Tras dejar a Maddie, Leo condujo en automático hasta que llegó a su casa. Como estaba tan deprimido por su “fallida cita”, al entrar, subió de inmediato a su habitación, sin percatarse de que su padre lo esperaba en la sala para preguntar cómo le había ido con la “clienta”. Al notar la evasiva actitud de su hijo, Jacob supuso que las cosas no habían salido tan bien como esperaba. Aunque pensó ir con él para consolarlo, prefirió dejarlo solo para que él pudiera desahogarse. Por otro lado, el chico pelirrojo cerró la puerta con demasiada fuerza e inmediatamente se derrumbó en la cama, enterrando su cara en la almohada. Se sentía tan agotado físicamente y mentalmente, que en ese momento solo deseaba desaparecer de la faz de la tierra. Maddie le había ofrecido la oportunidad de su vida y él solo se comportó estúpidamente. Luego de varios minutos de lamentarse mentalmente, se levantó perezosamente para desvestirse y así no tener que recordar más la fallida cita. Sin embargo, cuando pasó
Posterior a que Leo se marchara, Maddie tardó cinco minutos en darse cuenta de que había sido desairada e inmediatamente se sintió herida en su orgullo, sin poder creer que en pleno siglo XXI existiera un hombre tan puritano como él. Si bien era cierto que esa noche no tenía muchas intenciones de tener sexo, no imaginó que él la rechazaría de esta manera. Como estaba tan indignada, al entrar a su casa, se quitó rápidamente los zapatos y los lanzó a un lado. Después de esto, siguió caminando hacia su habitación, arrojando a su paso sus pertenencias. —¿Por qué me molesta que él se haya comportado como si fuera un monje? ¡Ah! ¡No puedo creer que él sea tan estúpido para rechazar la oportunidad de estar con una mujer como yo! ¿Seguro será un hombre? Capaz es gay y aceptó salir conmigo con tal de comprobar su sexualidad. ¡Ains! ¡Soy una tonta! —exclamó furiosa. Tras desahogar su ira contra los objetos que tenía a su paso, llegó a su habitación y se tiró en la cama mirando al techo. Ento
La respuesta abrupta dejó sin habla a ambas mujeres, en especial a Maddie, que en ese momento se dio cuenta de que había exagerado en su terquedad por negar sus propios sentimientos. En tanto, Claire aclaró su garganta e intentó de abrir la boca, pero su mente estaba tan sacudida por la impactante declaración de su amiga, que no tenía palabras para convencer a la joven irreverente de que su deseo irrefrenable por terminar ese proyecto la estaba conduciendo a un callejón sin salida. Sumamente incómoda, la joven abogada suspiró pesadamente y prefirió esperar a que Maddie rompiera el silencio. En tanto, la chica trigueña, al ver que su amiga estaba perturbada con su expresión, intentó excusarse. —Lo siento, estoy un poco irritada y hablé sin pesar. —¿Si te escuchaste? —cuestionó Claire—. Realmente me sorprende verte enfadada por encontrar al primer chico que se niega a acostarse contigo. —¡Exacto! —exclamó sumamente desesperada—. Tienes razón con que no debería molestarme por algo as
Cuando terminó de hablar, Leo temblaba de emoción y se sentía ansioso por escuchar la respuesta de Maddie a su invitación de comenzar de nuevo. Como ella permanecía en silencio, insistió en su pregunta. —¿Te gustaría volver a salir conmigo? Del otro lado de la línea, la chica atrevida estaba muda de la impresión con el atrevimiento del pelirrojo, que no podía pensar con claridad. Aunque le alegraba tener una segunda oportunidad para enmendar las cosas con él, en el fondo sentía culpabilidad por ilusionar a un muchacho tan inocente como Leo solo para usarlo en su propio beneficio, tal como había hecho con sus anteriores conquistas. Al no escuchar la respuesta de la hermosa chica, la inquietud del muchacho aumentó, al grado de considerar que había sido un error pedir una nueva cita. Angustiado por esto, decidió retirar su propuesta. —Bueno, si estás interesada... —comenzó a decir con torpeza—. Digo... si es que tienes tiempo... Quizás una chica linda como tú está muy ocupada como par
