Tras salir desesperado de la casa, Leo abordó rápidamente su vehículo, acelerando a fondo como si la vida se le agotara con cada segundo que pasaba “off line”. Se sentía tan ansioso por comprar un nuevo celular, que suplicaba al Universo que nada estorbara en su camino hasta el centro comercial y de esta forma poder comunicarse lo antes posible con Maddie. —¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —repetía con impaciencia, sintiendo frustración al ver ese malvado semáforo tardaba una eternidad en poner el verde. Cuando por fin pudo cruzar esa zona, decidió ir por callejones y atajos que lo llevaran más rápido hacia su destino. —¡Carajo! Si tan solo hubiera contestado la primera vez, no estaría como pendejo corriendo para comprar un nuevo celular —se quejó, mientras esquivaba los vehículos que tenía enfrente—. Primero, Maddie me envía una solicitud de amistad y yo la cancelo por estúpido; luego se me ocurre rechazar pasar la noche con ella, después me enojo porque me llamó “extraterrestre” y ahora
—¿Primera vez en la cárcel? Leo se sobresaltó al escuchar esto, que dirigió su vista al fondo de la celda, donde encontró a un hombre de unos treinta años, de aspecto desaliñado y, a pesar de estar lejos de él, podía percibir el fuerte aroma a alcohol que desprendía de su ropa. Impresionado por el aspecto tan terrible del prisionero, solo asintió en silencio para responder la pregunta. El sujeto, al ver que el recién llegado actuaba con recelo, decidió hacerle un poco de plática, para no aburrirse más luego de tantas horas en la cárcel. —No tienes pinta de ser un criminal —señaló en un tono sarcástico—. Supongo que estás aquí porque cometiste alguna infracción o, quizá, alguna chica te acusó falsamente y te metió en problemas —cuando mencionó esto, su mirada se volvió sombría—. Si te pasó eso último, pobre de ti. Debiste haberte alejado de esa zorra desde la primera vez que la conociste, porque esas son las peores. Te lo digo por experiencia, ellas son capaces de acusar a un hombre
Leo se mantuvo pensativo por varios minutos, reflexionando sobre la historia de Jonathan. Aunque su primer encuentro fue bastante brusco, se sorprendió al relacionarse fácilmente con un tipo como él. Entonces recordó que desde su infancia hasta la universidad nunca había tenido la oportunidad de conectar con otras personas, debido a que siempre lo rechazaban por su aspecto físico. Solo Mike, otro repudiado de la sociedad al igual que él, fue el único individuo que le ofreció su amistad durante el tiempo en que se encontraron en la escuela media, hasta que tuvieron que continuar sus vidas universitarias por caminos separados. A pesar de esto, su amistad se mantuvo vigente hasta la actualidad. Mientras el chico pelirrojo recordaba tales cosas, los ronquidos de Jonathan lo devolvieron a la realidad. Instintivamente, volteó a ver a su compañero de celda y se sorprendió de que este durmiera profundamente, por lo que supuso que aún seguía bajo los efectos del alcohol. Verlo en ese estad
En el momento en que llegó a esa conclusión tan peligrosa, Maddie se levantó de golpe y comenzó a analizar la situación detenidamente. Entonces recordó que ninguno de los chicos con los que había tenido una relación le causaron tanto impacto en ella, como lo había hecho el tímido pelirrojo. Por consiguiente, la falta de contacto con ese chico virgen fue suficiente para detonar en ella las emociones que había reprimido tanto tiempo, como la falta de aire y la ansiedad por no verlo tanto tiempo. —¿Acaso esto es lo que significa estar enamorado? —se preguntó en voz alta. En el momento en que llegó a esa conclusión, se enterró entre las almohadas y gritó para liberar la emoción que le causaba este pensamiento. Aún fuera de sí, se levantó para buscar su teléfono móvil y, sin importar la hora, marcó al número de Claire. Como estaba tan desesperada por hablar con ella, el sonido de llamada hacía que su angustia aumentara exponencialmente. Cuando escuchó que su amiga contestó, Maddie inmed
