Maddie estaba tan aturdida por el repentino movimiento de Leo, que le fue imposible reaccionar o pensar con claridad. Cuando se percató de lo que estaba sucediendo, notó que el inocente chico tenía buenas intenciones, pero era un novato en el arte de besar, hecho que la conmovió un poco, e incluso la hizo sentir pena por él. Con tal de no lastimar su orgullo, solo se dejó llevar por la situación y esperó con paciencia a que Leo terminara de magullar sus labios. Al mismo tiempo, Leo estaba tan ansioso por recuperar la sensación que le había provocado el beso con Maddie, que torpemente succionaba los labios de la chica que le gustaba. Realmente no estaba seguro de lo que hacía, pero en su mente solo pensaba en grabar en su mente las texturas y sabores que tenían los labios de Maddie. Mientras realizaba tal ejercicio, su mente era invadida por los vagos recuerdos de su primer ósculo, los cuales le causaban punzadas en el pecho y repulsión a ese contacto íntimo. A pesar de esto, él cont
*ADVERTENCIA: El siguiente capítulo relata contenido erótico no apto para audiencias menores de 18 años. Se recomienda discreción. "Quiero hacerlo contigo". Esta frase retumbó en la mente de Maddie, dejándola pasmada y sin poder responder, asombrada de cómo ese chico inocente se había transformado dramáticamente en un hombre tan atrevido, dejando atrás la imagen de friki tímido y nervioso que conoció la primera vez. Sumamente contrariada con este abrupto cambio de actitud, la joven trigueña intentó recuperarse y poner en jaque al intrépido pelirrojo, esto con la intención de zafarse de la proposición de volverse amigos con derecho. —¿Estás seguro de que quieres hacerlo conmigo? —cuestionó con duda. —Definitivamente —respondió Leo con seguridad. Al no conseguir su objetivo, Maddie se desesperó y decidió contarle “a medias” su oscuro pasado, con tal de hacerlo desistir. —¿En serio? ¿No importa si antes de ti hubo otros hombres? —planteó mirando con seriedad al atolondrado muchacho
Al día siguiente, Jacob regresó al hospital para visitar a su hijo. Como le había pedido a Maddie que acompañe a Leo durante la noche, estaba confiado de que su presencia ayudaría mucho a la estabilidad mental de su retoño cuando este despierte. Mientras caminaba hacia la habitación, comenzó a meditar sobre la posibilidad de que esa chica pueda convertirse en esa luz que guíe a Leonard a liberarse de las ataduras de su pasado. Como estaba tan distraído pensando en la manera en que agradecería a esa simpática señorita por quedarse a vigilar el sueño de su distraído primogénito, abrió sin llamar a la puerta, sin imaginar lo que ocurría dentro de la habitación. Cuando entró, lo primero que escuchó fueron gemidos, seguido de esto, su vista cayó en Maddie, quien estaba encima de Leo, ocultando una mano bajo las sábanas. Posteriormente, su atención se centró en su hijo, quien tenía el rostro bastante colorado. Cuando la pareja notó la presencia del carpintero, se congelaron del susto, per
Tras recibir el alta, Leo abandonó el hospital, siguiendo en silencio a su padre como un niño recién regañado hasta que abordaron la camioneta. Seguido de esto, el trayecto de camino a casa resultó una tortura para ambos, ya que ninguno de los dos podía dirigirse la palabra. En ese momento, el muchacho pelirrojo sentía que sus mejillas ardían de vergüenza por estar tan cerca de su padre, que solo pensaba en disculparse por el penoso momento que le tocó presenciar. Sin embargo, al mirar de reojo a su “viejo”, notó que este tenía una expresión difícil de interpretar, lo cual no le inspiraba la suficiente confianza para abordar el tema sin complicar la delicada relación que tenían. Al no tener el valor para enfrentar a su progenitor, Leo comenzó a desear que el camino fuera más corto, para llegar rápido a casa y así encerrarse en su habitación para nunca más salir. En cambio, Jacob estaba bastante consternado por los recientes hechos, que su mente estaba hecha un caos. Por un lado, se
