En la cárcel
Tras salir desesperado de la casa, Leo abordó rápidamente su vehículo, acelerando a fondo como si la vida se le agotara con cada segundo que pasaba “off line”. Se sentía tan ansioso por comprar un nuevo celular, que suplicaba al Universo que nada estorbara en su camino hasta el centro comercial y de esta forma poder comunicarse lo antes posible con Maddie.

—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —repetía con impaciencia, sintiendo frustración al ver ese malvado semáforo tardaba una eternidad en poner el verde.

Cuando por fin pudo cruzar esa zona, decidió ir por callejones y atajos que lo llevaran más rápido hacia su destino.

—¡Carajo! Si tan solo hubiera contestado la primera vez, no estaría como pendejo corriendo para comprar un nuevo celular —se quejó, mientras esquivaba los vehículos que tenía enfrente—. Primero, Maddie me envía una solicitud de amistad y yo la cancelo por estúpido; luego se me ocurre rechazar pasar la noche con ella, después me enojo porque me llamó “extraterrestre” y ahora
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