—Mi nuevo vecino es un chico muy apuesto —continuó relatando Claire con emoción—. Cuando fui a cerrar el contrato de compra-venta de mi casa, me perdí, así que me acerqué con un amable señor que estaba trabajando en su taller, para preguntarle si conocía el predio que buscaba, y casualmente estaba al lado de ese lugar. En fin —suspiró para tomar aliento y continuar contando—, ahí me llamó la atención un muchacho que estaba con él, quien resultó ser su hijo. El dueño del negocio nos presentó y, aunque fue un momento rápido, me alegró mucho saber que éramos vecinos. Ambos son muy amables. Al escuchar esto, Maddie sintió tanta curiosidad por saber cómo era el hombre que le gustaba a su amiga, que demandó con insistencia. —¡Ay, amiga! No puedo creer lo que me dices, ¡cuéntame más! ¿Cómo es ese chico? ¡No omitas ningún detalle! Claire estaba sorprendida con la emoción de su amiga, que se sintió avergonzada de contarle sobre Leo. —Mmmm… Bueno, no sé qué más decirte —dijo un poco nerviosa
La proposición de Jacob impresionó a Jonathan, que por un momento pensó en aceptar inmediatamente, ya que en realidad no tenía a dónde ir. Sin embargo, inmediatamente se sintió un poco incómodo, puesto que apenas estaba conociendo a los Brown y no quería abusar de su amabilidad. Con esto en mente, intentó rechazarlos apropiadamente, para no ofender a sus benefactores. —¡Oh! Muchas gracias por su amabilidad, señor Brown —comenzó a decir con cordialidad—, pero no me gustaría molestarlos… —¡No es ninguna molestia! —interrumpió Jacob con vehemencia—. Realmente no me sentiría tranquilo dejándote ir así, por eso insisto en que aceptes nuestra ayuda, para que no vuelvas a dormir en la calle. —De todos modos —intentó replicar el hombre rubio—, no me gusta incomodar o ... —Jonathan —intervino esta vez Leo—, por lo menos acepta quedarte esta noche con nosotros, ya es muy tarde y afuera hace mucho frío. Además, supongo que debes estar muy cansado y quizá quieras tomar un baño, ¿no? —Mi hijo
Antes de desahogar su atribulado corazón, Leo suspiró pesadamente para intentar acomodar las ideas que revoloteaban en su cabeza. —Creo que perdí mi oportunidad con esa chica —comenzó a hablar en un tono deprimido—. Anoche, si recuerdas que estábamos charlando de mi cita fallida, cuando ella me llamó por teléfono. —Ajá, ¿qué pasó? —intervino Mike, ansioso por enterarse del “chisme”. —Bueno, pues, coqueteamos por largo rato en el teléfono y todo iba bien, hasta que ella me llamó “extraterrestre” y eso me contrarió tanto, que corté la llamada rápidamente y me encerré en mis pensamientos. Sé que fue muy estúpido reaccionar de esa manera, pero no sé, me angustió mucho que dijera eso de mí. Posteriormente, en la mañana, seguía tan deprimido, que no tenía ganas de hablar con nadie, pero entonces ella me marcó de nuevo y sentí tanta vergüenza, que no le contesté. Como volvió a insistir, entré en pánico y sin querer rompí mi teléfono móvil —hizo una pausa y finalizó con un profundo suspiro
Mientras conducía a casa de Maddie, Leo actuaba en modo automático, teniendo solo en mente un objetivo: pedir perdón por su estupidez. Incluso desde la mañana, él se había programado para cumplir paso a paso el plan de su amigo Mike, así que comenzó a palomear cada una de las tareas escritas en su “check list” que lo llevarían a cumplir con su misión de recuperar a la mujer que deseaba. Fue así que, luego de prestar el vehículo de su padre, se dirigió primero a una florería para comprar un ramo de rosas amarillas, que según el proyecto diseñado por el experto en chicas 2D, serían el complemento ideal para su disculpa. Tras completar esta misión, el ingenuo pelirrojo se puso en marcha hacia su siguiente prueba: encontrarse con la hermosa chica a quien dejó plantada el día anterior y conseguir su perdón. A pesar de que hizo un enorme esfuerzo por mantener el autocontrol, se sentía tan nervioso por lo que pasaría al momento de encontrarse cara a cara con su destino, que comenzó a repa