Alexander.
Alexander Ivanov, ciento diez años, uno de los mejores guerreo y futuro alfa de la manada Luna creciente. Ese soy yo, un hombre inteligente que vela cada día por el bienestar de su manada, me esfuerzo cada día para llegar a ser un alfa, que cuide de su manada, como lo han hecho mis padres todos estos años. Llevo tiempo buscando a mi mate, pero, como ven, no he podido hallarla. Había estado todo el día en la oficina ayudando a mi padre con todos los asuntos de la manada, normalmente es algo que hago dos veces por semana, el resto lo ocupo entrenando o revolcándome con alguna loba. Pues les puedo decir, soy un hombre responsable, pero tengo mis necesidades. Cerca de las tres de la tarde, un guerrero nos informa de que tenemos un visitante. Ninguna manada nos había avisado que enviaría a alguien, por lo que nos pusimos en alerta. El visitante resultó ser un enviado del alfa William, quien nos solicitaba ayuda, pues un terremoto había destruido gran parte de su manada y no tenían a dónde ir. Rápidamente, nos alistamos para la llegada de todos, sobre todo para atender a los heridos. Por suerte, los recursos de nuestra manada nos permiten darnos gusto y ayudar a quienes necesitamos. Fueron dos días de espera, a eso de las cinco de la tarde los guerreros nos avisaron que se acercaban. Por los que nos dirigimos a la entrada para recibirlos. —Es ella —dijo Ares, mi lobo No entendía a qué se refería, él estaba un poco inquieto, yo me sentía igual, pero no sabía por qué me sentía así. Un ligero aroma a flores frescas llegó a mí. El aroma no era fuerte, pero podía percibirlo. A lo lejos pude ver cómo un grupo de personas se acercaban. Una hermosa niña, de cabello blanco, destacaba entre todos. Era como ver a un ángel, su rostro transmitía paz, su cabellera blanca era impresionante, pues nunca había visto a una loba con una característica parecida, era realmente una diosa. Era ella, ella era la mujer que la Diosa Luna había elegido para mí, pero era solo una niña. Miré a mi padre y él comprendió lo que pasaba. Una sonrisa se formó en su rostro, luego miró a Alina, una de nuestras mejores guerreras. Todo mi alrededor desapareció, ella era lo único que podía ver, no entendía cómo era posible que pudiera reconocerla, pues era evidente que aún no había tenido su primera transformación. —No podemos aceptarla —habló Ares—. Es una niña, no podrá con el cargo de luna, es peligroso para ella, debemos protegerla. No dije nada, pues sabía que él tenía razón, pero debía tomar las cosas con calma, pues aún no podía rechazarla, aún no cumplía la mayoría de edad. Pero me sería difícil resistirme teniéndola cerca. —Alexander—habló del padre trayendo de vuelta. —Lo siento, padre, ¿qué me decías? —le dije. —Te estaba presentando a la familia de Alina —volteé a ver y era ella junto a un hombre que seguramente era su padre—. Él es Agustín, mi gran amigo y su hija Daría. —Es un placer, Alexander Ivanov, no saben cómo mi padre y Alina los han estado buscando todos estos años—dije con una sonrisa. —Joven Alfa, el gusto es todo mío—dijo el hombre estrechando mi mano. —Gracias por la bienvenida—dijo ella. Su voz hizo que mi lobo aullara; toda mi piel se erizó. —No fue nada, sean bienvenidos—dije antes de casi salir corriendo. Que me estaba pasando, la fuerza de la atracción que sentía hacia ella estaba haciendo estrago en mi cabeza, debía poner distancia de inmediato. Nadie, a excepción de mi padre, debía enterarse de que ella era mi futura mate. Desesperado me encerré en mi habitación, no pasó mucho tiempo cuando mi madre apareció. —¿Qué haces aquí, no deberías estar ayudando a tu padre? —me preguntó. —Solo viene a descansar un poco —mentí. —Es hermosa —me dijo—. Cuando nació, todos estábamos impresionados. Era la bebé más hermosa de toda la manada. Finalmente, pasó ese ataque y ella y su padre desaparecieron. —No sé de quién hablas—volví a mentir. —No sé cómo supiste que ella será tu compañera, pero debes saber que será una gran luna —dijo antes de salir de mi habitación. El que mi madre lo supiera era por qué mi padre se lo había comunicado. Ahora sé que no debí hacerle saber a mi padre, eso complica un poco las cosas, pero no importa, debo mantenerme alejado. Cuando estuve más tranquilo, volvía mis labores, había mucho que hacer, así que debía concentrarme. Mi padre y los guerreros ayudaron a acomodar a todos, según la gravedad de sus heridas. Yo me encargué de organizar todos los elementos de uso personal que íbamos a entregar. No estábamos hablando de un pequeño grupo de personas, estábamos hablando de toda una manada. Así