—¿Te gustó? —preguntó Jacob fingiendo serenidad, aunque en el fondo estaba ansioso por saber qué pasaba por la mente de su atolondrado hijo.
La pregunta hizo que Leo volviera en sí y de inmediato respondió sin pensar.
—¿Quién?
—¿Quién más? La joven a la que le acabamos de instalar la puerta —respondió el hombre, aguantando las ganas de sonreír de orgullo.
—¡Ah! ¡Qué va! —contestó Leo tratando de esconder sus emociones.
Al notar que su hijo parecía bastante desconfiado, intentó convencerlo de lo contrario.
—Mmmm... la verdad se me hace que es una chica muy simpática y veo que está interesada en ti….
—¿Tú crees que ella tiene un interés genuino en mí? ¡No lo creo! —interrumpió Leo, que aún seguía dudando sobre las verdaderas intenciones de Maddie.
Jacob comenzó a reír ante la renuencia de su hijo. Estaba consciente de que Leo no creía en las personas luego del daño que sufrió en sus años escolares, hecho que lo obligó a no tener ningún tipo de contacto con las mujeres. El hecho de que su hijo no podía superar esos temores y le faltaba confianza en sí mismo le preocupaba mucho, ya que eso podría afectar a su hijo en sus relaciones futuras.
Fue así que la aparición de Maddie significó para Jacob una respuesta de la Providencia, la cual brindaba una excelente oportunidad para impulsar a su hijo a perder el miedo a las relaciones humanas. Con esto en mente, continuó atizando el fuego.
—Ya veo —dijo un tanto meditabundo—, Pero sería demasiada descortesía que no correspondas a los sentimientos de esa inocente jovencita. Es más… —luego hizo una pausa para mantener el interés de Leo— me di cuenta de que ella tenía demasiadas ganas de estar cerca de ti y, por lo que escuché, realmente quiere ser tu amiga. Realmente no sería mala idea que la conozcas
Al escuchar esto, Leo tosió bastante sorprendido, que una primera reacción fue ignorar lo que su padre había dicho. Aunque su mente le hacía dudar sobre las intenciones de Maddie, en el fondo deseaba que ella realmente quisiera ser su amiga de verdad. Por otro lado, cada vez que recordaba su hermoso rostro, el corazón del chico pelirrojo latía con tanta fuerza, al punto de que la sangre se agolpaba en sus mejillas.
—¡Deja de decir tonterías! Eso no va a pasar —replicó avergonzando, en un intento por ocultar el nerviosismo que le causaba ser descubierto.
—Pero hijo…
—Por favor, no insistas. Ella solo es una clienta más y ya —cortó Leo, quien se sentía demasiado incómodo de seguir hablando más de Maddie.
Jacob se sintió decepcionado por la negativa de su hijo, que ya no insistió más, y siguió conduciendo. Fue así que ambos permanecieron callados mientras se dirigían a realizar otro trabajo que tenían programado. Cuando terminaron, regresaron a casa para cenar. Jacob se dirigió directo a la cocina para calentar las hamburguesas que había dejado descongelando en el refrigerador.
En tanto, Leo se fue a su habitación y al entrar, se derrumbó en la cama. Después de eso, se puso a observar la mano que Maddie había tocado mientras recordaba el momento que sintió aquel toque eléctrico, el cual había sido tan sorpresivo y a la vez mágico, que no podía quitárselo de la cabeza.
Luego de un rato, sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de su padre que lo llamaba a cenar. Inmediatamente, se cambió de ropa y bajó al comedor. Cuando llegó, Jacob había comenzado a cenar y estaba degustando las papas fritas.
Ante esto, el chico pelirrojo tomó asiento y comenzó a devorar la hamburguesa que estaba servida en la mesa. Era tal su hambre, que terminó antes que su padre. Sin más dilación, se levantó para ir a la cocina para llevar los trastos que había usado.
Al ver esto, Jacob lo detuvo con la intención de hacer un poco de plática.
