Era viernes por la tarde cuando Joel y Yelina regresaron de su viaje, ambos traían la piel bronceada y sus miradas llenas de un brillo singular, era evidente lo bien que la habían pasado. Acordaron pasar el sábado en casa de los papás de él y el domingo iban a visitar la familia de ella. En esos momentos también aprovecharían para recoger sus cosas personales y llevarlas a la casa que compartirían como hogar, días atrás llevaron una maleta con cosas personales cada uno, pero había mucho más que trasladar. Por su parte Yelina tenía que dejar muchas de sus prendas en casa de su mamá, el closet de su casa no era tan grande como su armario de mujer soltera, además ahora tenía que compartir espacio con su esposo.
La estadía en casa de los Valderrama fue bastante agradable, Alondra y Yelina se llevaban muy bien, la primera tenía dieciocho años y su parecido con Joel era increíble. Las dos chicas se encerraron en la habitación de Alondra para conversar sobre sus cosas, Yelina escuchó atenta el relato de su cuñada mientras le contaba que le gustaba un chico que conoció en la celebración de aniversario dónde Joel y Yelina se comprometieron.
—Han pasado varios meses desde entonces -comentó Yelina—. ¿Le has vuelto a ver? —preguntó.
—No —respondió Alondra al mismo tiempo que hacía una mueca de inconformidad.
—¿Sabes al menos su nombre? —interrogó.
—Por supuesto, se llama Rubén y es... ¡Es tan guapo! —exclamó Alondra un tanto emocionada.
Yelina se puso en pie de golpe y miró fijamente a su cuñada. Al principio pensó que se trataba de cualquier otro cliente del restaurante donde cenaron.
—Rubén tiene novia —aseguró.
—Tengo ese dato; sé que la novia es la fastidiosa de tu amiga Susan. Él es demasiado guapo para tu amiga, no queda bien junto a ella; en cambio conmigo quedaría perfecto —dijo con una sonrisa pícara pintada en sus labios.
—Respeta —exigió—. Susan está muy enamorada de ese joven y por lo que veo también él de ella —añadió Yelina tratando de hacer entrar en razón a su cuñada.
—Fíjate que si la amara tanto como tú dices no respondería mis mensajes —expresó la chica un poco molesta.
—¿Cómo dices? ¿Acaso estas interactuando con Rubén? —cuestionó Yelina con cara de asombro.
—Sí, y me ha invitado a salir —contestó Alondra con mucha seguridad.
Yelina salió bastante confundida de aquella habitación, aunque no conocía mucho a Rubén sabía que Susan estaba lo suficiente ilusionada con él como para que algo como lo que estaba sucediendo la hiciera sufrir. Ahora se encontraba entre la espada y la pared ya que no quería perjudicar a la hermana de su esposo, pero tampoco quería que un miserable mujeriego jugara con los sentimientos de su amiga.
—¿Qué hago? —se preguntó en silencio. Supo que sin querer se metió en un gran lío del que no iba a poder escapar con facilidad.
En la casa de los Mondragón, el día domingo inició de lo más común. Joel y su esposa llegaron para el desayuno, mismo que se sirvió en el jardín junto a la piscina. Yelina quería pasar todo el día con su familia y además su padre le pidió que llegaran temprano. A Joel no le parecía mucho la idea.
—Tenemos que pasar tú y yo juntos y a solas —le dijo a su amada, justo cuando ella le mencionó la petición de su padre.
—Hoy estuvimos con los tuyos y yo no me quejé —expresó ella con un tono de voz que reflejaba molestia.
—No estuvimos fuera de casa todo el día —se defendió él.
—Yo no te estoy pidiendo que nos quedemos a vivir con mis papás —intervino ella.
—Haz lo que desees —dijo él, al mismo tiempo que daba media vuelta para salir de la cocina.
Ella se sintió extraña. La primera discusión en su matrimonio había llegado y no supo cómo afrontar la situación de inmediato. Siguió en lo suyo e intentó olvidarse de lo que pasó antes.
Esa noche cuando se fueron a la cama; los dos evitaron el tema y la mañana siguiente se fueron a casa de los suegros de Joel.
Yelina entró en su habitación para recoger algunas cosas que aún no había empacado. De pronto una enorme nostalgia invadió su ser y fue imposible contener las lágrimas.
