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Capítulo 2: Olivia

—¡Oli! —escuché decir a mi marido.

Solo usa ese diminutivo conmigo cuando teme mi reacción, me mantuve en la cama, aferrada a las sábanas como si del pasado se tratara, ¡Una hermana! Mi hermana.

Crecí sola, feliz de ser hija única, pedí una hermana o hermano hasta los 9 años, entonces comprendí que me convenía ser solo yo, en ese entonces no lo supe pero la relación de mis padres estaba muerta hacía años, quizás nunca estuvo viva.

Habrá pasado trabajo, ¿Estará bien? ¿Querrá todo esto? Por supuesto que sí. Va a querer quitarme todo. Le daré un cheque grande y me olvidaré de ella, pensaba.

—¡Estoy bien Valentín! Solo impactada, todo va a estar bien.

—¡Te ves horrible! Estás pálida aún, entiendo todo, yo te apoyo, ya veremos quién es esa fulana Jelena —dijo acariciando mi cabello.

—¡Queda ver lo de las condiciones! Al menos seré la primera en escuchar las fulanas condiciones, ¡Que maldito loco! ¿Qué necesidad?

Valentín se encogió de hombros y me besó en la frente.

—¡Tu tío Roberto quiere hablarte! Insiste en saber si sabías de esa chica.

—¡Hoy no voy a hablar con nadie!

No lloré, aunque sentí que quería hacerlo, tampoco grité, no lloré a mi padre, así que llevaba muchas lágrimas acumuladas, ya lloraría, ya gritaría, con alguien pagaría todo lo que sentía y me era imposible expresar.

Al día siguiente Eitor se reunió conmigo en el despacho de mi padre, antiguo despacho de mi padre, ahora era mitad mío y mitad de una desconocida. Valentín se mantuvo a mi lado.

—¡Verás Olivia! La única forma en la que nunca pierdas la fortuna es cumpliendo las siguientes condiciones: debes permanecer casada con Valentín al menos por 3 años más, debes concebir un hijo antes de esos 3 años o adoptar uno si no pudieras concebir, compartir el techo con tu hermana por un año al menos, no podrás firmar nada que involucre a los McNamara sola, necesitarás la firma de tu hermana, tu esposo y el esposo de tu hermana...

—¡Deja de llamarla mi hermana! Ese maldito viejo ¿Se volvió loco? ¿Soy una maldita yegua? No quiero nada, nada quiero, me voy en blanco, vete Eitor, no me interesa nada de lo que estás diciendo ...

—¡Cálmate Olivia! ¿Qué dices? —me increpó Valentín.

—¿Qué? ¿Si no tengo una fortuna no te intereso?   ¿Me vas a dejar?

—¡Olivia! Ya estás casada, ¿Piensas dejar a Valentín? Lo del hijo, bueno es una excentricidad de Jeremías que te puedo decir, no hay nada irracional ni lógico para ti, estrambótico pero no difícil —arguyó Eitor.

—¿Vivir con esa fulana? Eso no es normal, ¿Fácil te parece? No quiero —me quejé.

—¡Si los demás no cumplen las condiciones particulares que les impuso tu padre para heredar, todo pasa a ti, así no cumplas con los tuyos. Incluida la de tu hermana...quiero decir Jelena Testa, mas ella no podrá heredar la tuya si no cumples tu, la heredará tu tío Roberto, sin condiciones.

—¡Mi papá se volvió loco! ¿Cuales son las condiciones de la fulana? —quise saber. Había una posibilidad de borrarla del mapa.

—¡No lo sé aún! Ella es la próxima con quién deberé hablar, entonces me enteraré —explicó Eitor.

—¡De esto no se puede enterar Roberto! Querrá evitar que cumplas Olivia —observó Valentín.

—¡El no se enterara! Solo si ella no cumple se enterara —dijo Eitor.

—¿Quién vigilará que cumpla? —pregunté, me levanté de la silla.

—¡Yo! Y un par de firmas de abogados y notarios.

—¿Si no me preño no puedo decir que soy la dueña? ¿Un año para vivir con la fulana? —divague.

