Las citas que he vivido no han sido, ni de lejos, memorables. Más bien, podría decir que muchas de ellas rozan la categoría de desastres. Una en particular, durante mis años de universidad, se grabó en mi memoria como un episodio tan incómodo como frustrante.Era un chico guapo, con un aire de timidez que a primera vista parecía encantador. Acepté su invitación y quedamos de vernos en una pequeña cafetería en el corazón del bullicioso centro de la Ciudad de México. Sin embargo, el encanto comenzó a desmoronarse antes de que siquiera llegara: apareció tarde, sin prisa alguna, como si el tiempo no tuviera importancia.Ya en la cafetería, su falta de conversación llenó los minutos con un incómodo silencio que ni siquiera el aroma del café pudo disipar. Pero eso no fue lo peor. Al momento de pagar, descubrí que no llevaba dinero consigo. Sorprendida, terminé cubriendo la cuenta, algo que podría haber pasado como un simple detalle si no hubiera tenido que costear también el taxi que lo lle
Gabriel es, sin lugar a dudas, el hombre más guapo que he conocido creo que más que Jacobo. Incluso ahora, después de lo que acabamos de vivir, me cuesta asimilarlo. Mi mente está llena de preguntas, y el simple pensamiento de lo que nos espera mañana me hace sentir una mezcla de emoción y nerviosismo.—¿Estás bien, Aurora? Te veo algo dispersa —dijo Gabriel, con una mirada que reflejaba tanto duda como preocupación.Su voz me sacó de mi ensimismamiento, pero al regresar al presente, un cúmulo de emociones me invadió. Mi pecho parecía demasiado pequeño para contener todo lo que sentía en ese momento.—Estoy bien, Gabriel... pero tengo muchas preguntas —respondí, tratando de sonar firme, aunque mi tono estaba cargado de incertidumbre.Un breve silencio se instaló entre nosotros, cargado de una tensión que no era incómoda, sino más bien expectante. Fue Gabriel quien finalmente lo rompió, con una confesión que parecía haber estado guardando por un largo tiempo.—Aurora, vengo de una fami
Gabriel me dejó frente a mi departamento, el rugido suave del motor del auto apagándose marcando el final de nuestra velada. Bajamos juntos, y aunque la noche era fría, el calor de su presencia hacía que el aire pareciera más tibio. Con un gesto tímido y una mirada intensa, se acercó lo suficiente para darme un beso en la mejilla, Me sonroje pero no me negue aceptar su beso. Sentí un temblor recorrerme, aunque no sabía si era el frío o el vértigo de lo que parecía gestarse entre nosotros. ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo él lograra despertar en mí algo que iba mucho más allá de la amistad?Antes de que el nerviosismo pudiera atraparme, solté las palabras casi atropelladas:—¿Te gustaría pasar a tomar un café? Creo que aún podemos seguir conversando un poco más.Hubo un destello de duda en sus ojos, pero rápidamente fue reemplazado por una sonrisa que desarmó cualquier posible arrepentimiento.—Claro, me encantaría —respondió con una mezcla de nervios y entusiasmo.Subimos por
Me desperté con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas de la ventana del cuarto, acariciando mi rostro con una calidez para poder despertar por completo. Al girar hacia el otro lado de la cama, me di cuenta de que Gabriel no estaba allí. Por un instante, sentí el vacío de su ausencia, pero el delicioso aroma que venía de la cocina disipó cualquier preocupación.Me levanté con curiosidad y, antes de salir de la habitación, tomé su camisa del respaldo de la silla y me la puse. El algodón suave y el ligero aroma a él me hicieron sentir como si lo abrazara. Caminé descalza hacia el origen de aquel tentador olor y lo vi, con su figura despreocupada y deslumbrante, apenas cubierto por unos bóxers. Estaba concentrado, moviéndose entre la estufa y el mesón con una gracia que no podía dejar de admirar. En ese instante, parecía la imagen misma de la ternura y la sensualidad combinadas.—¿Ya despertaste? —dijo con esa voz cálida que siempre lograba derretir mi corazón—. Ven, siéntat
La mañana se deslizaba lentamente, con el aire fresco como un eco de los silencios que llenaban el interior del auto. Estábamos estacionados frente al imponente corporativo, pero ninguna palabra había roto la quietud entre nosotros. Lo miré de reojo: sus manos estaban aferradas al volante, como si soltarlo pudiera desmoronar algo más que el control del vehículo.Sus hombros tensos y la rigidez de su mandíbula hablaban más alto que cualquier palabra. Me armé de valor, extendí la mano y toqué suavemente su brazo, buscando traerlo de vuelta. Mis ojos encontraron los suyos mientras preguntaba, con un hilo de preocupación:—¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te ayude en algo?Su respuesta llegó como un torrente de emociones contenidas, cargada de vulnerabilidad.—No quiero que te apartes de mí. No sabes lo duro que es esto. Yo no quiero estar aquí, pero... es mi destino. Soy el heredero de esta gran empresa, y tengo que sacarla adelante. Pero no quiero hacerlo solo. —Su voz se quebró apenas
Al cruzar la puerta de la oficina, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente: solté su mano como si quemara y cubrí mi rostro con ambas manos, tratando de contener la explosión de emociones que me atravesaba. El corazón me latía con fuerza, una mezcla de adrenalina, nervios y una inquietud que no lograba apagar. Quería desaparecer, correr lejos y esconderme bajo las sábanas, como si eso pudiera borrar lo que acababa de suceder.Cuando llegué a Mallorca, jamás imaginé que mi vida tomaría este giro tan abrupto, mi mundo siempre habia sido tranquilo y sin ser tan visible, habia tomado algunas desiciones para que mi vida laborar fuera muy tranquila y ahora convertirme en la asistente del CEO no estaba ni remotamente en mis planes. Vine aquí para crecer en mi carrera, para aprender, no para ser el centro de las miradas ni cargar con esta presión. Miré a Gabriel, con las lágrimas amenazando con desbordarse.—No creo que pueda con esto —dije, mi voz quebrándose—. Me siento visible, me siento vu
En la mañana del 5 diciembre me encontraba recostada en mi cama pensando en mi decisión de irme a trabajar lejos de mí ciudad natal, aunque aquí en la ciudad de México encontraría un buen trabajo de mi carrera he decidido irme a Mallorca, mi familia ha aceptado con buenos ojos mi decisión y estoy feliz con el hecho de que me apoyan, pero es sumamente difícil dejar todo atrás. Pero lo que más duele es dejar a Jacobo, ese gran amor de infancia y adolescencia, a pesar de que solo somos amigos, yo siempre lo ame, fue mi confidente de toda mi juventud, platicábamos de todo, aunque algunas ocasiones nos confundían como pareja solo es mi amigo. Él tiene pareja, Melody una hermosa compañera de colegio, por la cual siempre estuvo enamorada y por lo cual nunca pude decirle lo que yo sentía por él, aunque en estos momentos ya es tarde para decirle, yo creo que si lo guardo me odiare, a lo mejor por la tarde que nos veamos para nuestra despedida le diré que lo quiero y siempre lo tendré en mi cor
Mi vuelo sale el día de mañana, me encuentro ansiosa ya estoy lista para irme, mi mama me hará una comida familiar, solo mi hermano Mauro, mi abuelita Sofía y ella.He terminado de meter todas mis cosas en las maletas, mi vuelo sale a las 5 de la mañana, en ese tiempo estuve revisando algunas fotografías de mis vivencias con amigos y Jacobo, tuve un poco de nostalgia al recordar todo por lo cual tome todas las fotografías y las volví a meter en su cajita y la coloque en un baúl donde guarde todo lo que conservare.Mi mamá y mi hermano salieron de la casa para ir por mi abuela, que tenía ya un tiempo que no la veía y con esto del viaje quizás tardaría más tiempo en verla. Me quede sola en casa.Bajé a la cocina y mientras tomaba una manzana sonó el timbre, fui a ver quién era y para mi sorpresa era Jacobo, mi corazón comenzó latir más rápido y con mayor fuerza, abrí la puerta con calma, nos vimos durante unos segundos antes de pronunciar palabra.– ¿Cómo estás? –Dijo con voz rápida y s