Lorenzo miró con ojos de amor a sus hijos. Valentina estaba sentada sobre la cama, cuidando de Marco, a quien también le leía un cuento. Sus dos hijos eran su razón de existir, eran el regalo más hermoso que dos mujeres especiales y únicas le habían regalado. ¿Que si tenía motivos para ser feliz? Los tenía, se consideraba no solo un hombre feliz, sino muy afortunado por tener una segunda oportunidad en la vida.—¿Qué haces?Lorenzo se giró para ver a Stella parada detrás de él.—No me canso de verlos, son tan perfectos —musitó, girando la cabeza para ver a sus pequeños.—Son nuestros hijos, Lorenzo, siempre serán perfectos a nuestros ojos.Él asintió, pues era la más absoluta verdad.—Ven, vamos a la sala, hay algo que quiero compartir contigo —le pidió Stella, tomando su brazo para llevarlo con ella.—¿Vamos a dejarlos solos?Stella sonrió.—No pasará nada, cariño, Valentina es una niña muy responsable, sabe cuidar de su hermanito.—Hasta que llegan las sorpresas y es la primera en a
El reloj de la sala del médico marcaba las tres de la tarde cuando Stella recibió la noticia que tanto temía.—Lo siento, Stella —dijo el médico con un gesto compungido—. Ninguno de los tratamientos ha funcionado. Tu corazón se ha ido debilitando y las cámaras se han agrandado. Como resultado, tu corazón ya no puede bombear suficiente sangre a tu cuerpo. Necesitas un trasplante urgente.«Necesitas un trasplante urgente»Los ojos de Stella se llenaron de lágrimas mientras escuchaba las palabras del médico, sintiendo cómo la esperanza se desvanecía poco a poco.—Sé que es difícil de aceptar, pero el costo de la operación es alto y sé que no cuentas con los recursos para cubrirlo.Stella asintió con tristeza. Provenía de una familia humilde y el gasto que implicaba una cirugía de ese tipo era simplemente inalcanzable para ellos. La joven de cabello oscuro y mirada desgarrada se sentía impotente ante su destino.—¿No hay nada que se pueda hacer, doctor? —preguntó con la voz temblorosa. In
Lorenzo apenas fue consciente de sus gritos, su mente no podía procesar la impactante noticia, él estaba paralizado. Un escalofrío recorrió su espalda mientras el agente Zanatta intentaba explicar lo sucedido.—Señor Bianchi, su esposa, la doctora Lionetta, sufrió un grave accidente de tráfico en su camino hacia el hospital. Fue un choque múltiple y las lesiones, muy serias. La llevaron de inmediato al quirófano.Las palabras del agente resonaron en los oídos de Lorenzo como un eco lejano. La habitación se volvió borrosa mientras intentaba procesar la terrible noticia. La noche que había comenzado llena de promesas y planes se había convertido en una pesadilla. ¡Una horrible pesadilla!—¿Dónde está mi esposa? ¡Necesito verla de inmediato! —exigió Lorenzo, la angustia inundando su voz.El agente Zanatta le proporcionó la dirección del hospital, él le prometió que llegaría lo más rápido posible. Lorenzo colgó el teléfono y se vistió a toda prisa. Sus pensamientos se agolpaban en su ment
«¡Ayuda! ¡Por favor, alguien que me ayude!»Stella abrió los ojos, los gritos se escuchaban tan reales y tan cerca de su oído que no pudo evitar interrumpir su sueño, tenía aquella pesadilla todas las noches luego de despertar en el hospital y recibir una segunda oportunidad de vida.—¿Stella? —la llamó su madre.—Estoy bien, mamá, solo quiero ir al baño —se apresuró a tranquilizarla.Stella guardaba en secreto aquellas pesadillas, ella juraba que era la voz de la mujer a quien ayudó a salir del coche casi en llamas, de aquella mujer de la cual no volvió a saber nada, aunque preguntó por ella; nadie supo darle razones, Stella ni siquiera llegó a saber su nombre.—¿Estás segura? Te ves un poco pálida —señaló Chiara con preocupación, no era la primera vez que Stella despertaba en medio de la noche, lo llevaba haciendo hacía seis meses, desde que despertó con un nuevo corazón. Chiara le había preguntado al cardiólogo en secreto, pues temía que el cuerpo de su hija rechazara el trasplant
