Seis meses después —¡Esto no puede ser! Es demasiado rápido, debe ser un error —exclamo alarmada.—Kat, el doctor ya te lo dijo. No es ningún error —confirma Stephanie. —Pues ese doctor debe de estar equivocado, seguro bebió de más antes de venir a su consultorio y por eso confundió las pruebas.—Señora Katherine Evans, puedo asegurarle que no he tomado ni una gota de alcohol y que no he cometido ningún error: usted está embarazada —dice el doctor que está sentado en si escritorio frente a nosotras y se ve algo irritado.Estoy perpleja, no puedo creerlo. Hace unos días me sentí un poco mareada después de volver de un vuelo de España. No le tomé mucha importancia hasta que vomite después almorzar un emparedado de pescado en la cena y Taylor me aconsejó que me hiciera unos exámenes para asegurarnos de que todo estaba bien.Hoy vine con Stephanie a buscar los resultados y resulta que estoy embarazada. ¿Pero cómo pasó esto? Es decir, si sé cómo pasó pero ¿Cuándo? Mi Amelia imaginaria
No he podido dormir en toda la noche, por fin, después de tanto tiempo el día ha llegado, ¡Es mi cumpleaños número veintiuno! Estiro la mano para apagar la alarma del despertador, me despojo de las sábanas tirándolas al suelo e intento levantarme de la cama a toda prisa, por lo que no noto que uno de mis pies está aún envuelto en los edredones, tropiezo con torpeza y caigo estrepitosamente al suelo. —¡Auch! —exclamo. Me pongo de pie de inmediato. Está bien, medigo a mi misma; no importa, ya que nada, absolutamente puede arruinar este maravilloso día. Me acerco a mi póster gigante de Amelia Earhart que ocupa casi por completo una de las paredesde mi cuarto. Está sonriéndome como siempre. Es mi heroína, mi ídolo, y a partir de hoy estaré siguiendo sus pasos. —Amelia, hoy es el gran día, ¡Hoy me convertiré en piloto! —le digo eufórica. «Katherine Manson, piloto experimentada. ¡Qué bien suena! » Estoy tan emocionada que podría asomarme por la ventana y empezar a gritar mi alegría a l
Me dirijo a la oficina de papá y, cuando por fin llego, noto que la puerta está entreabierta y se pueden escuchar algunas voces; al parecer mi padre esta con algún un cliente. No puedo evitar acercar mi oreja a la puerta para escuchar bien lo que dicen. —He oído que sus aviones son de los más seguros de Estados Unidos, señor Manson, además de que sus pilotos son de primera calidad.—La voz del futuro cliente pertenece a un hombre. —Así es, mis aviones son los más seguros del negocio y mis pilotos están altamente calificados, pero somos una compañía familiar bastante pequeña. —Esa precisamente es la razón principal por la que los he elegido a ustedes para hacereste viaje. De pronto noto preocupada que Peguie empieza hacer unos ruidos con el hocico. —Shh, cállate Peguie, nos van a descubrir —le susurro, pero ella no me obedece y sigue haciendo ruidos, además ahora empieza a moverse inquieta. Veo que está intentando atravesar la puerta y trato de detenerla agarrándola, pero es inút
—Sí, estoy en camino, padre. —¿Estás seguro de que puedes encargarte tú solo de esto? ―Claro que puedo hacerme cargo de esto papá, confía en mí. ―Puedo enviar a tu primo Eduardo si quieres, él tiene más experiencia y... —El solo escuchar ese nombre hace que se me revuelva el estómago. ―No, no necesito que envíes a Eduardo a apoyarme, tengo todo bajo control, ¿se te olvida que tengo una maestría en relaciones internacionales y un doctorado en administración de empresas? —le recuerdo frustrado. —Solo quiero asegurarme de que todo salga bien, hijo —dice mi padre en tono condescendiente. ―Todo estará bien, créeme, puedes confiar en mí. —Giro a la derecha para entrar en la propiedad de los Manson—. Ya estoy llegando a la pista papá, te hablo más tarde, adiós. Cuelgo el teléfono y lo aviento al otro lado del asiento del auto rentado, estoy furioso. «Odio que me traten como a un niño. Soy un hombre de veintiocho años de edad, no tengo porqué estar soportando estas estupideces.»