—¡Si! No... quiero decir esos son requisitos que de descuidar darán poei a que pierdas tu fortuna, está condicionada, nuestras leyes lo permiten. Las condiciones de tu herma...Jelena si son de cumplimiento sine qua non —dijo Eitor.

—¿No conoces sus condiciones pero si sabes eso? —le inquirí.

—¡Lo explica en el documento dirigido a ti! —dijo soltando un suspiro—. Te puso en mejor posición que a ella al parecer. ¿Quién sabe qué locura le pidió a ella?

—¿Tenían contacto?

—¡Olivia! Ya te dije que no sabía de ella, no trates de hacerme caer en tus trampas, no sabía nada —aseguró Eitor.

—¡Quiero ir contigo! No hablaré con ella, solo quiero verla de lejos, y saber de primera mano todo —le pedí.

—¡No lo creo prudente ni necesario! —dijo él.

—¡Ire!

Eitor le lanzó una mirada a Valentín, buscando apoyo quizás. Yo le lancé otra que sin decir, decía si no me apoyas te mato.

—¡Quizás sea buena idea Eitor! Así se calma un poco, está impactada, si la ve, si va contigo —dijo Valentín.

—¡Haz lo que quieras Olivia! Tampoco te lo puedo impedir.

—¡Me pasas buscando por aquí mañana! —le dije y salí del despacho con una copia del maldito documento.

Valentín parecía un estúpido ilusionado con lo del bebé, ¿Que bebe idiota? No habrá bebé aún.

—¡Si es niña se puede llamar Abril! Si es niño Hermes, ¿Te gusta? —preguntó con un tono de alegría en su voz que me irritó.

—¡Olvídate de eso ahora! No quiero saber de eso ahora, déjame —le grité.

—¿Si quieres hijos? ¿No?

—¡A los 40 y que los para otra! —dije. Él se horrorizó —¡Lo siento Valentín! No quiero saber de eso ahora, claro que quiero hijos. No impuestos por mi padre desde la tumba. Los tendremos —prometí.

Esa noche dormí poco, al día siguiente vería a mi hermana. Por primera vez.

Al día siguiente Eitor me recogió a las 7 am, la ciudad a la que iríamos quedaba a 10 horas, tomaríamos un vuelo a las 9 am. Valentín insistió en ir a la compañía y medir el ambiente, aún no entendía que le preocupaba, aunque desde la lectura del testamento había estado más relajado, yo no entendía como, con todo el lío que armó mi padre desde la tumba.

—¡Entiendo que no es fácil para ti! —dijo Eitor, llevaba una camisa blanca y pantalones jeans, nunca lo había visto tan informal, se veía candente.

—¡Una locura! Dos días sin dormir seguidos ya me tienen un poco más en contexto —admití.

—¡Eres muy fuerte! Puedes con esto y más —guiñó un ojo.

—¡No le haría eso a Herminia! No sé qué condición le habrá impuesto pero si no la cumple, tomaré su dinero y se lo devolveré —confesé.

Eitor me miró con asombro y me dedicó una sonrisa a medias, me dio un repaso nada disimulado. Subimos al avión privado de la compañía, tenía miedo de preguntar si podía usar las cosas de papá.

Eitor me prometió que charlaríamos suficiente sobre todos los asuntos legales, dudas y consecuencias de las locuras de mi padre y de cada decisión que debía tomar cada quien.

Al regresar del baño durante un momento del vuelo trastabillé y caí sobre las piernas de Eitor, no me levanté enseguida, disfrute de sus brazos fuertes sosteniéndome mientras me sonreía con sus hoyuelos formándose.

Su cabello castaño aún olía a shampoo y estaba liso y natural, no engominado como solía usar cuando vestía formalmente.

—¡Cuidado! —dijo y me ayudó a incorporarme.

—¡No me molestaría volver a caer en tu regazo cualquier minuto muñeco! —dije con descaro y el rió con ampliamente se puso rojo.

—¡Tímido! Qué sorpresa.

—¡Eres una mujer hermosa e inteligente! Intimidas a cualquiera, déjame pornerme nervioso sin sentirme tonto.

—¡Sobre cómo te sientes! No sé, pero no te ves tonto.

Me devolvió una sonrisa pícara.