—¿Puedes quedarte un rato? Me gustaría charlar contigo.
—¿De qué? —contestó desanimado Leo, que tuvo que sentarse de nuevo.
Esta respuesta hizo que Jacob se entristeciera. Dejando atrás la actitud evasiva de Leo, Jacob intentó establecer el contacto perdido en el tema común que tenían: Maddie.
—¿Ya le hablaste? —preguntó con curiosidad—. No sería bueno que ella pierda el interés en ti. ¿No crees?
—¿De qué hablas? —cuestionó Leo fingiendo poco interés en Maddie—. Te estás imaginando cosas, esa chica solo me pidió que seamos amigos, pero…
—¡En serio! Entonces no escuché mal —exclamó Jacob emocionado —. Y, ¿aceptaste?
—Pues no le dije que no —contestó Leo desviando la mirada.
—¡Ves! Te lo dije, le interesas —señaló el hombre con seguridad—. Ninguna chica te pide ser su amigo porque sí. Estoy seguro de que quiere algo más.
Este comentario perturbó a Leo. Desde su época escolar había conocido a muchas chicas bonitas iguales que Maddie, pero que en realidad solo se le acercaban para pedirle su "amistad" con tal de humillarlo frente a la escuela con bromas crueles. Si Maddie tuviera ese tipo de intenciones, definitivamente no querría tener más contacto con ella.
—Claro que quiere algo más —contestó con amargura—, ¡solo busca burlarse de mí! Tú no conoces a las de su tipo —dijo esto último con la voz un tanto entrecortada por la ira que le causaba recordar esa terrible época.
La respuesta de Leo impactó demasiado a Jacob, que no supo qué responderle. Esta situación lo hacía sentirse demasiado apenado por su hijo, ya que todo ese resentimiento era debido al maltrato que padeció en la escuela, situación de la que no fue capaz de intervenir para ayudarlo.
Por otro lado, Leo no estaba a gusto con el tema, así que se levantó de golpe para escapar hacia la cocina y no seguir hablando más de Maddie. Cuando llegó ahí, se puso a lavar los platos mientras pensaba en las palabras de su padre y en lo mal que se sentía por haber actuado groseramente con él. Luego de lavar los trastos, se retiró a su habitación sin dirigirle la palabra a su progenitor.
Cuando se encontró bajo el cobijo de su recámara, fue directo al baño para darse una ducha y olvidar todo lo sucedido. En ese momento se sentía débil y a la vez ansioso, que por largo rato se mantuvo bajo la regadera con la intención de enajenarse de esos pensamientos que lo atormentaban.
Al terminar de ducharse, se dispuso a revisar los pedidos que habían llegado a la página de internet, así como en las redes sociales del negocio de su padre. Entonces una extraña notificación captó la atención del chico pelirrojo. Era una solicitud de amistad de Maddie Scott.
—¡Qué m****a! ¿Ella quiere ser mi amiga en redes sociales? —exclamó incrédulo.
Después de asimilar el hecho, respiró profundamente y dijo con determinación:
—No comas ansias, de seguro solo quiere jugar contigo. Ignórala.
Sin embargo, esto no fue suficiente para calmar su ansiedad, ya que mientras más pasaba el tiempo, más eran las ganas de responderle.
«¡Arg! ¿Por qué no puedo quitármela de la cabeza?», pensó atormentado, mientras intentaba concentrarse en anotar los pedidos que tenía acumulados.
Harto de luchar contra sus ganas de ser amigo de esa hermosa chica, exclamó:
—¡Basta! Aceptaré.
A pesar de su determinación, sus nervios lo traicionaron y, sin querer, apretó el botón de rechazar la solicitud.