—Cariño coloqué tu ropa en las maletas, para avanzar un poco —mencionó la señora mientras se acercaba a su hija, se sintió impotente cuando descubrió que estaba llorando.
—Pequeña de mi vida ¿Qué te sucede? —preguntó mientras la acogía entre sus brazos.
—Nada mamá —respondió la joven—. Es solo que los voy a echar mucho de menos —mencionó.
—No es razón suficiente para que te pongas así, pronto cumplirás veinte y ya comprendes que este proceso es una ley de vida. No ibas a quedarte para siempre a nuestro lado, nosotros también vamos a extrañarte; pero estamos felices por tu matrimonio —dijo la señora mientras se retiraba de su lado para hacer contacto visual con ella.
—Gracias por tus palabras mamá, soy una tonta. Igual viviremos bastante cerca y podré visitarlos seguido —concluyó.
Ella sabía que en el fondo no lloraba por lo que decía llorar sino más bien por lo que le dijo su esposo durante la noche anterior. Aunque quiso disimular; aceptó que si se había sentido molesta por lo que expresó Joel.
—Así es mi niña, anda lávate la cara y terminemos de empacar para que estemos lista, pronto será hora de la merienda.
—Está bien, voy a buscar una maleta en la recámara de mis hermanas para colocar mis libros, ellos son lo primero que deseo acomodar en el estudio de mi casa.
Yelina salió de la recámara y en el pasillo se encontró con Joel, quien notó que algo no andaba bien, sin embargo, no preguntó nada; aunque no reflejaban lo que estaba sucediendo, ellos sabían que no estaban del todo bien uno con el otro. No fue necesario mencionar lo que sucedió. Él solamente la tomó entre sus brazos y depositó un cálido beso sobre sus húmedos labios, al inicio ella quiso poner resistencia, después pensó que no valía la pena y sollozó en los brazos de su esposo.
—Perdóname —mencionó él—. Fui un tonto, yo no debí decir lo que dije anoche. Tú tienes el mismo derecho que tengo yo de visitar a la familia cuando quieras.
—Está bien, te perdono. Tú sabes cómo soy yo y lo unida que estoy a mis padres y a mis hermanas. Se perfecto que ahora soy una mujer casada y que tengo un esposo al que atender, pero mi familia sigue existiendo.
Después de todo y al verla triste Joel le dijo a su esposa que se podían quedar a dormir en casa de sus papás si ella así lo deseaba. Yelina aceptó encantada, la decisión le parecía espectacular.Sabía bien que su esposo quería remediar lo mal que se había portado con su actitud en la noche anterior.Valeria y Valentina llegaron al atardecer, las dos habían estado de día de campo fuera de la ciudad con unos amigos de la secundaria. Esa era otra de las razones por las que Yelina no se sentía bien, no había visto a sus hermanas durante todo el día y le parecía terrible marcharse sin saludarlas, por suerte durante la tarde las cosas se pusieron mejor. Cuando la familia estuvo completa Joel observó a detalle algo que no había visto antes; lo unidos que eran todos en aquel hogar.La noche continuaba de lo más normal, Yelina se sent&iacu
Desde que volvieron de la luna de miel ambos se estuvieron quedando en un apartamento del amigo de Joel, ya habían decidido que no se quedarían con sus padres. Nada del otro mundo, simplemente ganas que comenzar a interactuar como esposos, pero ya era momento de instalarse en la nueva vivienda, que sería el hogar de ambos. Era una casa muy bonita; su fachada era sencilla, pero elegante, el tono azul del techo combinaba a la perfección con el amarillo mostaza de las paredes y el blanco de los detalles en las columnas. De lado derecho estaba el garaje y de lado izquierdo había un pequeño jardín con la grama muy verde y unas cuantas macetas. En la parte trasera unos arbustos florales separaban el terreno con el de los vecinos más próximos; una pareja joven adulta que tenían una hija de dos años. En la sala de la casa había finos muebles muy bien distribuidos igual que en la cocina, el comedor, las dos h