Eitor siempre ha sido un misterio para mí. Es un hombre inteligente, amable pero distante, siempre poniendo barreras entre lo profesional y lo personal. Mientras Nathaniel decía que era amigo de mi padre y de la familia, Eitor siempre se mantenía en una línea muy fina entre cercano y conocido.

Yo llevaba un pantalón de lino blanco amplio una blusa manga a tres cuartos, rosada de botones, desabotoné dos, y dejé que mis pechos se asomaran, no son pechos grandes pero sí con forma muy sexy, más mi lencería, pues estaba ardiendo.

Hablamos largo rato de las locuras de mi padre y de lo que se avecinaba para la compañía con la transición, por eso la fulana Jelena debía ser contactada de inmediato.

—¿Y si murió? O ¿Si está presa? —pregunté mientras bebía una copa de vino.

—¡Tú padre la tenía vigilada! En las instrucciones que me dejó, estaba su dirección de habitación, lugar de trabajo, amistades, familiares cercanos y amistades, él sabía sobre ella.

—¿Se habrá acercado a ella alguna vez?

—¿Quién sabe? Lo averiguaremos mañana.

Llegamos al hotel a las 7:30 de la noche. Cenamos en el avión, al llegar al hotel y chequearnos subimos juntos en el ascensor, la tensión podía cortarse con un cuchillo. Le dedique una mirada picara y me dirigí a mi habitación, que estaba junto a la suya, después de un baño caliente, me envolví en una toalla de paño del hotel y lo llamé.

—¿Puedes venir? Estoy hecha un poco un desastre —le dije con voz suave, él accedió y a los 10 minutos lo tenía tocándome la puerta.

—¿Qué necesitas? —preguntó él que llevaba un mono deportivo gris y una franela blanca, con zapatos deportivos blancos.

—¿Ya ibas a dormir? ¿A esta hora? —pregunté haciéndome la tonta.

—¡No! De hecho acababa de salir de la ducha, me puse cualquier cosa para no presentarme desnudo en tu puerta —dijo señalando la ropa.

Hice un gesto tonto con el hombro y lo tomé de la mano para que pasara.

—¡No quiero estar sola! Lo siento, el idiota de mi marido no quiso venir y bueno, estoy tan sensible por todo, tu lo sabes ¿Me acompañas? ¿Es mucho pedir ¿Hay una señora Atlas que me quiera matar por esto? —pregunté, aún conociendo la respuesta. Le encantan las putas, anda con una y otra.

—¡Soltero! Lo sabes, tu marido es el que debería tener un problema conmigo si pasó la noche aquí contigo —dijo con una media sonrisa, estaba más abierto que de costumbre.

—¡Él no se va a enterar! ¿Por qué lo haría? ¿tú se lo vas a contar? Porque yo no —dije muy coqueta.

—¡No pienso decir nada! No —dijo mirándome con una mirada tonta.

Nos acostamos en la cama, ya me había colocado yo una pijama de franela pero corta para no parecer una puta desesperada pero dejar clara mis intenciones. El vuelo había sido largo y nos acostamos de una vez, él encendió la televisión y estuvo mirando un aburrido programa sobre la segunda guerra mundial.

Me sentía muy caliente con él a escasos centímetro de mí, su olor me tenía loca, era la colonia con la que se afeitó, era el olor del jabón en su cuerpo, olía a hombre y no tenía yo, ganas de seguir disimulando, ni fingiendo, una mujer de 34 años no tiene porque andar con esos juegos de colegiala, me reprendí.

Me puse de costado mirándolo y baje mi mano hasta su miembro, directo allí, eso quería. Él no se sobresaltó, solo dejó de respirar y se removió un poco, giró su rostro para mirarme y le hice un gesto descarado, me mordí los labios y comencé a mover mi mano sobre su miembro, arriba y abajo, sintiéndolo todo, cada centímetro de él, él esbozó una sonrisa, tragó grueso.

—¡Olivia! —dijo con dificultad.

—¡No digas nada! —le contesté.

Seguí masajeando y noté como su miembro se puso duro entre mis manos, el me tomó con fuerzas y me coloco sobre él, nos reímos como tontos, y comencé a frotar entonces su pecho, sus músculos, mientras él masajeaba mis piernas e iba subiendo más hasta llegar a mis nalgas, se dió cuenta de que no llevaba ropa interior.