que el trabajo era mucho y más al tratar de controlar mis impulsos, de salir corriendo de tras, Daría. Me sentí más tranquilo, cuando esta se fue con sus padres, pero a la vez, sentía una gran tristeza al sentirla lejos. La verdad es que este tema del vínculo era algo que causaba problema, además había algo que debía averiguar u era el hecho de que mi vínculo con ella haya despertado antes de que ella tuviera su transformación. Ya que es algo que no pasa. Al terminar mis pendientes, me fui a mi habitación a descansar. Tenía muchas cosas en la cabeza, así que traté de relajarme tomando una ducha. Pero no funcionó, pues aquellos ojos, color ámbar, que tenía grabados en mi mente, decidimos a no dejarme en paz. Desesperado, llamé a Lucrecia, una loba que suele revolcarse conmigo; ella no tardó en llegar. Al verla ingresar a mi habitación, me abalancé sobre ella como una bestia. Toda su ropa quedó hecha triza; si lo sabía, estaba actuando impulsivamente, pero de alguna manera tenía que sacarme a esa niña de mi cabeza. —Alfa— susurró ella con voz seductora, no deseaba escucharla. —Haz silencio— le ordené y ella obedeció. La verdad fue que no fui nada delicado, toda mi frustración la descargué con ella. Estaba mal, lo sabía, pero, no pude controlar mis emociones.Todos los recién llegados fueron ubicados en carpas temporales que habían habilitado; los heridos llegaron horas después y fueron atendidos.Daría y sus padres, ellos fueron a la que había sido años atrás su hogar.—Bienvenidos—dijo Alina.Ella estaba feliz, había tenido todo exactamente igual, para cuando ellos regresaran.—Gracias —contestaron Daría y su padre.E ingresaron a la que había sido su hogar años atrás. La casa, contaba con dosplantas. Era una casa hermosa, con estilo rústico, donde reinaba la madera, rodeaba de vegetación. En la parte de atrás de ella se unía con el bosque.**Daría.Alina era una mujer sencilla y hermosa, podía sentir el amor que nos tenía a mi padre y a mí, era así como un vínculo.Ella nos preparó para comer. En lo que mi padre y yo mirábamos fotos en un viejo álbum, en él pudimos ver muchas fotos de mi padre y de ella. Algunas de ellas eran de su matrimonio y otras fueron en mi nacimiento, confirmándome que sí era su hija.—¿De verdad es mi madre? —
Daría.Mi madre estaba feliz, ella siempre había soñaba con poder llevarme a mi primer día de clase. La Diosa Luna había cumplido su deseo, así que la felicidad en su rostro era más evidente.—Ten un lindo día, hija, si necesitas algo no dudes en llamarme —me dijo mamá desde la ventana del coche.—Estaré bien, así que no debes preocuparte—le dije. Ella me dedicó una sonrisa, luego se despido con la mano, papá hizo lo mismo. Los vi marcharse, luego suspiré y me encaminé al interior de la escuela. Todos se detuvieron para observarme, sería un largo día. Tratando de ignorarlos, me encaminé a lo que creía era la oficina del rector. Toqué y me permitieron el paso después del segundo toque.—Buenos días—saludé.—Señorita Sullivan, sea usted bienvenida, mi nombre es María, soy la secretaria —me saludó una mujer de unos cuarenta años.—Muchas gracias, señorita María—le contesté.—El rector vendrá en un momento, por favor, tome asiento —dijo. Me senté en una silla que quedaba enfrente del e
Alexander.Con la llegada de los visitantes, el trabajo se había aumentado. Mi padre y el alfa Óscar, estaban buscando el mejor lugar para restablecer la manada, ya que reconstruir la antigua era algo que no se podía.Con ellos centrado en eso, yo debía hacerme cargo del resto y una de las cosas que debía hacer, era asegurarme que todos los visitantes tuvieran todo lo necesario.Así que pensando en eso, me dirigía a la escuela para verificar que todos los estudiantes sean tratados como corresponde y no les haga falta nada.El director me informó la cantidad de estudiantes que habían asistido y me dio una lista de lo que se necesitaba para brindarles todo lo necesario.Después de discutir con él un par de temas más, me despedí. La verdad era que debía dirigirme con rapidez a la oficina de papá, pero las ganas de ver a Daria me ganaron, no sabía dónde buscarla, ya que era hora del receso, así que sin más me dirigí a la cafetería. Raramente, todo estaba casi en silencio, Barton mi futuro
