Eran las tres de la madrugada cuando Yelina y Joel llegaron al hotel y se instalaron en una lujosa habitación.
Los señores Valderrama la habían pedido decorada para la ocasión. Sobre la cama un enorme corazón con pétalos de rosas y unos cisnes hechos con las toallas de baño, eran el centro de atención. Una botella de champagne en su respectiva hielera, dos copas, rosas rojas y unas velas llenaban de pasión el lugar. De la tina de baño ni hablar, Yelina no iba a resistir sus ganas por darse un baño, había; sales aromáticas y pétalos de rosa flotando sobre el agua ligeramente tibia. Aquella noche tenía que ser espectacular, aunque a decir verdad los esposos estaban cansados, Yelina mucho más que Joel.
Ella tenía temor de lo que proseguía. Era virgen aún, pero no tonta. Le gustaba mucho la lectura y entre sus favoritos había varios libros de novelas eróticas; no sería una experta en la cama, pero algo tenía que haber aprendido en la teoría y el momento de la práctica estaba frente a ella. El momento de descubrir si lo plasmado en papel era todo verdad era en ese instante. Joel por su parte había tenido varias relaciones, algunas muy duraderas y otras no tanto. Imposible que siguiera siendo casto.
—Parece que tus padres quieren un nieto —expresó Joel.
Yelina sonrió y se olvidó de lo cansada que se sentía.
—Entonces hagámoslo ya —dijo entre sonrisas pícaras.
Ambos se acercaron uno al otro y se dejaron llevar por el sonido de la música que minutos atrás dejó reproduciendo Joel. Él le besó los labios y después las mejillas, regresó a la comisura de los labios y bajó hasta el cuello. Yelina llevaba puesto un vestido color turquesa del que su esposo se iba deshaciendo poco a poco; le bajó los tirantes y besó sus hombros, después lo bajó hasta la cintura y acarició sus senos, segundos más tarde la prenda cayó al suelo y él apreció aquel monumento hecho mujer en ropa interior de encaje color blanco.
—Eres una mujer preciosa —comentó Joel.
—¿Te gusta? —preguntó ella, refiriéndose al atuendo íntimo que había elegido para la ocasión.
—¡Te ves divina! —exclamó y se le acercó. Ella se puso nerviosa, su cuerpo temblaba y le sudaban las manos.
—Relájate —le pidió él—. Te gustará —agregó.
Yelina suspiró profundo y comenzó a acariciar la espalda de su amado, después le fue quitando la ropa, hasta que ambos estuvieron completamente desnudos.
Al principio ella se sintió intimidada, pero luego recordó que estaba con su esposo y que la vería así desde ese día y por siempre, volvió a respirar profundo y sonrió. Joel la levantó y ella se sujetó fuerte a las caderas masculinas, envolviéndolas con sus piernas. Cuando la lanzó suavemente sobre la cama, los pétalos rojos se esparcieron por todos lados. Él se colocó sobre ella y la observó con una mirada ardiente y llena de deseo, ella estaba lista, pero por las dudas se mojó un poco más, causa de la excitación que le estaba provocando el duro miembro masculino que la acariciaba entre las piernas. Él fue cuidadoso todo el tiempo y preguntaba a cada instante si todo estaba bien, ella se quedaba en silencio y pese a la incomodidad que llegó a sentir por ser virgen, intentó disfrutar hasta el final.
Aunque a ser verdad no supo distinguir si había logrado llegar al orgasmo final. Entre las sábanas blancas se juraron amor eterno y se hicieron muchas promesas, minutos después los dos tomaron un baño y se metieron en la tina para disfrutar del aroma, de la espuma y el agua tibia.
—Te amo —susurro Joel a Yelina en su oído izquierdo.
—Te amo —respondió el mientras intentaba volver a hacerle el amor a Yelina.
—Aquí no —le dijo.
—¿Vamos a la cama? —preguntó.
—Vamos —confirmó ella.
Ambos se pusieron en pie para salir de la bañera, se miraron con ternura y se secaron la piel uno al otro, aquella escena les hizo encenderse de una vez; ella iba a besarlo, no obstante, él la tomó por la cintura y la sentó frente al gran espejo del lavabo, en ese momento ella se excitó y quiso repetir lo que habían hecho antes; en la habitación. Comenzó a besar a su esposo; esta vez con mayor confianza. Él la cargó y la llevó hasta la cama, después de un rato la pareja calló en un profundo sueño. Ella se acomodó sobre el pecho masculino y se durmió mientras escuchaba los latentes sonidos del corazón que llegaban como música a sus oídos.
