verdaderas intenciones de Maddie. Jacob comenzó a reír ante la renuencia de su hijo. Estaba consciente de que Leo no creía en las personas luego del daño que sufrió en sus años escolares, hecho que lo obligó a no tener ningún tipo de contacto con las mujeres. El hecho d
—¡Qué pen... soy! ¿Cómo pude darle “rechazar” a la solicitud? —gritó histérico Leo, mientras se daba golpes contra la mesa—. ¡Por pen... me pasan estas cosas! Ahora pensará que no quiero ser su amigo... Leo estaba tan decepcionado consigo mismo por apretar el botón equivocado. Su desidia lo había hecho perder la única oportunidad de entablar una relación con una chica linda y posiblemente no tendría otra oportunidad de conocer a alguien así. Enojado, cerró su computadora portátil y se arrojó a la cama. Estaba tan frustrado con su “fatal” error, que no podía pensar con claridad y lo único que pensaba era en desaparecer de este mundo. Luego de darle vueltas al asunto, consideró la idea de dejar a un lado el orgullo para hablarle y decirle que había rechazado por error la solicitud de amistad, pero dudó en hacerlo, por temor a que ella piense que mal de él. Mientras hundía la cara en la almohada para ahogar su grito de furia, escuchó el ringtone de mensaje, lo cual hizo que de inmedia