—¡Qué pen... soy! ¿Cómo pude darle “rechazar” a la solicitud? —gritó histérico Leo, mientras se daba golpes contra la mesa—. ¡Por pen... me pasan estas cosas! Ahora pensará que no quiero ser su amigo... Leo estaba tan decepcionado consigo mismo por apretar el botón equivocado. Su desidia lo había hecho perder la única oportunidad de entablar una relación con una chica linda y posiblemente no tendría otra oportunidad de conocer a alguien así. Enojado, cerró su computadora portátil y se arrojó a la cama. Estaba tan frustrado con su “fatal” error, que no podía pensar con claridad y lo único que pensaba era en desaparecer de este mundo. Luego de darle vueltas al asunto, consideró la idea de dejar a un lado el orgullo para hablarle y decirle que había rechazado por error la solicitud de amistad, pero dudó en hacerlo, por temor a que ella piense que mal de él. Mientras hundía la cara en la almohada para ahogar su grito de furia, escuchó el ringtone de mensaje, lo cual hizo que de inmedia
—¡Cof! ¡Cof! ¿Estoy hablando con el mismo chico que conocí? —pensó en voz alta Maddie al leer el mensaje que acababa de recibir. Con incredulidad, leyó varias veces el texto, ya que por un momento pensó que estaba hablando con otra persona. Sin embargo, tras confirmarlo de nuevo, comprobó que ese mensaje se encontraba en el chat de Leo. Ante esto, supuso que tal vez ese chico no era tan inocente como se mostraba y que debajo de esas capas de inseguridad se encontraba un hombre ardiente. Ese pensamiento aumentó más su deseo hacia él y comenzó a escribir su siguiente mensaje de ataque, con el objetivo de conseguir una cita. Al mismo tiempo, Leo se encontraba charlando por videollamada con su amigo Mike, un gamer experto en citas con chicas 2D, pero sin experiencia en el contacto con mujeres reales. Para su poca fortuna, él era la única persona a la que le podía pedir consejo sobre ese tema, debido a la falta de amigos en su círculo social. Así que cuando le contó sobre lo ocurrido co
"Me gusta 'Armas y Rosas', realmente me encanta ese grupo", escribió Maddie despreocupadamente, aunque en realidad apenas conocía unas cuantas canciones de la banda. Después de esto, suspiró con nostalgia para recordar con cuántos chicos se había acostado y que entre sus hobbies estuviera el tocar algún instrumento, o por lo menos tuvieran algún tipo de interés musical. Luego de contabilizar a sus amantes, se dio cuenta de que siempre terminaba enredada con sujetos bastante aburridos, por lo que el hecho de que Leo tuviera el gusto por la música y que además fuera un artista de la madera, lo volvía mucho más interesante que el resto de sus conquistas. Para ella atraparlo, significaba poder cerrar su proyecto con broche de oro. En el pasado, Maddie siempre pensó que pasaría su juventud conociendo a hombres y viajando. Realmente no tenía interés en formar una familia ni establecerse en ningún lugar, más bien se consideraba un alma errante, libre como el viento y eso le gustaba. Llegó
Leo estaba tan emocionado por charlar con Maddie, que no se percató de que ya era pasada la medianoche. Para él, esta experiencia era totalmente nueva y emocionante, debido a que en sus casi 30 años de vida jamás había entablado conversación con una chica por tanto tiempo, y mucho menos con una que manifestara tanto interés en conocerlo. Para un chico como él, sin experiencia sobres las cuestiones de citas y las señales que dan las mujeres que están interesadas en los hombres, esta situación le resultaba demasiado desconocida, por lo que solo podía tantear el terreno, a riesgo de morir en el intento. Del otro lado de la “línea”, Maddie estaba tan fascinada con la naturalidad e inocencia de los mensajes que el chico pelirrojo le enviaba, que su excitación aumentaba conforme hablaba con él, así que decidió ser más directa con sus proposiciones. "Eres bastante interesante, ¿te gusta el café? Realmente me gustaría salir en una cita contigo", propuso la atrevida joven sin dar mayores r
