Después de todo y al verla triste Joel le dijo a su esposa que se podían quedar a dormir en casa de sus papás si ella así lo deseaba. Yelina aceptó encantada, la decisión le parecía espectacular.
Sabía bien que su esposo quería remediar lo mal que se había portado con su actitud en la noche anterior.
Valeria y Valentina llegaron al atardecer, las dos habían estado de día de campo fuera de la ciudad con unos amigos de la secundaria. Esa era otra de las razones por las que Yelina no se sentía bien, no había visto a sus hermanas durante todo el día y le parecía terrible marcharse sin saludarlas, por suerte durante la tarde las cosas se pusieron mejor. Cuando la familia estuvo completa Joel observó a detalle algo que no había visto antes; lo unidos que eran todos en aquel hogar.
La noche continuaba de lo más normal, Yelina se sentía realizada al pensar que compartiría su vida junto al hombre del que se había enamorado y al que había elegido como esposo y como padre de sus futuros hijos, sin embargo, no dejaba de sentir nostalgia al pensar que eran sus últimas horas conviviendo en casa de sus padres.
—Tonta, vamos a venir de visita las veces que queramos —se regañaba en silencio.
—Sí, pero no es lo mismo —se respondía después.
Aunque ya había estado lejos de ellos por un tiempo, quizá las hormonas la tenían sentimental por aquellos días.
Tenía claro que su vida era diferente ahora, puesto que pasar a ser esposa cuando sólo estaba acostumbrada a ser hija implicaba responsabilidades mucho más grandes que solo cocinar o que simplemente estudiar para sacar buenas calificaciones y no es que le pareciera un cambio drástico, de hecho lo aceptaba como su nueva normalidad y le gustaba, no obstante tal parecía que no lo había procesado del todo, quizá todo el tiempo estuvo mirando el lado rosa de las cosas, no imaginó que mudarse de casa le iba a causar tanto desorden emocional.
Después de la cena se acomodaron en la sala para disfrutar de una película familiar. Hicieron palomitas, sirvieron nachos con queso y refrescos de sabores. Las bromas y sonrisas de sus hermanas la hicieron transportarse a muchos recuerdos de cuando eran sólo unas niñas, Valeria era más apegada a Yelina, que a su gemela. Yelina por su parte las adoraba a las dos y aunque ella lo negaba se notaba la simpatía y conexión mucho más íntima que sostenía son Valeria. Las tres hermanas Mondragón iban a extrañar las largas conversaciones que sostenían por las noches antes de dormir.
Cuando la película terminó las jovencitas se fueron a una de las habitaciones para conversar, todas lucían frescas y hermosas pijamas; se acomodaron en una de las grandes camas y acercaron un mueble para estar más relajadas. Platicaron de varios temas, pero ellas tenían cierta inquietud por las relaciones sexuales, querían saber si lo que habían leído en los libros de Yelina era todo verdad, se les hacía difícil hablar del tema con su madre, puesto que siempre fue una mujer muy reservada.
—¿Cómo fue tu luna de miel? —preguntó una de ellas.
—Anda cuéntanos un poco —pronunciaron ambas al unísono.
—¿Qué quieren saber? —cuestionó la hermana mayor colocando sus manos en la cintura y haciendo una mueca de vergüenza, misma que le sonrojó las mejillas, ya sabía por dónde iban ellas dos.
—Dinos ¿Te dolió? —una de ellas preguntó de golpe y sin tararear.
—¿Que sentiste al perder tu virginidad? —indagó la otra.
—Haber niñas, respeten mi intimidad.
—Hay no seas grosera cuéntanos —imploró Valeria.
—Ese tipo de cosas no se pueden describir, quizá tengan mucho que ver con lo que dicen las novelas eróticas que ya hemos leído, sin embargo; hacer el amor es un poco distinto —expresó.
—A mí me han dicho que la primera vez duele mucho —agregó Valentina—. ¿Es verdad o se siente delicioso desde el principio? —preguntó.
Yelina sonrió y no supo que decir. Se quedó en silencio por un momento, pero como sabía que no iban a parar, les respondió.
—Sí, la primera vez dolió por un instante y fue incómodo, pero poco a poco una se acostumbra y ya luego empiezas a disfrutar.
—¿Qué más? —interrumpieron las dos.
—Las cosas que uno siente en ese preciso momento no se pueden describir, al menos yo no las puedo definir a ciencia cierta, creo que cuando uno ama a la persona con quién está lo que sucede ahí, entré los dos, es un recuerdo que queda grabado en nuestra mente para siempre —terminó.