La mañana se extendió lentamente sobre la ciudad bañando de sol el lugar. Unos leves rayos se penetraron por el cristal de la ventana. La claridad despertó a ambos. Pronto tomaron el desayuno que consistía en un poco de fruta, huevos tibios y pan tostado con mermelada; de tomar sirvieron jugo de sandía y café caliente. Se observaba todo muy delicioso, la joven pareja tenía suficiente apetito para disfrutar de todo lo que habían llevado a la habitación. Después se prepararon para tomar el auto que los condujo al aeropuerto donde tomarían un avión que pronto los hizo aterrizar en la isla que también fue testigo de la tan deseada luna de miel.
Por la tarde ya acomodados en la habitación, ambos iniciaron jugando y entre risas, bromas y caricias volvieron a hacer el amor, descansaron unos minutos y luego bajaron para disfrutar de la playa; la blanca arena se sumergía en el agua color turquesa, era una combinación que reflejaba paz y tranquilidad. Yelina llevaba puesto un vestido blanco de manta que le dejaba apreciar su traje de baño en un tono amarillo suave, Joel traía una calzoneta blanca y una playera sin mangas del mismo color del traje de baño que lucía su amada. Yelina era tan perfeccionista que se encargó de combinar los atuendos que ambos usarían durante el viaje. Ella quería recuerdos armoniosos plasmados en fotografías. Por su parte Joel era un hombre que estaba dispuesto a amarla y a complacerla en todo lo que estuviera a su alcance. Entraron en el agua, muy a la orilla de la playa y disfrutaron de los peces que se acercaban para juguetear con los pies de los recién casados.
Y esto fue solo un poco de las experiencias y de las aventuras vividas durante la luna de miel de aquella joven pareja que comenzaba su travesía por el matrimonio.
Era viernes por la tarde cuando Joel y Yelina regresaron de su viaje, ambos traían la piel bronceada y sus miradas llenas de un brillo singular, era evidente lo bien que la habían pasado. Acordaron pasar el sábado en casa de los papás de él y el domingo iban a visitar la familia de ella. En esos momentos también aprovecharían para recoger sus cosas personales y llevarlas a la casa que compartirían como hogar, días atrás llevaron una maleta con cosas personales cada uno, pero había mucho más que trasladar. Por su parte Yelina tenía que dejar muchas de sus prendas en casa de su mamá, el closet de su casa no era tan grande como su armario de mujer soltera, además ahora tenía que compartir espacio con su esposo.La estadía en casa de los Valderrama fue bastante agradable, Alondra y Yelina se llevaban muy bien, la primera tenía dieciocho años y su parecido con Joel era increíble. Las dos chicas se encerraron en la habitación de Alondra para conversar sobre sus cosas, Yelina escuchó
Después de todo y al verla triste Joel le dijo a su esposa que se podían quedar a dormir en casa de sus papás si ella así lo deseaba. Yelina aceptó encantada, la decisión le parecía espectacular.Sabía bien que su esposo quería remediar lo mal que se había portado con su actitud en la noche anterior.Valeria y Valentina llegaron al atardecer, las dos habían estado de día de campo fuera de la ciudad con unos amigos de la secundaria. Esa era otra de las razones por las que Yelina no se sentía bien, no había visto a sus hermanas durante todo el día y le parecía terrible marcharse sin saludarlas, por suerte durante la tarde las cosas se pusieron mejor. Cuando la familia estuvo completa Joel observó a detalle algo que no había visto antes; lo unidos que eran todos en aquel hogar.La noche continuaba de lo más normal, Yelina se sent&iacu
Desde que volvieron de la luna de miel ambos se estuvieron quedando en un apartamento del amigo de Joel, ya habían decidido que no se quedarían con sus padres. Nada del otro mundo, simplemente ganas que comenzar a interactuar como esposos, pero ya era momento de instalarse en la nueva vivienda, que sería el hogar de ambos. Era una casa muy bonita; su fachada era sencilla, pero elegante, el tono azul del techo combinaba a la perfección con el amarillo mostaza de las paredes y el blanco de los detalles en las columnas. De lado derecho estaba el garaje y de lado izquierdo había un pequeño jardín con la grama muy verde y unas cuantas macetas. En la parte trasera unos arbustos florales separaban el terreno con el de los vecinos más próximos; una pareja joven adulta que tenían una hija de dos años. En la sala de la casa había finos muebles muy bien distribuidos igual que en la cocina, el comedor, las dos h