Con solo pensar en Eduardo me tenso al instante, así que para calmarme me sirvo otro vaso de escocés y me lo tomo de un sorbo; ese desgraciado se ha aprovechado por años de la generosidad de mi padre, dándose una vida de lujos a costa suya y no solo eso, sino que además se ha empeñado en ponerlo en mi contra. Desde que su padre fue a la cárcel por fraude y desfalco de activos de la empresa en la que era contable, él y mi tía Kate quedaron en la ruina total, y mi padre, al igual que todos en la familia nos sentimos tan mal por ellos que no dudamos ni un segundo en darles una mano. Papá les cedió un apartamento amueblado en Austin y le dio trabajo a Eduardo como administrador en uno de los hoteles de la cadena con un sueldo mucho más generoso del estipulado por la ley para el cargo. Pero claro, el muy sinvergüenza resultó ser de la misma calaña que su padre, en cuanto se familiarizó con el negocio comenzó a alterar los libros de contabilidad y a robar descaradamente al hotel, ademá
No puedo creer que desobedecí a mi padre, le sonsacara toda la información del vuelo a mi hermano, y luego lo dejara inconsciente y encerrado en su habitación, solo para pasar el susto de mi vida y terminar perdida en quién sabe dónde con un idiota ricachón que además me amenaza con demandarme. —¿Me puedes decir en dónde estamos? Hablando del rey de Roma. Observo al idiota, como lo he bautizado, articular la misma pregunta por enésima vez desde que salimos del avión, mientras sacude su teléfono móvil en busca de una señal telefónica inexistente. —Ya te dije que no sé, el radar dejo de funcionar mientras estábamos en el aire y había demasiada niebla como para poder ubicarme —le respondo con toda la paciencia que soy capaz de reunir—. Y, como tú mismo acabas de comprobar, nuestros teléfonos no funcionan —le digo mostrándole el mío para que verifique lo que digo. Vuelvo a meter el aparato en mi bolsillo, ignorando su mirada de frustración, y doy un vistazo al entorno; antes de que
La veo desaparecer entre los árboles a paso apresurado; y mientras lo hago muevo mi cabeza de un lado a otro frotándome las sienes. De todos las pilotos con las que pude haber quedado atrapado en una isla desierta me tuvo que tocar una demente con trastornos de personalidad, me digo a mí mismo. Aunque no es nada fea debo admitir. Saco mis dos maletas del compartimento y las arrastro hasta el pasillo del avión, las abro simultáneamente. Apenas si recuerdo lo que empaque, pero creo que puedo encontrar algunas cosas utiles. Veamos, tengo: perfume, shampoo, gel de baño, crema de afeitar, afeitadora, pasta dental, cepillo de dientes enjuague bucal, ropa interior Calvin Klein, unos cuantos shorts playeros, pantalones de mezclilla, camisas de manga larga de algodón, algunos sombreros, una caja de puros cubanos, unas cuantas chaquetas, corbatas, un par de zapatos y un par de sandalias. Esto está más que bien, es decir, tomando en cuenta que estoy perdido en medio de quien sabe dónde, lo míni
—¡Auch, eso duele! —exclamo. —Ya cálmate, faltan pocas. Esto es, por mucho y sin duda alguna, lo más horrible que me haya podido pasar en toda la vida. Estar recostada en las piernas del idiota más guapo del mundo, desnuda, mientras él me quita un montón de asquerosas sanguijuelas del trasero es sin dudami peor pesadilla echa realidad. «¿Por qué estas cosas tan horribles me tienen que pasar a mí?» Grito mentalmente la pregunta y casi dejo escapar un sollozo. «No soy tan mala persona... bueno, es cierto que robaba las galletas de la alacena y luego fingía que no sabía nada al respecto; también es cierto que tomaba dinero de la billetera de papá para ir a la ciudad a comprar tarjetas de baseball y algunas otras cosas más, pero este castigo es más que excesivo e injusto.» Mientas hago repaso mental de todos mis pecados, puedo sentir como las malditas alimañas succionan la sangre de mis piernas y mi trasero, para luego detenerse y caer al suelo una a una. Mi Amelia imaginaria está at