Inicio / Fantasía / Legado Divino / Capítulo 1: La Profecía del Origen
Legado Divino
Legado Divino
Por: Corllami
Capítulo 1: La Profecía del Origen

Una calma inquietante reinaba en el Olimpo renacido, una ciudad suspendida entre lo divino y lo moderno. Torres de cristal y mármol reflejaban la luz de un sol eterno, mientras los templos flotaban sobre nubes cargadas de poder ancestral. Entre las cúpulas y los senderos cubiertos de flores inmortales, una tensión invisible impregnaba el aire, como si incluso la perfección del Olimpo pudiera desmoronarse ante lo inevitable. Zeus, imponente, observaba el horizonte desde su trono en el Salón Eterno, con la mirada fija en una tormenta oscura que se agitaba en la distancia.

No era una tormenta común. No traía vientos ni lluvia, sino un vacío que devoraba todo a su paso. Zeus podía sentir su presencia en el fondo de su ser, como un eco que vibraba en cada fibra de su existencia. Había algo diferente, algo más profundo y ominoso que cualquier amenaza que hubiera enfrentado antes.

El silencio absoluto del Salón Eterno se rompió con los pasos de Hera, cuyo porte majestuoso irradiaba autoridad, aunque sus ojos delataban una inquietud contenida. En sus manos llevaba un pergamino envejecido, cubierto de símbolos arcanos que brillaban con un resplandor vivo, como si las palabras mismas respiraran.

—Es el Oráculo, Zeus. Ha hablado de nuevo —dijo mientras avanzaba con pasos firmes hacia el trono.

Zeus tomó el pergamino con cuidado, deslizando los dedos por los bordes como si temiera que las palabras grabadas en él pudieran desbordarse. Desenrolló el documento lentamente, los símbolos danzando ante sus ojos, y comenzó a leer:

"Cuando la sombra del vacío se extienda y el cosmos tiemble ante el caos, el Orbe del Destino deberá brillar en manos de aquellos que trasciendan lo divino y lo humano. Sangre de los antiguos, corazones de los nuevos, sellarán el destino del universo."

Su voz resonó en el vasto salón, cargada de una gravedad que parecía encadenar a los presentes. Hera, de pie a su lado, apartó la mirada hacia el horizonte, donde la tormenta seguía creciendo. Apolo dejó de afilar sus flechas doradas y fijó los ojos en Zeus, mientras Atenea entrelazaba sus manos con una calma tensa.

En el instante en que terminó de leer, una visión lo golpeó como un rayo. El Salón Eterno desapareció y, en su lugar, un vacío infinito lo envolvió. No había cielo ni suelo, solo un abismo negro salpicado de destellos de luz. Frente a él surgió una figura informe, cambiante, como si estuviera hecha de caos puro. Fragmentos de estrellas eran devorados por su cuerpo mientras emitía un rugido que resonaba en todo su ser.

Entre las sombras, el Orbe del Destino flotaba, irradiando una luz cegadora. Una voz susurró en su mente, como un eco distante: "El equilibrio será roto. El precio será pagado."

La visión desapareció tan rápido como había comenzado. Zeus volvió al Salón Eterno, con la respiración pesada y el pergamino aún entre sus manos.

—¿Qué has visto? —preguntó Hera, acercándose con cautela.

Zeus apartó la mirada hacia el suelo, con los ojos aún relampagueando al recordar la figura del caos.

—El tiempo se acaba —murmuró finalmente, con un tono más sombrío que nunca.

Hades, reclinado en una silla de mármol oscuro al final de la sala, observaba la escena con una sonrisa burlona.

—El cosmos temblará, ¿eh? —dijo, dejando que el sarcasmo impregnara sus palabras—. Tal vez sea momento de aceptar que nuestra era ha terminado, querido hermano.

—No permitiré que la humanidad pague por nuestras fallas del pasado —respondió Zeus, con una intensidad que electrizó el aire a su alrededor—. Esta profecía habla de redención y sacrificio. Si el Orbe es la clave, lo encontraremos y lo protegeremos.

—¿Proteger? —Hades se incorporó, dejando que su sombra se extendiera como un manto vivo que devoraba la luz cercana—. Siempre tan noble, Zeus. Pero te olvidas de algo: el Orbe tiene un precio, y ese precio podría destruirnos a todos. ¿Estás dispuesto a sacrificarlo todo por una especie que no ha dejado de traicionarse a sí misma?

Poseidón golpeó el suelo con su tridente, haciendo que un estruendo profundo sacudiera los pilares del Salón.

—¡Cuidado con tus palabras, Hades! Zeus no está solo en esto —advirtió con la voz retumbando en el aire.

Afrodita, de pie cerca de un ventanal, observaba las nubes eternas con los ojos cargados de emoción.

—¿Y si esta profecía no es solo nuestra responsabilidad? —dijo, con una mezcla de duda y esperanza en su voz—. Habla de corazones nuevos. Quizás la humanidad tenga un papel que jugar, más allá de ser simplemente protegida.

Atenea, serena pero alerta, intervino mientras sus ojos estudiaban a cada uno de los presentes.

—El Orbe del Destino es más que un objeto. Su poder trasciende nuestra comprensión. Hemos oído rumores de que yace oculto en la Tierra, protegido por pruebas que solo los dignos podrán superar. Pero si cae en las manos equivocadas… —Dejó que sus palabras colgaran en el aire, cargadas de un peso imposible de ignorar.

Zeus se levantó, con la mirada fija en Hades, como si pudiera desafiar la oscuridad que lo rodeaba.

—No habrá manos equivocadas. Nosotros lideraremos la búsqueda. Tú puedes unirte… o apartarte del camino.

Hades soltó una risa amarga, dejando que su sombra ondeara como una llama oscura.

—Oh, hermano, ¿y si mi camino es tomar el Orbe para mí? Tal vez sea yo quien decida el destino de este universo.

El rayo en las manos de Zeus comenzó a brillar, como un recordatorio de su poder indomable.

—Inténtalo, Hades, y será la última decisión que tomes.

En lo profundo de una caverna oculta, Ethan Blake, un arqueólogo peruano, limpiaba el polvo de un mural enterrado. Las figuras talladas mostraban una batalla entre dioses y una criatura que parecía surgir de las estrellas. Entre las figuras, una diosa destacaba con un orbe luminoso en las manos, su rostro tallado con una precisión que desafiaba el tiempo.

Cuando Ethan pasó los dedos sobre el mural, un temblor leve sacudió el suelo, haciendo que las antorchas parpadearan. El aire se llenó de un susurro apenas audible, un idioma que no reconocía, pero que parecía hablarle directamente a su alma.

Retrocedió instintivamente, con un escalofrío recorriendo su cuerpo al sentir algo antiguo despertarse en ese lugar. Por un instante, juró ver el orbe en el mural brillar débilmente, como si las figuras lo observaran desde un pasado remoto. Sin saberlo, había dado el primer paso hacia un destino que lo entrelazaría con los dioses y decidiría el futuro del universo.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo