Gabriel es, sin lugar a dudas, el hombre más guapo que he conocido creo que más que Jacobo. Incluso ahora, después de lo que acabamos de vivir, me cuesta asimilarlo. Mi mente está llena de preguntas, y el simple pensamiento de lo que nos espera mañana me hace sentir una mezcla de emoción y nerviosismo.—¿Estás bien, Aurora? Te veo algo dispersa —dijo Gabriel, con una mirada que reflejaba tanto duda como preocupación.Su voz me sacó de mi ensimismamiento, pero al regresar al presente, un cúmulo de emociones me invadió. Mi pecho parecía demasiado pequeño para contener todo lo que sentía en ese momento.—Estoy bien, Gabriel... pero tengo muchas preguntas —respondí, tratando de sonar firme, aunque mi tono estaba cargado de incertidumbre.Un breve silencio se instaló entre nosotros, cargado de una tensión que no era incómoda, sino más bien expectante. Fue Gabriel quien finalmente lo rompió, con una confesión que parecía haber estado guardando por un largo tiempo.—Aurora, vengo de una fami
Gabriel me dejó frente a mi departamento, el rugido suave del motor del auto apagándose marcando el final de nuestra velada. Bajamos juntos, y aunque la noche era fría, el calor de su presencia hacía que el aire pareciera más tibio. Con un gesto tímido y una mirada intensa, se acercó lo suficiente para darme un beso en la mejilla, Me sonroje pero no me negue aceptar su beso. Sentí un temblor recorrerme, aunque no sabía si era el frío o el vértigo de lo que parecía gestarse entre nosotros. ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo él lograra despertar en mí algo que iba mucho más allá de la amistad?Antes de que el nerviosismo pudiera atraparme, solté las palabras casi atropelladas:—¿Te gustaría pasar a tomar un café? Creo que aún podemos seguir conversando un poco más.Hubo un destello de duda en sus ojos, pero rápidamente fue reemplazado por una sonrisa que desarmó cualquier posible arrepentimiento.—Claro, me encantaría —respondió con una mezcla de nervios y entusiasmo.Subimos por
Me desperté con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas de la ventana del cuarto, acariciando mi rostro con una calidez para poder despertar por completo. Al girar hacia el otro lado de la cama, me di cuenta de que Gabriel no estaba allí. Por un instante, sentí el vacío de su ausencia, pero el delicioso aroma que venía de la cocina disipó cualquier preocupación.Me levanté con curiosidad y, antes de salir de la habitación, tomé su camisa del respaldo de la silla y me la puse. El algodón suave y el ligero aroma a él me hicieron sentir como si lo abrazara. Caminé descalza hacia el origen de aquel tentador olor y lo vi, con su figura despreocupada y deslumbrante, apenas cubierto por unos bóxers. Estaba concentrado, moviéndose entre la estufa y el mesón con una gracia que no podía dejar de admirar. En ese instante, parecía la imagen misma de la ternura y la sensualidad combinadas.—¿Ya despertaste? —dijo con esa voz cálida que siempre lograba derretir mi corazón—. Ven, siéntat
La mañana se deslizaba lentamente, con el aire fresco como un eco de los silencios que llenaban el interior del auto. Estábamos estacionados frente al imponente corporativo, pero ninguna palabra había roto la quietud entre nosotros. Lo miré de reojo: sus manos estaban aferradas al volante, como si soltarlo pudiera desmoronar algo más que el control del vehículo.Sus hombros tensos y la rigidez de su mandíbula hablaban más alto que cualquier palabra. Me armé de valor, extendí la mano y toqué suavemente su brazo, buscando traerlo de vuelta. Mis ojos encontraron los suyos mientras preguntaba, con un hilo de preocupación: —¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te ayude en algo?Su respuesta llegó como un torrente de emociones contenidas, cargada de vulnerabilidad. —No quiero que te apartes de mí. No sabes lo duro que es esto. Yo no quiero estar aquí, pero... es mi destino. Soy el heredero de esta gran empresa, y tengo que sacarla adelante. Pero no quiero hacerlo solo. —Su voz se quebró ape
Al cruzar la puerta de la oficina, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente: solté su mano como si quemara y cubrí mi rostro con ambas manos, tratando de contener la explosión de emociones que me atravesaba. El corazón me latía con fuerza, una mezcla de adrenalina, nervios y una inquietud que no lograba apagar. Quería desaparecer, correr lejos y esconderme bajo las sábanas, como si eso pudiera borrar lo que acababa de suceder.Cuando llegué a Mallorca, jamás imaginé que mi vida tomaría este giro tan abrupto, mi mundo siempre habia sido tranquilo y sin ser tan visible, habia tomado algunas desiciones para que mi vida laborar fuera muy tranquila y ahora convertirme en la asistente del CEO no estaba ni remotamente en mis planes. Vine aquí para crecer en mi carrera, para aprender, no para ser el centro de las miradas ni cargar con esta presión. Miré a Gabriel, con las lágrimas amenazando con desbordarse.—No creo que pueda con esto —dije, mi voz quebrándose—. Me siento visible, me siento vu
En la escuela, siempre creí que era invisible, una sombra más entre tantas, y la de Jacobo en particular. Me movía en su órbita, convencida de que nadie me notaba. Lo que nunca supe, o quizá nunca quise ver, era que sí había ojos que me seguían, miradas que trataban de acercarse. Algunos chicos incluso intentaron pedirme una cita, pero Jacobo siempre estaba ahí, como un muro silencioso, impidiendo que cualquier intento prosperara. Siempre éramos él y yo, como si estuviera escrito en algún lugar que no podía ser de otra manera.Antes de que Jacobo se convirtiera en el centro de mi universo, había alguien más. Un compañero dulce, amable y encantador. Compartíamos risas en clase, secretos entre libros y tardes en los pasillos de la universidad. Él era un refugio, un pequeño rincón de alegría que me hacía sentir especial. Pero, en mi prisa por estar con Jacobo, dejé de lado esas risas, esas miradas cómplices. No supe ver lo que tenía frente a mí, y cuando lo hice, ya era tarde. Lo abandon
El postre llegó, una obra de arte dulce que en cualquier otro momento habría iluminado mi día. Pero ahora, mientras lo probaba mecánicamente, mi mente estaba en otro lugar, atrapada en un abismo de inseguridades.Intenté aferrarme a la calma, pero mi interior era un caos. El silencio que me envolvía era ensordecedor. Mil pensamientos me atacaban al mismo tiempo: ¿Estoy exagerando? ¿Es esta la realidad que nunca quise ver? ¿Es posible que Gabriel sea alguien completamente distinto al hombre que creí conocer?Entonces, Gabriel, con esa elegancia natural que siempre lo caracterizaba, pagó la cuenta. Su gesto fue amable, impecable, como si no percibiera la tormenta que rugía dentro de mí.—Voy al baño —dijo en voz baja, y antes de que pudiera responder, se levantó y se alejó.Fue en ese momento, en ese instante de soledad, que Rebeca aprovechó su oportunidad. Sus ojos me buscaron, y en ellos vi algo que me heló: una mezcla de triunfo y desprecio. Se inclinó hacia mí, como un depredador qu
Sentía que el peso de mis pensamientos me ahogaba. Tenía tanto que decir, pero las palabras se quedaban atrapadas en la garganta, como si el dolor las sujetara con fuerza. Mi corazón latía con una angustia contenida. Rebeca… su sola presencia había bastado para desmoronar mis ilusiones, para hacerme sentir que todo lo que había imaginado, lo que había pensado de Gabriel, no era más que una fantasía condenada a desvanecerse.Por un instante, él pareció distante, como si su mente estuviera en otro lugar, atrapada en recuerdos que yo aún no conocía. Pero al notar mi incertidumbre, Gabriel rompió el silencio.—Aurora, sé que tienes dudas, pero quiero que entiendas algo —su voz era serena, pero cargada de una emoción profunda—. Hay cosas de mi pasado que no conoces, razones por las que quizá sientas que todo aquí es difícil. Antes de conocerte, fui alguien distinto… alguien que no tenía los pies en la tierra.Aurora lo miré con el alma en vilo. Sus palabras eran una confesión, un llamado a