Capítulo #2

Yelina lucía hermosa con su vestido de novia en un tono rosa casi blanco, ella era una persona a la que le gustaban las cosas únicas.

—Tu vestido tiene que ser blanco —le decía su mamá cuando estaban eligiendo la tela que se usaría para el atuendo.

—¿Quién lo dice madre? —la cuestionaba.

Tenía que convencer a su progenitora que no quería ser una novia más, ella quería ser diferente, deseaba una boda irrepetible. Además, aquel tono tan parecido al blanco y a la vez tan diferente la había dejado encantada.

—Quiero mi vestido en este color —decía.

—¿Pero, porque en ese color? yo insisto en que debe ser blanco, como el de cualquier otra novia.

—Mami; no me voy a casar todos los días, además no seré una novia más. Yo quiero que mi boda sea diferente y que sea especial.

—Yelina...

—Ya no insistas, no me harás cambiar de parecer, es más si tú sigues pidiéndome imposibles voy a elegir aquel tono —dijo mientras señalaba un retazo de tela color mostaza.

—Está bien. Ya entendí—. Dijo la señora dándose por vencida, pues sabía que su hija era una persona a la que cuando se le metía algo en la cabeza no había poder humano que la hiciera entrar en razón.

El vestido con corte de sirena y amplia cola le iban muy bien a la silueta de Yelina. El escote sobre su espalda dejaba apreciar sus hombros un poco pecosos, pecas que se veían divinas en su tez, no fastidiaban al ojo humano, por el contrario, la hacían verse mucho más sexi. La fina pedrería que adornaba el escote y el tono rosa daban al vestido un toque bastante romántico. El bouquet que pronto sería lanzado entre las mujeres solteras, estaba compuesto de rosas color crema completamente naturales. Su largo cabello lacio esta vez estaba medio ondulado y recogido en un lindo peinado que dejaba mechones de fuera. Los coquetos ojos que poseía su cara estaban llenos de un singular brillo que mostraba alegría y acompañados por una esbelta sonrisa hacían el rostro más perfecto de aquella noche. Joel vestía un smoking en tono gris oscuro y una corbata color crema casi rosa que combinaba perfecto con el vestido de la novia. La estatura del joven le hacía verse elegante y atractivo ante los ojos de muchas chicas que hubieran dado lo que fuera por ocupar el lugar de Yelina. Las fracciones de su rostro lo volvían aún más guapo entre todos los chicos cotizados de aquella pequeña cuidad, sus ojos achinados en color marrón y la línea de su amigable sonrisa eran lo que más gustaba a su ya esposa.

Después de la ceremonia, todos se trasladaron a un hotel cerca de la iglesia. El fotógrafo estuvo pendiente de hacer fotografías de todo lo que pareciera muy importante, puesto que así se lo había ordenado Yelina. En su cámara había tomas del vestido, de los zapatos, del ramo, de los anillos, del pastel, de los novios, de los invitados y de muchas cosas más. Sin duda sería un hermoso recuerdo plasmado en imágenes.

—Haber las chicas, organícense voy a lanzar el ramo —dijo Yelina mientras buscaba un lugar adecuado para que todas tuvieran oportunidad de atrapar el bouquet que tenía entre sus manos.

Las jovencitas de aquella fiesta corrieron alborotadas a colocarse para poder ser parte de aquella tradición.

—1, 2, 3... —gritó Yelina.

El ramo cayó sobre las manos de su amiga Romina siendo todo un plan para que ella lo cogiera, en ese instante gritó de emoción; ella era una persona muy extrovertida y a la que no le importaba lo que diría la gente. Lo que prosiguió la hizo explotar de alegría; Cesar, su novio se le acercó para colocarle una argolla de compromiso sobre su dedo anular y pedirle matrimonio. La felicidad le brotaba a Romina por todos los poros de la piel, sonreía y lloraba a la vez.

—Lo han planeado todo muy bien —expresó.

—Por supuesto que no, —dijo César y sonrió—. Pero si te ha caído el ramo a ti, para que esperar a pedírtelo —agregó. —Que las flores se marchitan y luego hay que comprar otro ramo y mejor ahora que nos evitamos el gasto —finalizó.

Todos rieron a carcajadas y comenzaron a bailar.

Aquella fiesta fue una mezcla de celebración por una boda y un nuevo compromiso.

Los padres de los novios realizaron el correspondiente brindis para desear felicidad a los esposos e hicieron entrega de regalos a sus hijos. Los señores Valderrama obsequiaron las llaves de una pequeña, pero muy bien acondicionada casa en una de las mejores residenciales de la ciudad. Los papás de Yelina habían pagado un paquete turístico que incluía la visita a varias ciudades del país. La fiesta continuó hasta la madrugada, Yelina y Joel compartieron amenas charlas con sus invitados al mismo tiempo que disfrutaban de champagne, vinos caros y quesos importados.

Joel estaba ansioso porque sus invitados se retiraran de la fiesta, ya quería estar a solas con su esposa para comenzar a disfrutar de su luna de miel. Yelina por su parte solamente pensaba en descansar, había sido un día largo y agotador; en el que pese a recibir hasta un masaje relajante antes de la preparación para la ceremonia no había estado en calma; los nervios y la ansiedad porque todo estuviera perfecto la mantuvieron en vilo todo el tiempo.

—Cálmate amiga —le decía Susan mientras le abrochaba el vestido por la espalda.

—No puedo —respondía ella con inquietud.

—Disfruta tu día, te casas hoy con el hombre que amas —expresaba Romina.

—¿Y si me deja plantada? —se cuestionaba Yelina.

—No seas dramática —la regañaba Valeria.

—Eso solo pasa en las telenovelas —agregaba Valentina.

Yelina estaba feliz de compartir con sus hermanas y con sus dos mejores amigas aquel soñado momento. Para su suerte al final de la fiesta, no hubo que lamentar. Todo salió conforme a lo planeado.

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