Yelina se despertó temprano y preparó desayuno para dos, Joel aún dormía, pero ella estaba segura que despertaría en cualquier momento. Amaneció con muchas ganas de café así que empezó por ahí; preparando aquella deliciosa bebida. El aroma llegó hasta la habitación y sacó a Joel de la cama.—Mi amor, has visto mi camiseta blanca —preguntó incluso antes de asomar por el pasillo.Llevaba puestos unos pantalones de tela bastante holgados que dejaban al descubierto sus marcados bíceps. Cuando llegó a la cocina encontró lo que buscaba. Su esposa cocinaba al mismo tiempo que movía sus caderas al ritmo de una canción que tarareaba; se veía sexi con el cabello suelto y sin peinar, los pies descalzos y la camiseta de Joel como único vestuario. Él se la comió con la mirada; la observó de pies a cabeza
Después de un día largo y agotador para Joel. Tranquilo y relajante para esposa ambos se sentaron en el comedor para disfrutar de una rica cena que envió la suegra de Yelina.—Tu madre me sorprende cada vez un poco más. Cocina delicioso.—Es verdad, a ella le queda muy bien todo. Creo que mi comida favorita siempre será la que ella prepare. En ningún otro lado he comido tan exquisito, creo que nadie cocina tan bien como lo hace mi mamá.Yelina se puso un poco molesta con el comentario que hizo Joel.—Espero que mis hijos piensen igual un día, ya que quizá será a los primeros que les guste como cocino. —dijo y se levantó de la mesa.—Él comprendió que había metido la pata y se quedó pensando como remediarlo. Después fue hasta la habitación y se disculpó.—Escucha, lo siento. No fue e
Después de unos meses de haber contraído matrimonio el papá le pidió a Yelina que trabajara para él como asistente de finanzas en la empresa exportadora de frutas congelas. De algún modo tenía que conseguir ingresos para su hogar, no pretendía dejar en manos de Joel todas las cuentas de la casa. Joel por su parte decidió aceptar la empresa de chocolates que le había heredado su papá; era muy buen administrador y conocía perfecto el rubro. En aquella compañía empezó sus inicios como empleado desde que tenía catorce años, habían pasado dieciséis años desde entonces. Cada cargo que tuvo dentro de la misma se lo ganó con esfuerzo y dedicación hasta que un día obtuvo el cargo de gerente general, mismo que seguía cubriendo con la diferencia que ahora también era el dueño.Así pasaron varios d&iac
Susan no tenía ánimos para nada; lloraba y lloraba recordando lo que había sucedido horas atrás, eran cerca de las dos de la madrugada y recién habían terminado de ver «Un verano en pantalones» las tres amaban aquella película, ya la habían visto muchas veces junto a «Un verano en pantalones dos» hasta las habían bautizado como las películas oficiales del grupo.—Ya queda poco refresco —dijo Yelina.—Voy por más —respondió Romina—. ¿Quieres más palomitas? —le preguntó a Susan.—No quiero nada —contestó con la voz un poco extraña a causa de su llanto.—¿Dejaras de llorar ya? Mira que Rubén no vale la pena. No merece que te desgastes así por él —habló Yelina.—Ya saben que esto no durará más de tr
El día en que murió Leandro.Romina se había quedado escondida entre los estantes, estudiando para los exámenes que tenía en las próximas horas. No tenía mucho de haberse acomodado ahí, pues había estado con su novio en el parque frente a los baños de los chicos.—Cálmate —le dijo Romina a su novio.—¿Cómo me pides que me calme? Esa muchachita me tiene cansado —se refería a Susan. —Y de su primo ni hablar —decía haciendo pequeñas pausas para tomar aire. —Un día de estos me van a encontrar ya verás —agregó.—Ven aquí —dijo Romina y lo tomó entre sus brazos para darle un beso después.—Escucha; te amo —le dijo él. —y te amaré todos los minutos que me restan de vida.—Te resta toda una vida llena