—¡Olivia! —gimió.

Para cuando me di cuenta ya me habia penetrado y mi cuerpo comenzó a responder a su contacto, con mi ritmo frenético intentaba llegar al clímax mientras él intentaba desvestirme y ver mis pechos, quedé finalmente desnuda sobre él y alcancé el orgasmo con él conteniendo mis espasmos aferrado a mis caderas.

Entre jadeos logre hablarle.

—¡Tenía muchas ganas de coger contigo!

—¡Y yo! —dijo acercándome a él.

Lo besé en la boca y seguimos así un rato hasta que él estuvo listo de nuevo para embestirme, pero está vez me senté de frente a él y así lo hicimos,  luego me tomó por detrás también, de una forma tan ruda, que me arrepentí de mi pensamiento inicial sobre que ese sería el único encuentro.

Desperté antes que él, pude echarle una vez más un vistazo a su cuerpazo, tan elegante y bello, mi Valentín es todo músculos y todo varonil, pero Eitor es delgado con sus músculos y su altura, simplemente diferente.

Me bañe recordando porque estaba allí. Mi hermana, una hermana de la que no sabía nada hacía unos días, ¿Cómo mi padre pudo ocultarme algo así? me decía. No tenía idea de nada, me lo ocultaba todo.

Cuando salí del baño ya Eitor se había ido a su habitación, nos encontraríamos a las 8 de la mañana para desayunar e ir a buscar a la fulana.

—¡Buenos días Olivia! —dijo con una sonrisa picara. El actuaría como si nada de lo de la noche anterior hubiera ocurrido, y me pareció perfecto.

—¡Buenos días! ¿Cómo dormiste? —pregunté con una media sonrisa.

—¡Dormí muy rico!

—¡Yo también!

Estaba nerviosa cuando Eitor había manejado ya unos quince minutos, en cualquier momento estaríamos cerca de la fulana Jelena, Eitor me pidió que me mantuviera oculta y no hablara con ella aún. No me conocía el pobre. No me gusta fingir.

Hablaría con ella ese mismo día.

Llegamos a un bar a orillas de la playa, ella trabajaba allí, Eitor llegó con sus gafas oscuras y sus aires de citadino, nadie quería responderle nada, tuve que hacer gala yo de mi simpatía.

—¡Jelena Testa! ¿Dónde está? Necesitamos verla —dije con voz firme y una sonrisa.

—¿Quién la busca? —preguntó un chico con rulos rubios y cara de drogado.

—¡Su hermana! —dije, sentí como algo tembló en mi cuerpo al decir esas palabras. Mi hermana.

El chico me miró de arriba abajo como no dando crédito de que yo pudiera ser su hermana, ¿Qué la chica era horrible?¿o una indigente?

—¡No sabía que tenía una hermana tan guapa! —dijo y rodé mis ojos—. Ya la llamo.

—¡Tienes un admirador! —dijo divertido Eitor.

Esperamos en la barra externa del lugar, no se veía como un lugar sofisticado, era pequeño y medio caótico, con la belleza típica de un paisaje que tiene al frente el mar imponente, aunque ese debía ser un paisaje común para ellos, quitaba el aliento. El olor del agua salada era penetrante y se mezclaba con el del licor que servían. Había mucha gente y era tan temprano, debí mirarlos con gestos despectivos porque Eitor lo mencionó.

—¡Están de vacaciones! Los que están aquí ahora en la playa y bebiendo, no son alcohólicos ni nada, están de vacaciones —explicó.

—¡Lo supongo! —contesté cortante.

Eitor me parecía bello, pero ahora que me lo había follado, me parecía vacío y sin personalidad.

A lo lejos venía el chico de rulos rubios con una chica rubia esbelta muy joven, era ella, se parecía mucho a mi padre, sus labios llenos y sus ojos grandes azules como los suyos, tan claro como más bien grises, estaba muy bronceada y llevaba un traje de baños de dos piezas que dejaba ver su perfecto cuerpo, me giré a mirar a Eitor y casi babeaba, la chica era hermosa, ordinaria y hermosa. Papá amaba las contradicciones.

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