A pesar de que solo estaban hablando por teléfono, Maddie sintió su corazón derretirse de ternura al escuchar a Leo decir que la extrañaba, gesto que la dejó sin palabras. Ante esta situación, pensó que siendo una experta en el arte del coqueteo, su orgullo no le permitía ser vencida por un chico principiante como el pelirrojo virgen. Con esto en mente aclaró su garganta y reviró seductoramente. —¿Por qué me extrañas? Si mañana nos vamos a ver de nuevo. —Lo sé —suspiró el muchacho inocente, que al otro lado de la línea no detectó el tono seductor en dicha frase, y volvió a atacar haciendo gala de su ingenuidad—, pero el tiempo que estoy contigo se me esfuma y siempre quiero más. La sinceridad de Leo resultaba tan peligrosa para Maddie, que cada palabra que él decía se introducía a su ser como una aguja hipodérmica, bloqueando sus nervios y sin darle oportunidad de reaccionar. «¿Acaso este chico es un doble cara que finge ser inocente para que caiga en sus redes?», comenzó a pensar
Como tenía los auriculares puestos y la música a todo volumen, Leo se mantuvo enajenado de lo que sucedía a su alrededor. Siempre que estaba deprimido o enfadado, iba al taller de su padre para desahogar su malestar esculpiendo figuras en la madera y muchas veces lo hacía sin tener idea del resultado final. En ese momento, estaba tan enfocado cincelando unas muescas que formarían parte de la decoración de una cajonera, en un intento por olvidar lo ocurrido con Maddie, que no se percató de la presencia de Claire Johnson. A pesar de que estaba absorto en perfeccionar el diseño del mueble, de pronto se sintió observado y eso lo hizo sentirse un poco incómodo, ya que le hacía perder la concentración. Como no quiso detenerse, trató de usar su vista periférica para descubrir a la persona que se atrevía a mirarlo fijamente. Su asombro fue mayor cuando notó que era una hermosa chica de piel pálida y cabello oscuro. «¿Una clienta? ¿Me observa a mí o algo que se encuentra detrás?», pensó mi
Tras salir desesperado de la casa, Leo abordó rápidamente su vehículo, acelerando a fondo como si la vida se le agotara con cada segundo que pasaba “off line”. Se sentía tan ansioso por comprar un nuevo celular, que suplicaba al Universo que nada estorbara en su camino hasta el centro comercial y de esta forma poder comunicarse lo antes posible con Maddie. —¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —repetía con impaciencia, sintiendo frustración al ver ese malvado semáforo tardaba una eternidad en poner el verde. Cuando por fin pudo cruzar esa zona, decidió ir por callejones y atajos que lo llevaran más rápido hacia su destino. —¡Carajo! Si tan solo hubiera contestado la primera vez, no estaría como pendejo corriendo para comprar un nuevo celular —se quejó, mientras esquivaba los vehículos que tenía enfrente—. Primero, Maddie me envía una solicitud de amistad y yo la cancelo por estúpido; luego se me ocurre rechazar pasar la noche con ella, después me enojo porque me llamó “extraterrestre” y ahora
—¿Primera vez en la cárcel? Leo se sobresaltó al escuchar esto, que dirigió su vista al fondo de la celda, donde encontró a un hombre de unos treinta años, de aspecto desaliñado y, a pesar de estar lejos de él, podía percibir el fuerte aroma a alcohol que desprendía de su ropa. Impresionado por el aspecto tan terrible del prisionero, solo asintió en silencio para responder la pregunta. El sujeto, al ver que el recién llegado actuaba con recelo, decidió hacerle un poco de plática, para no aburrirse más luego de tantas horas en la cárcel. —No tienes pinta de ser un criminal —señaló en un tono sarcástico—. Supongo que estás aquí porque cometiste alguna infracción o, quizá, alguna chica te acusó falsamente y te metió en problemas —cuando mencionó esto, su mirada se volvió sombría—. Si te pasó eso último, pobre de ti. Debiste haberte alejado de esa zorra desde la primera vez que la conociste, porque esas son las peores. Te lo digo por experiencia, ellas son capaces de acusar a un hombre