Stella buscó el calor de Lorenzo, sus lágrimas se habían detenido, pero su pecho aún dolía, por llorar tanto.—Lo siento —musitó, cuando el beso se vio interrumpido por la falta de aire.Lorenzo respiró profundo, la miró con ternura y le acarició con devoción.—No hay nada por qué disculparse, Stella. El pasado ha quedado atrás, hoy a la luz de un nuevo día, empezaremos a escribir nuestra historia de amor.Stella asintió.—Te amo —susurró.Lorenzo la apretó contra su pecho, el cuerpo de Stella temblaba y estaba frío. Con cuidado y sin lastimarla le frotó los brazos para que la fricción generara un poco de calor, pero no era suficiente.Stella gimió cuando él se alejó.—Lorenzo…—Buscaré algo con qué calentar tu cuerpo —dijo, abriendo la puerta para ir a buscar en el armario, pero Stella no lo dejó solo, se levantó del sillón y lo siguió a la habitación, donde lo encontró, desordenando la poca ropa que aún tenía en casa de su madre.—Ven, Lorenzo —pidió Stella.—Aquí debe haber algo —i
Los siguientes días fueron una bruma para todos. Los resultados del concurso de diseño se dieron y para sorpresa de todos, Alda, la jefa del taller salió ganadora, sus diseños estarían siendo exhibidos en la pasarela de la siguiente temporada, pero eso no era todo, la casa de Modas Bianchi, estaría lanzando su primera colección infantil, de la mano de Stella.Valentina era la más emocionada de todos, pues no solo la colección llevaría su nombre, sino que, su nombre sería la marca oficial de la sección.—¡No puedo creerlo! ¡Papi, Stella! ¡No puedo creer que mi nombre será conocido por todos! ¡Estoy emocionada! ¡Papi, pellízcame, pellízcame! —pidió eufórica, dando saltitos de un lado a otro, apartando sus rizos de la cara cada vez que se le venían al frente, pues estaban sueltos.Lorenzo miró a Stella y se encogió de hombros y se acercó para pellizcar el brazo de la niña, total, ella lo había pedido, ¿no?—¡¿Qué haces?! —medio preguntó, medio gritó Valentina, al sentir los dedos de su p
La pareja se separó cuando el aire empezó a faltarles, las mejillas de Stella estaban rojas como una manzana, sus labios ligeramente hinchados por el beso y Lorenzo sonreía con la felicidad de un hombre enamorado.—¡Yupi, yupi! ¡Ahora, sí eres mi mamita! —gritó Valentina, levantándose de la silla y corriendo a los brazos de Stella, quien no dudo en abrazarla.—Eres la hija de mi corazón, mi pequeña bribona —le susurró al oído. Valentina dejó escapar una infantil carcajada, como quien se ve sorprendida en medio de una travesura, y es que, lo último que le había hecho a Nico, no había sido cualquier cosa. El hombre había pasado un trago amargo.—Te amo —susurró Valentina.Stella la besó.—Yo también te amo, mi cielo —le aseguró, mientras los presentes se acercaban para felicitarlos, reclamando toda su atención.Valentina regresó junto al lado de Chiara, esperando volver a tener la atención de los novios, mientras Emilia y Nico, sonreían felices por la felicidad de sus amigos.—Se ven ta
Lorenzo movió las piernas con impaciencia, llevaba una hora sentado en la sala de espera del hospital, miraba su reloj cada cinco minutos, por lo que, la hora se le había hecho una verdadera eternidad.—Si continuas así, estarás ingresado antes de que Stella y Valentina puedan llegar —expresó Nico, tratando de tranquilizar a su mejor amigo.—Se están demorando y para mi gusto, demasiado —refutó él, poniéndose de pie y caminando por la sala.Nico suspiró, ¿cómo le decía a su amigo que, eran ellos quienes habían llegado demasiado temprano a la cita? Él no se atrevería, lo último que necesitaba era que Lorenzo le saltara a la yugular por acusarlo de impaciente, aunque fuera verdad.—¿Le has llamado a Stella? —preguntó Nico.—Sí.—¿Te ha respondido?—Sí, dijo que estaba saliendo del taller —respondió, deteniéndose delante de Nico.—Bueno, entonces no tienes nada de qué preocuparte, hombre. Todo está bien, las chicas tienen mucho por hacer y la cita no es hasta dentro de una hora —dijo fin