—¡Que romántico! —exclamó Valentina.
—No se apresuren a querer experimentar con sus cuerpos, ya que ellos son un templo sagrado, quien ponga las manos sobre ustedes deberá quererlas y respetarlas. Recuerden mis niñas que hoy en día hay muchas enfermedades que fácilmente se pueden contraer por un rato de pasión y eso nos puede costar la vida —aconsejó.
—Eres muy madura y tan segura de ti misma —expresó Valeria.
—Te mereces a Joel, sin duda que lo mereces, ambos se merecen. Él te ama mucho, se le nota cuando te observa —comentó Valentina.
Las tres se abrazaron y siguieron hablando sobre cosas de chicas. Más tarde salió de la pieza para entrar en su dormitorio. El reloj de pared que se encontraba colgado en el pasillo marcaba las dos de la madrugada, observó hacía la habitación de sus padres, todo estaba en completa oscuridad, el tiempo con sus hermanas pasó de prisa y ella ni se enteró.
—Lo aburrido que se ha de haber sentido Joel —pensó.
Aunque él se quedó en la sala con sus papás, estaba segura que había llegado a la recámara, mínimo un par de horas atrás. Joel era un hombre al que no le gustaba desvelarse y respetaba mucho sus horarios de sueño.
Entró sigilosamente, él dormía como bebé. Yelina tomo un precipitado baño y se metió en la cama con mucho cuidado, al tomar las sábanas despertó a su amado con leves ruidos que hizo sin querer. Él la recibió entre sus brazos y la besó en los labios, el beso fue tan apasionado que ambos se desearon en ese instante. Yelina se subió sobre su esposo y comenzó a hacer suaves movimientos sobre su miembro, al mismo tiempo que lo acariciaba por todo el cuerpo; los dos se quitaron la ropa y comenzaron a disfrutar del placer.
—Qué manera más exquisita de moverte —expresó él.
Al escucharlo ella se excitó mucho más de lo que ya estaba, así que comenzó a moverse de arriba abajo, aumentando el ritmo gradualmente hasta llegar al clímax. Yelina se dejó caer sobre él, ambos sudaban. Era la primera vez que lo hacían en la madrugada y era la primera vez que lo hacían en la cama de Yelina.
Desde que volvieron de la luna de miel ambos se estuvieron quedando en un apartamento del amigo de Joel, ya habían decidido que no se quedarían con sus padres. Nada del otro mundo, simplemente ganas que comenzar a interactuar como esposos, pero ya era momento de instalarse en la nueva vivienda, que sería el hogar de ambos. Era una casa muy bonita; su fachada era sencilla, pero elegante, el tono azul del techo combinaba a la perfección con el amarillo mostaza de las paredes y el blanco de los detalles en las columnas. De lado derecho estaba el garaje y de lado izquierdo había un pequeño jardín con la grama muy verde y unas cuantas macetas. En la parte trasera unos arbustos florales separaban el terreno con el de los vecinos más próximos; una pareja joven adulta que tenían una hija de dos años. En la sala de la casa había finos muebles muy bien distribuidos igual que en la cocina, el comedor, las dos h
Yelina se despertó temprano y preparó desayuno para dos, Joel aún dormía, pero ella estaba segura que despertaría en cualquier momento. Amaneció con muchas ganas de café así que empezó por ahí; preparando aquella deliciosa bebida. El aroma llegó hasta la habitación y sacó a Joel de la cama.—Mi amor, has visto mi camiseta blanca —preguntó incluso antes de asomar por el pasillo.Llevaba puestos unos pantalones de tela bastante holgados que dejaban al descubierto sus marcados bíceps. Cuando llegó a la cocina encontró lo que buscaba. Su esposa cocinaba al mismo tiempo que movía sus caderas al ritmo de una canción que tarareaba; se veía sexi con el cabello suelto y sin peinar, los pies descalzos y la camiseta de Joel como único vestuario. Él se la comió con la mirada; la observó de pies a cabeza
Después de un día largo y agotador para Joel. Tranquilo y relajante para esposa ambos se sentaron en el comedor para disfrutar de una rica cena que envió la suegra de Yelina.—Tu madre me sorprende cada vez un poco más. Cocina delicioso.—Es verdad, a ella le queda muy bien todo. Creo que mi comida favorita siempre será la que ella prepare. En ningún otro lado he comido tan exquisito, creo que nadie cocina tan bien como lo hace mi mamá.Yelina se puso un poco molesta con el comentario que hizo Joel.—Espero que mis hijos piensen igual un día, ya que quizá será a los primeros que les guste como cocino. —dijo y se levantó de la mesa.—Él comprendió que había metido la pata y se quedó pensando como remediarlo. Después fue hasta la habitación y se disculpó.—Escucha, lo siento. No fue e
