Cena.

Daría.

Elegí un lindo vestido de tira en un tono pastel, no me esforcé mucho en verme bien, ya que no deseaba salir de casa.

Cuando llegamos a la mansión de los Alfa, la Luna y el alfa William nos esperaban.

—Bienvenidos— nos dijeron.

—Muchas gracias por la invitación — dijeron mis padres.

La luna se acercó a mí y acarició mis mejillas.

—Daria, eres realmente hermosa—. Sus ojos tenían un brillo, mientras me miraban con cariño.

—Gracias, Luna— le dije dándole una sonrisa.

Seguimos al interior de la gran casa; en la sala se encontraba Alexander, el futuro sucesor. También el alfa Óscar junto a su luna.

Todos se sentaron y empezaron con el relato de lo que pasó aquel día hace diecisiete años.

“Había sido un día ajetreado, recuerdo que se celebraba el festival de la luna creciente, toda la manada estaba animada, disfrutando de todas las actividades que se habían organizado”, contó el alfa William.

“Ese día, yo estaba de patrullaje, Agustín había quedado con nuestra pequeña, de solo seis meses disfrutando del festival, todo fue rápido y confuso, no sé de dónde salieron o cómo ingresaron sin ser detectados, lo cierto fue que se sembró el caos, gritos, incendios, muerte, sangre era lo que se veía por todos lado, una fuerte batalla se inició contra esos desertores”

Agregó mamá.

“Tratamos de proteger a los más débiles de la manada, mientras que los más fuertes peleaban. Era terrible ver cómo un lindo festival que nos unía como manada se había convertido en una escena de fuerte”, Agregó la luna Míriam.

“Papá, estaba al frente, él me ordenó llevar a los heridos a la base para que fueran atendidos. Mientras los hacía, pude ver a lo lejos cómo el señor Agustín, corría mientras era perseguido”, dijo el alfa Alexander.

“Yo los busqué por toda la manada, pero no los pude encontrar. Los hospitales estaban llenos de heridos, la morgue de muertos, pero no había señales de ustedes”, dijo mi mamá entre llanto.

“Yo los encontré en el límite de la manada, a la orilla del río, Mario sostenía a la pequeña Daria con fuerza, en realidad fue el llanto de ella que nos llevó a ellos, eran realmente fuerte, los llevé al hospital para que fueran atendidos, Mario estuvo en coma por varios meses, durante ese tiempo mi luna y yo cuidamos de la pequeña Daria” contó el alfa Óscar.

“Yo fui a su manada, pero nunca los sentí y Loba tampoco lo hizo.” Dijo mama.

“Su visita fue repentina, y nunca preguntaron directamente por ellos, así que los aislé para que no pudieran sentir su presencia, sé que estuvo mal; sin embargo, lo hice para protegerlos”, contó el alfa Óscar.

“Lo sabes, alfa, así que no tiene que preocuparse, de mi parte no hay más que agradecimiento hacia ustedes por habernos dado un hogar”, le dijo mi padre.

“Todo este tiempo fui feliz en la manada Luna escarlata y eso es gracias a ustedes”, agregué.

“Gracias, alfa”, le dijo mi madre.

Escuchar la historia de todo me hizo comprender todo lo que mi madre había vivido. Ellos siguieron su conversación, mi padre contó todo lo vivido estos años. El alfa Alexander se disculpó y se retiró.

Yo ya había escuchado lo suficiente, así que deseaba irme a descansar. Por suerte nos avisaron que la cena estaba servida, así que nos dirigimos al comedor.

* *

Alexander había escuchado la historia con gran esfuerzo, trataba de contener el deseo que tenía de tocar a Daría. Así que apenas tuvo la oportunidad, se disculpó y salió corriendo y se encerró en su habitación.

—No puedes dejar que el deseo y tus emociones te controlen —lo reprendió Ares, su lobo.

—Para ti es fácil decirlo —le respondió Alexander—. Dime cómo lo hago, el vínculo es más fuerte de lo que imaginaba.

—Debes alejarte como sea, no podemos permitir que el vínculo nos ate a ella —finalizó Ares.

Alexander pasó con desesperación sus manos por su cabeza, sabía que Ares tenía razón, pero en el fondo él deseaba estar con Daría. Aunque tenía claro que debía esperar a que ella tuviera la edad.

—No me quiero imaginar, cómo será cuando ya tenga a su loba—pensó.

Cuando estuvo más tranquilo, salió de su habitación para unirse a la cena. Cuando iba bajando las escaleras, se topó con Daría que iba subiendo.

—¿Te puedo ayudar en algo? —le habló Alexander. Su tono era un poco cortante, cosa que no pasó desapercibida para Daría.

—Me disculpo si lo incómodo Alfa, estaba buscando el baño —contestó.

—En el primer piso hay varios —contestó él.

—Claro, como vivo aquí, ya lo sabía —respondió sarcásticamente Daria.

Alexander apretó los puños, Daría no mostraba sumisión y eso le molestaba.

—Deberías recordar a quién le estás hablando—dijo con voz de Alfa.

Daría levantó una ceja, demostrando lo poco que le importaba.

—Sí, alfa, como usted diga, ahora, si me disculpa, debo ir al baño —dijo dándose la vuelta para volver a bajar.

—Detente—le ordenó.

—¿Se le ofrece algo?—preguntó Daría volteándose para mirarlo.

Alexander se acercó a ella me manera imponente, una vez estuvo a solo unos centímetros de ella le habló.

—Recuerdas dónde estás, no eres más que una invasora—le susurró.

Daría sonrió de manera tranquila, cosa que le causó un escalofrío a Alexander.

—Créame, eso es algo que tengo presente, así que no debe recordármelo—dijo acercándose más a él—Yo también deseo irme.

Apesar de la diferencias de estatura, Daría había empinado sus pies para poder susurrarle al oído.

—Ahora sí no es más, me voy—dijo Daría.

Dejando a Alexander estático, ¿irse?, ella no podía irse.

—Es lo mejor—le habló su lobo—Tanto para ella como para nosotros.

—No dejaré que se vaya—dijo Alexander seguro.

—No digas estupideces, somos los sucesores de la manada Luna Creciente, una niña no debe hacernos perder de nuestro camino, aún no entiendo en qué estaba pensando la luna cuando la eligió como nuestra compañera—dijo el Lobo.

—Si la eligió para nosotros, es por que es la indicada, la diosa no se equivoca—agregó Alexander.

—Está vez si—finalizó Ares.

Daría bajo al comedor, se sentía molesta que hasta las ganas de ir al baño se le habían quitado.

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