Stella se movió inquieta sobre la cama, por momentos sentía un calor intenso que terminaba pateando las sábanas y luego, minutos más tarde, el frío la azotaba que lloriqueaba jalando las sábanas de nuevo sobre su cuerpo, no comprendiendo que era lo que le sucedía.La joven embarazada apartó por décima vez la sábana, se sentó a la orilla y bufo con molestia, miró a Lorenzo, estaba plácidamente dormido a su lado, mientras que ella no podía conciliar el sueño.—¿Qué pasa, bebé? —preguntó, acariciando su vientre. Su pequeño se había estado moviendo todo el día, Stella juraba que Marco había tenido un encuentro de fútbol dentro de su vientre; sin embargo, ahora parecía muy calmado, demasiado que estaba empezando a preocuparse.Stella se puso de pie, caminó un momento por la habitación, contando ovejitas con el único propósito de que el sueño tocara a su puerta, pero antes de contar a diez, un ligero dolor le atravesó el vientre, como si de repente tuviera ganas de ir al baño.Un nuevo tiró
Lorenzo miró con ojos de amor a sus hijos. Valentina estaba sentada sobre la cama, cuidando de Marco, a quien también le leía un cuento. Sus dos hijos eran su razón de existir, eran el regalo más hermoso que dos mujeres especiales y únicas le habían regalado. ¿Que si tenía motivos para ser feliz? Los tenía, se consideraba no solo un hombre feliz, sino muy afortunado por tener una segunda oportunidad en la vida.—¿Qué haces?Lorenzo se giró para ver a Stella parada detrás de él.—No me canso de verlos, son tan perfectos —musitó, girando la cabeza para ver a sus pequeños.—Son nuestros hijos, Lorenzo, siempre serán perfectos a nuestros ojos.Él asintió, pues era la más absoluta verdad.—Ven, vamos a la sala, hay algo que quiero compartir contigo —le pidió Stella, tomando su brazo para llevarlo con ella.—¿Vamos a dejarlos solos?Stella sonrió.—No pasará nada, cariño, Valentina es una niña muy responsable, sabe cuidar de su hermanito.—Hasta que llegan las sorpresas y es la primera en a
El reloj de la sala del médico marcaba las tres de la tarde cuando Stella recibió la noticia que tanto temía.—Lo siento, Stella —dijo el médico con un gesto compungido—. Ninguno de los tratamientos ha funcionado. Tu corazón se ha ido debilitando y las cámaras se han agrandado. Como resultado, tu corazón ya no puede bombear suficiente sangre a tu cuerpo. Necesitas un trasplante urgente.«Necesitas un trasplante urgente»Los ojos de Stella se llenaron de lágrimas mientras escuchaba las palabras del médico, sintiendo cómo la esperanza se desvanecía poco a poco.—Sé que es difícil de aceptar, pero el costo de la operación es alto y sé que no cuentas con los recursos para cubrirlo.Stella asintió con tristeza. Provenía de una familia humilde y el gasto que implicaba una cirugía de ese tipo era simplemente inalcanzable para ellos. La joven de cabello oscuro y mirada desgarrada se sentía impotente ante su destino.—¿No hay nada que se pueda hacer, doctor? —preguntó con la voz temblorosa. In
Lorenzo apenas fue consciente de sus gritos, su mente no podía procesar la impactante noticia, él estaba paralizado. Un escalofrío recorrió su espalda mientras el agente Zanatta intentaba explicar lo sucedido.—Señor Bianchi, su esposa, la doctora Lionetta, sufrió un grave accidente de tráfico en su camino hacia el hospital. Fue un choque múltiple y las lesiones, muy serias. La llevaron de inmediato al quirófano.Las palabras del agente resonaron en los oídos de Lorenzo como un eco lejano. La habitación se volvió borrosa mientras intentaba procesar la terrible noticia. La noche que había comenzado llena de promesas y planes se había convertido en una pesadilla. ¡Una horrible pesadilla!—¿Dónde está mi esposa? ¡Necesito verla de inmediato! —exigió Lorenzo, la angustia inundando su voz.El agente Zanatta le proporcionó la dirección del hospital, él le prometió que llegaría lo más rápido posible. Lorenzo colgó el teléfono y se vistió a toda prisa. Sus pensamientos se agolpaban en su ment