Después de unos meses de haber contraído matrimonio el papá le pidió a Yelina que trabajara para él como asistente de finanzas en la empresa exportadora de frutas congelas. De algún modo tenía que conseguir ingresos para su hogar, no pretendía dejar en manos de Joel todas las cuentas de la casa. Joel por su parte decidió aceptar la empresa de chocolates que le había heredado su papá; era muy buen administrador y conocía perfecto el rubro. En aquella compañía empezó sus inicios como empleado desde que tenía catorce años, habían pasado dieciséis años desde entonces. Cada cargo que tuvo dentro de la misma se lo ganó con esfuerzo y dedicación hasta que un día obtuvo el cargo de gerente general, mismo que seguía cubriendo con la diferencia que ahora también era el dueño.Así pasaron varios d&iac
Susan no tenía ánimos para nada; lloraba y lloraba recordando lo que había sucedido horas atrás, eran cerca de las dos de la madrugada y recién habían terminado de ver «Un verano en pantalones» las tres amaban aquella película, ya la habían visto muchas veces junto a «Un verano en pantalones dos» hasta las habían bautizado como las películas oficiales del grupo.—Ya queda poco refresco —dijo Yelina.—Voy por más —respondió Romina—. ¿Quieres más palomitas? —le preguntó a Susan.—No quiero nada —contestó con la voz un poco extraña a causa de su llanto.—¿Dejaras de llorar ya? Mira que Rubén no vale la pena. No merece que te desgastes así por él —habló Yelina.—Ya saben que esto no durará más de tr
El día en que murió Leandro.Romina se había quedado escondida entre los estantes, estudiando para los exámenes que tenía en las próximas horas. No tenía mucho de haberse acomodado ahí, pues había estado con su novio en el parque frente a los baños de los chicos.—Cálmate —le dijo Romina a su novio.—¿Cómo me pides que me calme? Esa muchachita me tiene cansado —se refería a Susan. —Y de su primo ni hablar —decía haciendo pequeñas pausas para tomar aire. —Un día de estos me van a encontrar ya verás —agregó.—Ven aquí —dijo Romina y lo tomó entre sus brazos para darle un beso después.—Escucha; te amo —le dijo él. —y te amaré todos los minutos que me restan de vida.—Te resta toda una vida llena
La conversación sobre aquel día en la secundaria parecía haber distraído a Susan de lo que sucedió horas atrás con Rubén. Era un tema que no tocaron nunca y que habían respetado en silencio porque al final de cuentas las había marcado a las tres y además fue el inicio de lo que eran ahora.Con el paso de los años Yelina fue cultivando amor propio y comenzó a ponerle mucho interés a su cuidado personal, así mismo aprendió a maquillarse y a vestirse de acuerdo a su edad. Susan estuvo en terapias con un psicólogo y eso le ayudó a cambiar su manera de actuar al mismo tiempo que sus padres decidieron llevarla a vivir con ellos ya que sufría maltrato en casa de sus tíos con quiénes vivía por aquellos años. Romina era la que llevaba la vida más normal en su adolescencia hasta que la muerte de su novio descontroló toda
Al paso de algunos meses se celebró la boda entre Romina y César. Cuando sucedió lo de Leandro, ella pensó que jamás volvería a amar del mismo modo. Siempre creyó que su primer novio sería el amor de toda su vida. Imaginó muchas veces que se iba a casar con él y que vivirían felices para siempre, pero alguien le dañó aquel cuento perfecto que inventó cuando tenía catorce años, desde entonces no quiso ser la novia de alguien más. Estuvo respetando la memoria de Leandro por mucho tiempo era como si estuviera esperándolo. Vivía aferrada a una persona que ya no se encontraba en este mundo, su dolor fue tan fuerte que creyó que iba a volver en cualquier instante y ella deseaba estar sola para cuando eso sucediera.Cuando conoció a César en un grupo de ayuda al que ambos asistían, comprendió que era tiempo de avanzar. Las terapias le hicieron dejar atrás el pasado que traía atado junto a ella. La primera vez que entabló una conversación con él se dio cuenta que aquel muchacho estaba