“Tal vez el destino te puso en el camino a ese chico pelirrojo por alguna razón”. Esa frase de su amiga retumbó en la mente de Maddie, como si fuera la señal que necesitaba para tomar la decisión más importante de su vida. En los últimos días, Leo había resultado una constante en su rutina y aunque intentó escapar de su alcance, él siempre se interpuso en su camino. Esto la llevó a la conclusión de que era necesario terminar con el ciclo que había empezado, para así librarse de una vez por todas de la culpa por ilusionar a un muchacho virgen. Con esto en mente, se levantó de la cama, tomó su teléfono móvil y le envió un mensaje de texto acompañado de un emoji de gato. "¿Ya estás en casa?", escribió. Al mismo tiempo, Leo estaba en su habitación recordando el momento de intimidad que había pasado con Maddie, el cual lo había dejado con ganas de más, que de no haber sido por la intromisión de su padre, quizá no se sentiría con ansias de terminar lo que había empezado. De pronto, sus p
Al finalizar la videollamada, Leo se derrumbó en la cama sin saber qué había pasado. Como estaba tan perturbado, cerró los ojos para analizar a detalle la conversación que había tenido con Maddie, repitiendo en su mente cada palabra que había mencionado, pero tras dar varias vueltas al asunto, no encontró nada que pudiera haber incomodado a esa chica. Como estaba tan agotado mentalmente, decidió dejar de pensarlo y prefirió tomar siesta antes del almuerzo. Sin embargo, su cuerpo le cobró con un largo sueño, porque terminó despertando pasadas las 6 de la tarde, cuando el sonido de alguien llamando a la puerta lo despertó. —Leo, ¿ya despertaste? Como estaba tan somnoliento, Leo dio media vuelta y cubrió sus oídos. Afuera se encontraba su padre, que al no escuchar su respuesta, se preocupó y decidió entrar a la habitación para constatar cómo estaba su hijo. —¡Leo! ¿Estás bien? Llevas bastante tiempo dormido —comenzó a decir, mientras se acercaba a la cama. Leo abrió perezosamente lo
«¿Estoy soñando?», fue el primer pensamiento que tuvo Leo al ver a Maddie que llevaba puesto un delicado vestido azul intenso, e inmediatamente vino una especie de déjà vu, como si antes hubiera pasado por una situación similar. Como seguía tan anonadado por la belleza de la chica que le gustaba, las palabras empezaron a atorarse en su garganta. —Ho… hola… Vi… vine… como… me pediste —tartamudeó. Ver que ese chico volvía actuar en su antigua personalidad fue un ataque de ternura directo al corazón de Maddie, que hizo un enorme esfuerzo por mantener su ecuanimidad y no caer en la tentación de abrazarlo como si fuera un oso de peluche. Entonces saludó con una enorme sonrisa —¡Hola! ¡Viniste muy rápido! —¡Ah! Sí… no quería hacerte esperar mucho. Por cierto… luces… luces muy hermosa —respondió Leo con mucho esfuerzo, ya que aún seguía nervioso por mirarla a los ojos. Este inocente halago provocó que Maddie sintiera un vuelco en el corazón y sus mejillas se tiñeron de rojo, así que come
—¿En la playa? —preguntó Leo sumamente contrariado. —Sí —respondió Maddie esbozando una enorme sonrisa, que comenzó a explicar agitadamente la razón del viaje—. En la oficina donde trabajo ofrecen incentivos a los empleados del mes. En esta ocasión me tocó a mí y el premio fue pasar dos días y una noche en un hotel todo incluido ubicado en playa Bonita. Como es para dos personas, pensé en ti primero para que seas mi acompañante de viaje, así que no puedes echarte para atrás, ya que antes me dijiste que sí. El chico pelirrojo estaba asombrado con la repentina invitación, que por un momento pensó que era demasiado buena para ser cierto. Luego de asimilar la situación, se sintió muy feliz de que Maddie lo haya preferido para disfrutar de esa experiencia, lo cual significaba una excelente oportunidad para pasar más tiempo con la chica que le gustaba. Luego de convencerse, su emoción se desvaneció al recordar que no estaba preparado para la ocasión, así que inmediatamente planteó su vergo
