A pesar de que solo estaban hablando por teléfono, Maddie sintió su corazón derretirse de ternura al escuchar a Leo decir que la extrañaba, gesto que la dejó sin palabras. Ante esta situación, pensó que siendo una experta en el arte del coqueteo, su orgullo no le permitía ser vencida por un chico principiante como el pelirrojo virgen. Con esto en mente aclaró su garganta y reviró seductoramente. —¿Por qué me extrañas? Si mañana nos vamos a ver de nuevo. —Lo sé —suspiró el muchacho inocente, que al otro lado de la línea no detectó el tono seductor en dicha frase, y volvió a atacar haciendo gala de su ingenuidad—, pero el tiempo que estoy contigo se me esfuma y siempre quiero más. La sinceridad de Leo resultaba tan peligrosa para Maddie, que cada palabra que él decía se introducía a su ser como una aguja hipodérmica, bloqueando sus nervios y sin darle oportunidad de reaccionar. «¿Acaso este chico es un doble cara que finge ser inocente para que caiga en sus redes?», comenzó a pensar
Como tenía los auriculares puestos y la música a todo volumen, Leo se mantuvo enajenado de lo que sucedía a su alrededor. Siempre que estaba deprimido o enfadado, iba al taller de su padre para desahogar su malestar esculpiendo figuras en la madera y muchas veces lo hacía sin tener idea del resultado final. En ese momento, estaba tan enfocado cincelando unas muescas que formarían parte de la decoración de una cajonera, en un intento por olvidar lo ocurrido con Maddie, que no se percató de la presencia de Claire Johnson. A pesar de que estaba absorto en perfeccionar el diseño del mueble, de pronto se sintió observado y eso lo hizo sentirse un poco incómodo, ya que le hacía perder la concentración. Como no quiso detenerse, trató de usar su vista periférica para descubrir a la persona que se atrevía a mirarlo fijamente. Su asombro fue mayor cuando notó que era una hermosa chica de piel pálida y cabello oscuro. «¿Una clienta? ¿Me observa a mí o algo que se encuentra detrás?», pensó mi
Tras salir desesperado de la casa, Leo abordó rápidamente su vehículo, acelerando a fondo como si la vida se le agotara con cada segundo que pasaba “off line”. Se sentía tan ansioso por comprar un nuevo celular, que suplicaba al Universo que nada estorbara en su camino hasta el centro comercial y de esta forma poder comunicarse lo antes posible con Maddie. —¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —repetía con impaciencia, sintiendo frustración al ver ese malvado semáforo tardaba una eternidad en poner el verde. Cuando por fin pudo cruzar esa zona, decidió ir por callejones y atajos que lo llevaran más rápido hacia su destino. —¡Carajo! Si tan solo hubiera contestado la primera vez, no estaría como pendejo corriendo para comprar un nuevo celular —se quejó, mientras esquivaba los vehículos que tenía enfrente—. Primero, Maddie me envía una solicitud de amistad y yo la cancelo por estúpido; luego se me ocurre rechazar pasar la noche con ella, después me enojo porque me llamó “extraterrestre” y ahora
—¿Primera vez en la cárcel? Leo se sobresaltó al escuchar esto, que dirigió su vista al fondo de la celda, donde encontró a un hombre de unos treinta años, de aspecto desaliñado y, a pesar de estar lejos de él, podía percibir el fuerte aroma a alcohol que desprendía de su ropa. Impresionado por el aspecto tan terrible del prisionero, solo asintió en silencio para responder la pregunta. El sujeto, al ver que el recién llegado actuaba con recelo, decidió hacerle un poco de plática, para no aburrirse más luego de tantas horas en la cárcel. —No tienes pinta de ser un criminal —señaló en un tono sarcástico—. Supongo que estás aquí porque cometiste alguna infracción o, quizá, alguna chica te acusó falsamente y te metió en problemas —cuando mencionó esto, su mirada se volvió sombría—. Si te pasó eso último, pobre de ti. Debiste haberte alejado de esa zorra desde la primera vez que la conociste, porque esas son las peores. Te lo digo por experiencia, ellas son capaces de acusar a un hombre