Daría. Elegí un lindo vestido de tira en un tono pastel, no me esforcé mucho en verme bien, ya que no deseaba salir de casa. Cuando llegamos a la mansión de los Alfa, la Luna y el alfa William nos esperaban. —Bienvenidos— nos dijeron. —Muchas gracias por la invitación — dijeron mis padres. La luna se acercó a mí y acarició mis mejillas. —Daria, eres realmente hermosa—. Sus ojos tenían un brillo, mientras me miraban con cariño. —Gracias, Luna— le dije dándole una sonrisa. Seguimos al interior de la gran casa; en la sala se encontraba Alexander, el futuro sucesor. También el alfa Óscar junto a su luna. Todos se sentaron y empezaron con el relato de lo que pasó aquel día hace diecisiete años. “Había sido un día ajetreado, recuerdo que se celebraba el festival de la luna creciente, toda la manada estaba animada, disfrutando de todas las actividades que se habían organizado”, contó el alfa William. “Ese día, yo estaba de patrullaje, Agustín habí
Alexander.Me sentía como un completo idiota, le había hablado a Daría de manera terrible, por estar siguiendo los consejos de Ares.Pero lo que yo en realidad quería era estar con ella y reclamarla como mía, pero también tenía claro que necesitaba una compañera acta para el puesto de Luna.De verdad que tenía un caos en mi cabeza, tratando de dejar ese tema de lado, bajé y me uní a la cena. Durante ella no pude evitar mirar a Daria. Ella lucía tranquila, es más, podía jurar que me estaba ignorando, pero la entendía. Hacía solo unos instantes que la había tratado mal, diciéndole que no era más que una invasora. Necesitaba disculparme.La cena finalizó tranquilamente, ella y su familia se despidieron sin darme oportunidad de disculparme por lo que había pasado.Sin más que hacer, me fui a descansar, con la idea de ir a la mañana siguiente a la escuela y disculparme con ella.Emocionado por ir a verla, me levanté temprano, entrené, luego tomé una ducha y salí de casa sin mirar el desayu
Daría.Tres meses se habían cumplido desde nuestra llegada a esta manada.Tres meses en los que hemos tratado de adaptarnos a otras costumbres.Pero no todo ha sido malo, ya que he podido presenciar el amor de mis padres.Diría que ha sido lo único bueno de haber llegado a la luna creciente.Porque si hablamos de la escuela, en ella hemos tenido que aprender a vivir con las miradas de desaprobación de mucho, comentarios estúpidos de otros.Hacía dos meses atrás tuve un altercado con Santiago, un compañero de clase que se atrevió a besarme sin mi aprobación. Por suerte logré ponerlo en su lugar y dejarle claro que debía respetarme. Desde entonces mantiene su distancia, cosa que agradezco.Digamos que ese ha sido un resumen de todo lo poco interesante que he vivido hasta ahora.Aunque si hay algo que me tiene pensativa y es el hecho de que hay una voz que suelo escuchar, eso me ha llevado a pensar que mi loba ha despertado, pero no me he atrevido a hablarle o, de ser lo contrario, estar
Daría.Mis impulsos estaban empezando a controlarme, sentía la necesidad de correr hacia él, pero no podía.¿Cómo le explicaría el hecho de que yo sabía que él era mi mate, cuando no he tenido mi primera transformación?—Atenea, no podemos dejar que el vínculo sea más fuerte —le dije por el enlace.—Lo sé, pero esta sensación es más fuerte —me contestó.La verdad fue que cuando quise reaccionar, ya me encontraba en su habitación, oliendo su cama. Parecía una puta enferma haciendo eso.Por suerte él no estaba en casa, porque la vergüenza hubiera sido grande.Ya más tranquila, bajé a la primera planta y menos mal que lo hice, pues cuando acababa de bajar el último escalón de la escalera, la puerta fue abierta y por él entró un Alexander, sudoroso, con medio cuerpo descubierto. Se veía tan sexy.Por primera vez lo detallé y pude ver lo apuesto que era.Respiré profundo, tratando de guardar el suficiente oxígeno y no respirar su aroma.Mi corazón estaba fuera de control, estaba casi segur
Alexander.No sabía lo que estaba haciendo con mi vida, entre Ares y Rubí, me estaba volviendo loco diciéndome lo que no podía hacer.Poco a poco me estaban conduciendo a un callejón sin salida, del cual sabía que si continuaba no podría salir.Pero, aun así, seguía haciéndole caso, y así llegamos aquí. En este momento en el que soy encontrado, casi teniendo intimidad por quién será mi compañera.El miedo y la preocupación a perderla me invadieron, mostrándome que de veras no deseaba rechazarla. La quería en mi vida. Pero había dado un paso para perderla.Sus ojos inexpresivos me miraban, mientras yo me sentía estúpido delante de una joven de diecisiete años.No supe cómo actuar y dejé que Rubí la maltratara; yo, quien debía protegerla, estaba dejando que una loba que está de paso en mi vida la lastimara.Pero una vez más, Daría me mostró que no necesitaba que alguien más la defendiera.Con pasos firmes y rápidos, su mirada brillante, cuál luz sangrienta, se acercó a Rubí y sin esfuer