—Servicio al cuarto —gritó desde afuera un empleado del hotel al tiempo que tocaba la puerta. Gracias a la inoportuna intervención, Leo volvió a sus sentidos e inmediatamente se incorporó para tomar aliento, sintiéndose incómodo al momento de desilusionar a su erecto amigo, que ya estaba listo para la acción. —Creo que alguien llama —dijo nervioso. —¡Ah! —suspiró Maddie, frustrada por el momento arruinado—, atiende la puerta, mientras voy al baño a cambiarme de ropa. Luego de decir esto, ella saltó del sofá, jalando rápidamente su maletín y después se escondió en el baño. —Está bien, ya… —empezó a decir el chico, pero se detuvo debido a que se sobresaltó en el momento en que ella cerró de un portazo el baño. Después de eso, se levantó de mala gana para atender al molesto empleado. En el momento en que abrió la puerta, el hombre lo saludó cortésmente mientras presentaba lo que llevaba en su carrito de servicio. —Buen día, señor, aquí le traemos bocadillos y frutas tropicales p
Mientras se encontraba en el ascensor, Leo recibió el mensaje de texto de su padre con la sugerencia de atuendo que le había comentado. Ansioso, abrió la aplicación de mensajería, pero en ese momento se abrieron las puertas del ascensor, por lo que instintivamente metió el teléfono móvil a su bolsillo y salió corriendo para dirigirse al lobby y preguntar a los empleados si había una tienda cerca del hotel. Afortunadamente estos le confirmaron que había una boutique dentro de las instalaciones, así que luego de que le indiquen dónde se encontraba ese lugar, el chico salió apresurado. Al llegar al establecimiento, se acercó a una joven vendedora que en ese momento se encontraba disponible. —Disculpe —comenzó a hablar agitado mientras mostraba la imagen—, ¿tiene algo así? La mujer tomó el teléfono celular y miró detenidamente la imagen. Después sonrió, devolvió el aparato y contestó amablemente. —Claro que sí, caballero. Acompáñeme. El chico pelirrojo siguió a la vendedora hasta el á
Maddie se sorprendió al ver que Claire era quien le marcaba, por lo que antes de contestar, le hizo una seña una seña a Leo para que la espere, así poder alejarse y responder a la llamada. —¡Claire! ¿Qué pasó? —contestó extrañada. —Hola —el tono de voz de Claire era un poco agitado—. Lo vi... vi a ese sujeto. Esto último provocó que Maddie sintiera una punzada en su abdomen, pero después se recuperó y comenzó a hacerle varias preguntas a la vez. —¿Qué? ¿Cómo lo viste? ¿Dónde? ¿Cuándo? Claire trataba de pensar con claridad lo que había pasado, que intentó responder: —Calma, bueno... Lo vi por mi vecindario, quizá solo estaba de paso, no sé. Espero que me haya visto. —¿Cómo? ¿Ese tipo estaba por tu vecindario? ¿Estás segura de que no te vió? —Sí, estaba en el jardín cuando vi que salía de casa de mi vecino. Cuando lo reconocí, rápido me agaché para esconderme entre los arbustos —respondió Claire bastante agitada. Al escuchar esto, Maddie se mordió la uña del pulgar de nerviosism
Maddie jadeó al oír la propuesta de Leo, que inmediatamente alzó la cabeza para asegurarse de que había escuchado bien. Al ver que él miraba fijamente al mar inexpresivo, no le quedó de otra que preguntarle directamente para confirmar lo que él había dicho. —¿Qué dijiste? El chico pelirrojo volteó a verla fijamente y respondió muy seguro. —Que quiero tener sexo contigo. «¿Acaso fue poseído o qué mosco le picó?», se preguntó la aturdida joven al ver la expresión calmada de ese muchacho, quien definitivamente hablaba en serio. —¿Estás seguro? ¿No es una broma? —volvió a preguntar con incredulidad. La cara de interrogación de Maddie enterneció a Leo, que sonrió suavemente y volvió a estrecharla entre sus brazos. Después de esto, procedió a besarla apasionadamente, influenciado en parte por la adrenalina del momento así como por la magia que se respiraba en el ambiente a causa del atardecer. Este movimiento repentino tomó por sorpresa a Maddie, ya que la lengua de ese atrevido chico