Antes de desahogar su atribulado corazón, Leo suspiró pesadamente para intentar acomodar las ideas que revoloteaban en su cabeza. —Creo que perdí mi oportunidad con esa chica —comenzó a hablar en un tono deprimido—. Anoche, si recuerdas que estábamos charlando de mi cita fallida, cuando ella me llamó por teléfono. —Ajá, ¿qué pasó? —intervino Mike, ansioso por enterarse del “chisme”. —Bueno, pues, coqueteamos por largo rato en el teléfono y todo iba bien, hasta que ella me llamó “extraterrestre” y eso me contrarió tanto, que corté la llamada rápidamente y me encerré en mis pensamientos. Sé que fue muy estúpido reaccionar de esa manera, pero no sé, me angustió mucho que dijera eso de mí. Posteriormente, en la mañana, seguía tan deprimido, que no tenía ganas de hablar con nadie, pero entonces ella me marcó de nuevo y sentí tanta vergüenza, que no le contesté. Como volvió a insistir, entré en pánico y sin querer rompí mi teléfono móvil —hizo una pausa y finalizó con un profundo suspiro
Mientras conducía a casa de Maddie, Leo actuaba en modo automático, teniendo solo en mente un objetivo: pedir perdón por su estupidez. Incluso desde la mañana, él se había programado para cumplir paso a paso el plan de su amigo Mike, así que comenzó a palomear cada una de las tareas escritas en su “check list” que lo llevarían a cumplir con su misión de recuperar a la mujer que deseaba. Fue así que, luego de prestar el vehículo de su padre, se dirigió primero a una florería para comprar un ramo de rosas amarillas, que según el proyecto diseñado por el experto en chicas 2D, serían el complemento ideal para su disculpa. Tras completar esta misión, el ingenuo pelirrojo se puso en marcha hacia su siguiente prueba: encontrarse con la hermosa chica a quien dejó plantada el día anterior y conseguir su perdón. A pesar de que hizo un enorme esfuerzo por mantener el autocontrol, se sentía tan nervioso por lo que pasaría al momento de encontrarse cara a cara con su destino, que comenzó a repa
Al momento de tomar las flores y devolver su mirada hacia el tímido chico, Maddie se sonrojó al ver que este parecía un cachorro arrepentido que había sido abandonado en la puerta de su casa. Aunque por un momento dudó en aprovecharse de él, en el fondo deseaba usar esa maravillosa oportunidad de atraparlo en su red, así que no lo pensó más, recuperó su actitud atrevida. —Mmmmm, ¿en serio quieres que te dé un castigo? —preguntó de nuevo, mirándolo coquetamente y mordiendo su labio inferior. Este ataque apenas alteró al ingenuo chico, que en ese momento estaba enfocado en conseguir que Maddie lo perdone por haber actuado como un tonto el día anterior. —Si con eso me perdonas, lo aceptaré —respondió Leo rápidamente—. No importa lo que me pidas, estaré dispuesto a hacerlo. Al ver que ese muchacho ingenuo no vacilaba en aceptar el “castigo” que le impusieran, Maddie se sintió culpable y pensó en hacerlo desistir con una petición demasiado difícil de aceptar para alguien tan tímido como
Cuando terminó de limpiar, Leo sintió hambre y, por la hora, pensó que Maddie podía tener apetito, así que se atrevió a cocinar lo único que sabía hacer para ofrecerle. Como estaba tan concentrado preparando el arroz con verduras que le había enseñado su padre, no se percató que su “ama” se encontraba parada en la puerta de la cocina desde hacía rato. Por su parte, Maddie estaba tan anonadada por el aura destellante que desprendía ese chico de aspecto frágil y cabellos rebeldes, que no podía apartar la vista de sus movimientos diligentes alrededor de la cocina. Era tal su impresión, que en su mente comenzó a imaginarse con él, mientras le colocaba crema para batir en el pecho como parte del juego previo y terminar cogiendo en la mesa del comedor. Impulsada por el deseo, caminó hacia el incauto muchacho, para abrazarlo por detrás. Esto tomó por sorpresa a Leo, que al momento de sentir los pechos de Maddie apretándose en su espalda, una descarga eléctrica recorrió por todo su cuerpo y