Yelina se despertó temprano y preparó desayuno para dos, Joel aún dormía, pero ella estaba segura que despertaría en cualquier momento. Amaneció con muchas ganas de café así que empezó por ahí; preparando aquella deliciosa bebida. El aroma llegó hasta la habitación y sacó a Joel de la cama.—Mi amor, has visto mi camiseta blanca —preguntó incluso antes de asomar por el pasillo.Llevaba puestos unos pantalones de tela bastante holgados que dejaban al descubierto sus marcados bíceps. Cuando llegó a la cocina encontró lo que buscaba. Su esposa cocinaba al mismo tiempo que movía sus caderas al ritmo de una canción que tarareaba; se veía sexi con el cabello suelto y sin peinar, los pies descalzos y la camiseta de Joel como único vestuario. Él se la comió con la mirada; la observó de pies a cabeza
Después de un día largo y agotador para Joel. Tranquilo y relajante para esposa ambos se sentaron en el comedor para disfrutar de una rica cena que envió la suegra de Yelina.—Tu madre me sorprende cada vez un poco más. Cocina delicioso.—Es verdad, a ella le queda muy bien todo. Creo que mi comida favorita siempre será la que ella prepare. En ningún otro lado he comido tan exquisito, creo que nadie cocina tan bien como lo hace mi mamá.Yelina se puso un poco molesta con el comentario que hizo Joel.—Espero que mis hijos piensen igual un día, ya que quizá será a los primeros que les guste como cocino. —dijo y se levantó de la mesa.—Él comprendió que había metido la pata y se quedó pensando como remediarlo. Después fue hasta la habitación y se disculpó.—Escucha, lo siento. No fue e
Después de unos meses de haber contraído matrimonio el papá le pidió a Yelina que trabajara para él como asistente de finanzas en la empresa exportadora de frutas congelas. De algún modo tenía que conseguir ingresos para su hogar, no pretendía dejar en manos de Joel todas las cuentas de la casa. Joel por su parte decidió aceptar la empresa de chocolates que le había heredado su papá; era muy buen administrador y conocía perfecto el rubro. En aquella compañía empezó sus inicios como empleado desde que tenía catorce años, habían pasado dieciséis años desde entonces. Cada cargo que tuvo dentro de la misma se lo ganó con esfuerzo y dedicación hasta que un día obtuvo el cargo de gerente general, mismo que seguía cubriendo con la diferencia que ahora también era el dueño.Así pasaron varios d&iac
Susan no tenía ánimos para nada; lloraba y lloraba recordando lo que había sucedido horas atrás, eran cerca de las dos de la madrugada y recién habían terminado de ver «Un verano en pantalones» las tres amaban aquella película, ya la habían visto muchas veces junto a «Un verano en pantalones dos» hasta las habían bautizado como las películas oficiales del grupo.—Ya queda poco refresco —dijo Yelina.—Voy por más —respondió Romina—. ¿Quieres más palomitas? —le preguntó a Susan.—No quiero nada —contestó con la voz un poco extraña a causa de su llanto.—¿Dejaras de llorar ya? Mira que Rubén no vale la pena. No merece que te desgastes así por él —habló Yelina.—Ya saben que esto no durará más de tr
El día en que murió Leandro.Romina se había quedado escondida entre los estantes, estudiando para los exámenes que tenía en las próximas horas. No tenía mucho de haberse acomodado ahí, pues había estado con su novio en el parque frente a los baños de los chicos.—Cálmate —le dijo Romina a su novio.—¿Cómo me pides que me calme? Esa muchachita me tiene cansado —se refería a Susan. —Y de su primo ni hablar —decía haciendo pequeñas pausas para tomar aire. —Un día de estos me van a encontrar ya verás —agregó.—Ven aquí —dijo Romina y lo tomó entre sus brazos para darle un beso después.—Escucha; te amo —le dijo él. —y te amaré todos los minutos que me restan de vida.—Te resta toda una vida llena
La conversación sobre aquel día en la secundaria parecía haber distraído a Susan de lo que sucedió horas atrás con Rubén. Era un tema que no tocaron nunca y que habían respetado en silencio porque al final de cuentas las había marcado a las tres y además fue el inicio de lo que eran ahora.Con el paso de los años Yelina fue cultivando amor propio y comenzó a ponerle mucho interés a su cuidado personal, así mismo aprendió a maquillarse y a vestirse de acuerdo a su edad. Susan estuvo en terapias con un psicólogo y eso le ayudó a cambiar su manera de actuar al mismo tiempo que sus padres decidieron llevarla a vivir con ellos ya que sufría maltrato en casa de sus tíos con quiénes vivía por aquellos años. Romina era la que llevaba la vida más normal en su adolescencia hasta que la muerte de su novio descontroló toda