Posterior a su charla con Jacob, Maddie salió apresurada del hospital y abordó el primer taxi que apareció en la calle. Estaba tan nerviosa por todo lo que había pasado, que solo deseaba llegar cuanto antes a su casa, para así estar en un lugar privado para contarle a Claire la serie de eventos desafortunados que le ocurrieron en las últimas horas y, de ser posible, pedirle su consejo. Afortunadamente no había tanto tráfico a esa hora del día, por lo que no tuvo que perder más tiempo para llegar a su destino. Cuando entró, arrojó sus pertenencias en el camino, y de inmediato tomó asiento en el sofá más cercano, para marcarle a su amiga. Después de varios sonidos de llamada, finalmente Claire atendió el teléfono. —¿Hola? —preguntó un tanto distraída. —¡Cariño! ¡Qué bueno que contestaste! ¡Estoy en problemas! —exclamó desesperada. La joven abogada, que en ese mismo momento se encontraba en su nueva casa revisando que los empleados de la mudanza bajen con cuidado sus pertenencias, su
“Tal vez el destino te puso en el camino a ese chico pelirrojo por alguna razón”. Esa frase de su amiga retumbó en la mente de Maddie, como si fuera la señal que necesitaba para tomar la decisión más importante de su vida. En los últimos días, Leo había resultado una constante en su rutina y aunque intentó escapar de su alcance, él siempre se interpuso en su camino. Esto la llevó a la conclusión de que era necesario terminar con el ciclo que había empezado, para así librarse de una vez por todas de la culpa por ilusionar a un muchacho virgen. Con esto en mente, se levantó de la cama, tomó su teléfono móvil y le envió un mensaje de texto acompañado de un emoji de gato. "¿Ya estás en casa?", escribió. Al mismo tiempo, Leo estaba en su habitación recordando el momento de intimidad que había pasado con Maddie, el cual lo había dejado con ganas de más, que de no haber sido por la intromisión de su padre, quizá no se sentiría con ansias de terminar lo que había empezado. De pronto, sus p
Al finalizar la videollamada, Leo se derrumbó en la cama sin saber qué había pasado. Como estaba tan perturbado, cerró los ojos para analizar a detalle la conversación que había tenido con Maddie, repitiendo en su mente cada palabra que había mencionado, pero tras dar varias vueltas al asunto, no encontró nada que pudiera haber incomodado a esa chica. Como estaba tan agotado mentalmente, decidió dejar de pensarlo y prefirió tomar siesta antes del almuerzo. Sin embargo, su cuerpo le cobró con un largo sueño, porque terminó despertando pasadas las 6 de la tarde, cuando el sonido de alguien llamando a la puerta lo despertó. —Leo, ¿ya despertaste? Como estaba tan somnoliento, Leo dio media vuelta y cubrió sus oídos. Afuera se encontraba su padre, que al no escuchar su respuesta, se preocupó y decidió entrar a la habitación para constatar cómo estaba su hijo. —¡Leo! ¿Estás bien? Llevas bastante tiempo dormido —comenzó a decir, mientras se acercaba a la cama. Leo abrió perezosamente lo
«¿Estoy soñando?», fue el primer pensamiento que tuvo Leo al ver a Maddie que llevaba puesto un delicado vestido azul intenso, e inmediatamente vino una especie de déjà vu, como si antes hubiera pasado por una situación similar. Como seguía tan anonadado por la belleza de la chica que le gustaba, las palabras empezaron a atorarse en su garganta. —Ho… hola… Vi… vine… como… me pediste —tartamudeó. Ver que ese chico volvía actuar en su antigua personalidad fue un ataque de ternura directo al corazón de Maddie, que hizo un enorme esfuerzo por mantener su ecuanimidad y no caer en la tentación de abrazarlo como si fuera un oso de peluche. Entonces saludó con una enorme sonrisa —¡Hola! ¡Viniste muy rápido! —¡Ah! Sí… no quería hacerte esperar mucho. Por cierto… luces… luces muy hermosa —respondió Leo con mucho esfuerzo, ya que aún seguía nervioso por mirarla a los ojos. Este inocente halago provocó que Maddie sintiera un vuelco en el corazón y sus mejillas se tiñeron de rojo, así que come