—¿Verdad o reto? —¡Verdad! Era el otoño de 2005, al interior de un salón de una escuela secundaria, un grupo de adolescentes reunidas alrededor de una botella, que en cada turno era girada como parte de las reglas del famoso juego popular “Verdad o Reto”. Cada vez que el envase de soda era puesto en movimiento, todas contenían el aliento, esperando con nerviosismo quién sería la “víctima” que tendría que elegir su destino entre ambas opciones. Mientras el frasco daba vueltas peligrosas, las jóvenes gritaban extasiadas ante la posibilidad de convertirse en el blanco de este “inocente” juego, que se convertía en la condena para quien tenga que cumplir con el reto más vergonzoso o revelar un secreto muy íntimo. Fue así que por más de media hora, las risas de las risueñas señoritas hicieron eco en el vacío salón, debido a que en ese momento no tenían nada mejor qué hacer mientras esperaban a la siguiente clase. En la penúltima ronda, la botella sentenció a Jena, la chica más popular d
A pesar de que había pasado tanto tiempo, el beso de Maddie activó un recuerdo doloroso en Leo, que reabrió viejas heridas que seguían latentes en su corazón. En el momento en que sintió el rostro de ella tan cerca de él, su mente le hizo ver a Jena, la chica que causó su tormento durante la escuela secundaria. Con esta terrible visión, el angustiado chico se apartó bruscamente. El repentino movimiento tomó por sorpresa a la risueña chica, que cuando dirigió su mirada de desconcierto, notó que el tímido pelirrojo tenía una expresión llena de pánico y tristeza, lo cual la contrarió más e inmediatamente preguntó: —¿Qué sucede? ¿Te molestó lo que hice? En ese momento, Leo seguía perdido en sus delirios, que respondió como si fuera Jena la que tenía en frente. —¿Por qué lo hiciste? —¿No te gustó? —volvió a preguntar Maddie, frunciendo el ceño con extrañeza. —¿Por qué juegas conmigo, Jena? ¿Qué te hice para que me lastimes de esta forma? —comenzó a llorar incontrolablemente—. Estoy e
—Quédate con él, por favor —repitió Jacob. En su desesperación, el afligido padre anhelaba que Maddie fuera la persona capaz de ayudar a Leo a superar ese trauma que lo atormentaba desde tiempo atrás, que se acercó a ella para hacerle tal petición. En cambio, esto abrumó a la chica extrovertida, que inmediatamente negó con la cabeza. —Disculpe, señor Brown, apenas conozco a su hijo y no estoy muy segura de hacer algo por él. Es más, considero que quien puede ayudarlo es un especialista, quizá un psicólogo sea la persona capacitada para tratar con sus traumas —argumentó en un intento por zafarse de esa incómoda situación. El rechazo de Maddie no alteró a Jacob, que continuó insistiendo en su petición. —No te pido que lo cures, sino que en estos momentos estés a su lado, ya que él estará más tranquilo con tu presencia. Por eso insisto en que lo acompañes. La súplica de ese hombre hizo sentir más culpable a Maddie, que en el fondo pensaba que era la responsable de causar la crisis
Maddie estaba tan aturdida por el repentino movimiento de Leo, que le fue imposible reaccionar o pensar con claridad. Cuando se percató de lo que estaba sucediendo, notó que el inocente chico tenía buenas intenciones, pero era un novato en el arte de besar, hecho que la conmovió un poco, e incluso la hizo sentir pena por él. Con tal de no lastimar su orgullo, solo se dejó llevar por la situación y esperó con paciencia a que Leo terminara de magullar sus labios. Al mismo tiempo, Leo estaba tan ansioso por recuperar la sensación que le había provocado el beso con Maddie, que torpemente succionaba los labios de la chica que le gustaba. Realmente no estaba seguro de lo que hacía, pero en su mente solo pensaba en grabar en su mente las texturas y sabores que tenían los labios de Maddie. Mientras realizaba tal ejercicio, su mente era invadida por los vagos recuerdos de su primer ósculo, los cuales le causaban punzadas en el pecho y repulsión a ese contacto íntimo. A pesar de esto, él cont