*ADVERTENCIA: El siguiente capítulo relata contenido erótico no apto para audiencias menores de 18 años. Se recomienda discreción. En el momento en que le propuso salir en una cita, Maddie notó que Leo había visto el mensaje, pero no le respondió inmediatamente. —¡Vaya! Creo que dejé sin palabras a ese chico, como para que no me conteste —pensó en voz alta mientras miraba con detenimiento el chat. Conforme pasaron los minutos, Maddie comenzó a sentirse desesperada por no obtener una respuesta. En ese punto, resopló su frustración ante el hecho de que Leo era demasiado descortés por dejarla en visto e inmediatamente se culpó por generar falsas expectativas de alguien como él. —¡Ash! ¿Acaso herí su orgullo al invitarlo a salir? ¡Es muy absurdo que se comporte tan digno por algo así! Definitivamente, soy una tonta por pensar que un sujeto así sería diferente a otros hombres. ¡Realmente están cortados con la misma tijera! —se quejó, mientras se disponía a realizar su rutina facial. Qu
Maddie estaba tan emocionada con la cita, que terminó rápidamente con su jornada laboral para tener tiempo de arreglarse antes de encontrarse con Leo. Fue así que tras apagar la computadora, se levantó con la intención de dirigirse al baño. Antes de tomar sus cosas, una de sus compañeras la detuvo. —¡Uy! ¿Por qué tanta prisa? —cuestionó con curiosidad. —Tengo una cita con un lindo chico, así que necesito arreglarme para robarle el corazón —respondió la atrevida joven. Este intrépido comentario no sorprendió al resto de sus compañeras, que se miraron entre sí, mientras que otra le dijo en tono de broma. —¡Vaya! ¿Tan pronto olvidaste al insufrible ex que te molestaba en la oficina? —¡Ni me lo recuerdes! —respondió Maddie con nerviosismo—. De solo escuchar algo sobre él me pone la piel de gallina y me trae mala suerte. Su respuesta causó gracia entre sus colegas, que después de jugarle otras bromas, le echaron porras para que la cita sea un éxito y al fin pueda encontrar a un hombre
«Buena jugada chico virgen», pensó maliciosamente Maddie, que, motivada por la respuesta ambigua de Leo, retomó su actitud retadora y así ponerlo en jaque. —Entonces, eso quiere decir que soy la primera chica con la que sales —atacó mientras lo miraba de manera coqueta. Este señalamiento causó que el inocente chico se atragantara, ya que no esperaba ser descubierto tan fácilmente. Ante esta situación peligrosa, intentó pensar en una respuesta que no mostrara su estupidez frente a la hermosa Maddie, pero sus nervios le impidieron pensar con claridad. Al ver que nada sacaba con hacerse el interesante, no le quedó de otra que confesar que era un chico novato en las relaciones. —Sí, eres la primera —contestó un tanto avergonzado. En el momento en que cruzó con la mirada sincera de Leo, Maddie sintió como si un tsunami hubiera impactado su corazón y desarmado las barreras que impedían la entrada de cualquier sentimiento. En ese punto, sintió una mezcla de conmoción y miedo al estar fr
Al salir de la cafetería, Maddie estaba acostumbrada a colgarse del brazo de sus conquistas, por lo que Leo no fue la excepción y rápidamente se pegó a él. Esto tomó por sorpresa al tímido muchacho, que su rostro se tornó rojo ante el íntimo contacto. —¿Qué pasa? ¿Te sientes incómodo? —preguntó la chica atrevida, que en el fondo disfrutaba poner en aprietos al chico virgen. —¡No! —respondió Leo rápidamente—. No tengo problema en que estés a mi lado. —¿Seguro? —cuestionó Maddie, mirándolo con seriedad—. Si te sientes incómodo, me puedo apartar. —¡No es necesario! —insistió el chico pelirrojo—. La verdad, eres la primera chica que se acerca a mí de esta forma, así que por eso me siento un poco extraño. Esta inocente declaración sacudió a la chica liberal, que por un momento se sintió culpable por intentar corromper a un alma tan pura. Sin embargo, dejó a un estos pensamientos y continuó con su plan de conquista número 50. Después de esto, ambos continuaron caminando al estacionam