Leo se mantuvo pensativo por varios minutos, reflexionando sobre la historia de Jonathan. Aunque su primer encuentro fue bastante brusco, se sorprendió al relacionarse fácilmente con un tipo como él. Entonces recordó que desde su infancia hasta la universidad nunca había tenido la oportunidad de conectar con otras personas, debido a que siempre lo rechazaban por su aspecto físico. Solo Mike, otro repudiado de la sociedad al igual que él, fue el único individuo que le ofreció su amistad durante el tiempo en que se encontraron en la escuela media, hasta que tuvieron que continuar sus vidas universitarias por caminos separados. A pesar de esto, su amistad se mantuvo vigente hasta la actualidad. Mientras el chico pelirrojo recordaba tales cosas, los ronquidos de Jonathan lo devolvieron a la realidad. Instintivamente, volteó a ver a su compañero de celda y se sorprendió de que este durmiera profundamente, por lo que supuso que aún seguía bajo los efectos del alcohol. Verlo en ese estad
En el momento en que llegó a esa conclusión tan peligrosa, Maddie se levantó de golpe y comenzó a analizar la situación detenidamente. Entonces recordó que ninguno de los chicos con los que había tenido una relación le causaron tanto impacto en ella, como lo había hecho el tímido pelirrojo. Por consiguiente, la falta de contacto con ese chico virgen fue suficiente para detonar en ella las emociones que había reprimido tanto tiempo, como la falta de aire y la ansiedad por no verlo tanto tiempo. —¿Acaso esto es lo que significa estar enamorado? —se preguntó en voz alta. En el momento en que llegó a esa conclusión, se enterró entre las almohadas y gritó para liberar la emoción que le causaba este pensamiento. Aún fuera de sí, se levantó para buscar su teléfono móvil y, sin importar la hora, marcó al número de Claire. Como estaba tan desesperada por hablar con ella, el sonido de llamada hacía que su angustia aumentara exponencialmente. Cuando escuchó que su amiga contestó, Maddie inmed
—Mi nuevo vecino es un chico muy apuesto —continuó relatando Claire con emoción—. Cuando fui a cerrar el contrato de compra-venta de mi casa, me perdí, así que me acerqué con un amable señor que estaba trabajando en su taller, para preguntarle si conocía el predio que buscaba, y casualmente estaba al lado de ese lugar. En fin —suspiró para tomar aliento y continuar contando—, ahí me llamó la atención un muchacho que estaba con él, quien resultó ser su hijo. El dueño del negocio nos presentó y, aunque fue un momento rápido, me alegró mucho saber que éramos vecinos. Ambos son muy amables. Al escuchar esto, Maddie sintió tanta curiosidad por saber cómo era el hombre que le gustaba a su amiga, que demandó con insistencia. —¡Ay, amiga! No puedo creer lo que me dices, ¡cuéntame más! ¿Cómo es ese chico? ¡No omitas ningún detalle! Claire estaba sorprendida con la emoción de su amiga, que se sintió avergonzada de contarle sobre Leo. —Mmmm… Bueno, no sé qué más decirte —dijo un poco nerviosa
La proposición de Jacob impresionó a Jonathan, que por un momento pensó en aceptar inmediatamente, ya que en realidad no tenía a dónde ir. Sin embargo, inmediatamente se sintió un poco incómodo, puesto que apenas estaba conociendo a los Brown y no quería abusar de su amabilidad. Con esto en mente, intentó rechazarlos apropiadamente, para no ofender a sus benefactores. —¡Oh! Muchas gracias por su amabilidad, señor Brown —comenzó a decir con cordialidad—, pero no me gustaría molestarlos… —¡No es ninguna molestia! —interrumpió Jacob con vehemencia—. Realmente no me sentiría tranquilo dejándote ir así, por eso insisto en que aceptes nuestra ayuda, para que no vuelvas a dormir en la calle. —De todos modos —intentó replicar el hombre rubio—, no me gusta incomodar o ... —Jonathan —intervino esta vez Leo—, por lo menos acepta quedarte esta noche con nosotros, ya es muy tarde y afuera hace mucho frío. Además, supongo que debes estar muy cansado y quizá quieras tomar un baño, ¿no? —Mi hijo