«Mamá»Stella se tensó como la cuerda de un violín al escuchar la voz infantil a su espalda, un sudor frío le recorrió la columna, pues los niños no estaban permitidos en el área de talleres, es más, ella dudaba que pudieran pasar de la entrada. Su imaginación la llevó a pensar que se trataba de un …—Mamá.Stella volvió a escuchar la suave voz y con más miedo que valentía se giró para encontrarse con una pequeña de cabello rizado y color caramelo. Tenía unos ojos muy vivos para ser un fantasma, era muy real.—¿Quién eres? —susurró con voz ahogada al sentir los latidos de su corazón acelerarse. Stella se llevó una mano al pecho, temiendo por un momento agitarse y terminar desmayada, era lo que ocurría antes de la operación.«Ahora tienes un nuevo corazón, no hay motivos para sentir miedo», pensó para sí, sin apartar la mirada de aquellos bonitos ojos verdes como esmeraldas.—¿Trabajas aquí? —preguntó Valentina, dando un pequeño y temeroso paso al frente.Stella asintió.—¿Y tú? —cuest
Stella trató de concentrarse en su trabajo, faltaba poco para la hora de salida y quería terminar el vestido en el que había estado ocupada todo el día; sin embargo, sus pensamientos estaban muy lejos de los talleres. No comprendía el motivo por el cual no podía dejar de pensar en esa niña. «Valentina».Su corazón se agitó en el momento que su nombre sonó en su cabeza. —¡Auch! —gritó, la aguja se le había enterrado en el dedo.—¡Stella! —gritó Emilia, llamando la atención de las otras costureras.—Estoy bien —musitó.—¡¿Bien?! ¡Tienes el dedo atravesado por la aguja! —gritó la muchacha, mientras un hilo de sangre se precipitaba hacia la tela.Stella se las arregló para liberar su dedo, hizo presión para que la sangre no estilara al piso, evitando manchar el vestido que costuraba.—Solo necesito presionarlo un poco —susurró para tranquilizar a Emilia. La muchacha estaba pálida.—Debe dolerte —dijo.—Hay peores dolores, Emi, esto no es gran cosa —musitó, cuando en realidad que
—¿Mala noche? ¿Te duele la herida? —preguntó Emilia cuando Stella apareció en el taller. Su rostro lucía pálido y cansado. Haciendo que las ojeras fuesen marcadas.—La herida ya está mejor —susurró.—Entonces, ¿qué pasó para tener esa cara?—Es la única que tengo, Emilia.La muchacha resopló.—Eso lo sé, me refiero a ese semblante triste y pálido. No pareces ser tú, ni siquiera cuando estabas enferma lucías así —le hizo ver.Stella suspiró.—¿Me creerías si te digo que no sé la razón? —preguntó la muchacha, sentándose en el banco de costura.—¡Por Dio, Stella! ¿Cómo no vas a saber lo que te pasa?—Es que es la verdad, Emilia. Ayer sentía que algo me oprimía el corazón.—Quizá deberías pedir una cita a tu médico.—Mamá me recomendó lo mismo.—Entonces pide permiso y ve a la clínica —le urgió Emilia.Stella asintió.—Hablaré con la señora Alda, aunque me da vergüenza molestarla tanto. Recién he vuelto al trabajo luego de meses y ahora…—Sigues en chequeos y ella lo sabe. No dejes para m
Stella se levantó de inmediato al verla, una ligera sonrisa se asomó en su rostro, pero se borró al darse cuenta de que la pequeña no venía sola, aun así, se sintió bien al verla.—Hola, pequeña —la saludó, guardando las distancias.—Hola, ¿cómo está tu dedito? —preguntó, señalando la mano de la joven.—Mejor —musitó ella, cohibida por la presencia de la otra mujer. Stella podía sentir la mirada clavada sobre ella y le incomodaba.—¿Te dolió? —Valentina se acercó un poco para acariciar su mano.—Ya no me duele tanto —susurró Stella, mirándola con atención.—¿De verdad? —preguntó la pequeña, sin dejar de tocar la mano de Stella, era una sensación inquietante. Un hormigueo subió por su brazo y le erizó la piel.—Sí, de verdad —le respondió ella.Anna observó en silencio el intercambio entre la joven y su sobrina. Estaba sorprendida, sin palabras. Valentina apenas dejaba que ella, siendo su tía, le tomara la mano, pero con esa chica, era la propia niña quien buscaba su contacto. Un alivi