CAPÍTULO 2

ANNA

Relamí mis labios, los sentía sumamente secos.

No abría los ojos, estaba bastante cómoda en la cama en la que me encontraba.

Además otra de las razones era que ya sabía más o menos dónde estaba y con quién estaba.

¿Cómo voy a escapar de las manos del rey Alpha?

El gruñido siguiente me hizo sobresaltar y abrir los ojos con rapidez encontrándome con la mirada del rey Alpha.

Está sentado en la orilla de la cama, con los mismos ojos rojos que recordaba antes de caer en inconsistencia.

Me quedé quieta, mirándolo por unos minutos sin intenciones de apartar la mirada. Él hizo lo mismo, con más intensidad.

Me removí incómoda cuando la intensidad de su mirada me sobrepasó. Aparté los ojos de él y me moví hacia la orilla para bajarme pero él me detuvo.

—Tienes que descansar —miré su tacto sobre mi piel.

Estaba ardiendo. Respiré agitada y quise apartarme pero no me dejó.

—Sareth —susurré confundida.

¿Por qué de pronto sentía todo esto? ¿Qué es? ¿Por qué su tacto parecía tan cálido y acogedor?

Una idea cruzó mi mente pero la desheché de inmediato. Él ya tiene una Luna.

—¿Qué… qué es esto? ¿Qué hago aquí? —me armé de valor para preguntar.

Él negó.

—Recuéstate—usó su voz de Alpha.

Mi cuerpo obedeció al instante.

—Traerán tu comida ahora y tienes que comer todo —exigió. Sus ojos cambiaron a dorado. —Desde ahora trabajaras como la asistente de tu Luna, vivirás, comerás y te quedaras aquí hasta que yo lo decida y no tienes otra salida —se adelanto a mis protestas.

—Alpha —Miré sus ojos —Yo no volveré a chocar con usted, si quiere me alejo o …

—¡Silencio! —rugió, tragué saliva con el miedo recorriendo mi cuerpo levemente— Solo hablarás cuando te lo diga, veras mis ojos cuando te lo permita y no te atrevas a replicar sino quieres ser castigada — cogió mi cara entre sus dedos apretaron mis mejillas.

Sus dedos ásperos se toparon con la suavidad de mi piel, pero lejos de apretar con rudeza, lo hizo con una delicadeza que me tomó desprevenida.

》No tienes el más mínimo derecho a irte sin que yo lo diga, ayudaras a tu Luna desde aquí y de esta mansión no sales—me soltó con asco.

Las ganas de llorar me entraron y quise huir de la crueldad que me estaba haciendo sentir.

Había oído millones de mitos con respecto al gran Alpha Rey pero nunca quise creer ninguna. Yo siempre preferí mi vida lejos del caos que representaba tener que meterse en la vida de quienes no debía.

El mundo se había vuelto más pacifico pero había cosas que eran más crueles que una batalla. El rey Alpha siempre nos ha mantenido a salvo por lo que siempre lo ví como un héroe o algo así.

Pero ahora… no sabía qué pensar.

—¿Todo por un simple choqué? —pregunté en voz alta sin medir las amenazas que me había dado antes. Su gruñido me hizo saber que no estaba nada contento.

—Estar en ese lugar te va a costar lo que muchos tienen pero no valoran. —espetó —Espero que hayas disfrutado tu libertad antes.

Sin más salió enfurecido.

Ya no sentía miedo, esta curiosa, confundida.

No entendía al Alpha, a su lobo le agradaba pero a él no. ¿Le habré caído mal? ¿Hice algo malo y no me dí cuenta?

Me cuesta seguirle el paso.

Aún tengo oportunidad de recuperar mi libertad. Quizá pueda apelar a la Luna, ella me conoce y sabe que no hice nada a propósito.

La chocolatada estaba caliente pero no creo que haya sido para tanto. Esto es un castigo horrible.

La puerta es tocada y doy pase para que sigan. Una mujer esbelta, de cabello blanco y piel blanca entra con una bandeja de comida y una hermosa sonrisa llena de amor.

—Hola, cariño—sonrío.

Me fue inevitable no devolverle la sonrisa y las buenas vibras.

—Hola —saludo .

—Te traje de comer, me dieron la orden de que me encargue que comas todo así que no me hagas el trabajo difícil. Come, come —insitó cuando puso la bandeja en mis piernas—. El doctor dijo que eres de las que comes mucho, por eso el desmayo.

—Trabajo mucho—trato de justificar mi mala alimentación.

—Tonterías, siempre hay tiempo para una buena comida—dice juguetona.

Pruebo el primer bocado de la sopa y la exquisitez que se deshace en mi paladar me hace suspirar de emoción.

—Esto esta delicioso—gimo saboreando la delicia.

—Soy Tara—dice entregandome el vaso de jugo de frutilla que casi se me derrama.

—Y yo Annalise, pero mejor dime Ani, me gusta mas —.

Ella asiente.

Bajo su atenta mirada me termino todo lo de la bandeja y al final queso satisfecha.

—Gracias —dije extendiendo la vasija. —Vamos, te ayudo a lavar.

Ella niega.

—Duchate , hay ropa en ese armario de tu talla y todo lo que puedas necesitar. La Luna te espera en el patio.

Afirmó con la cabeza y en lo que ella sale yo me encierro en el baño para poder darme una ducha.

Cuando salgo voy en busca de algo de ropa, casi caigo de espaldas cuando veo un closeth del mismo tamaño de la habitación con mucha ropa para todo tipo de ocasión.

¿Así tratan a todos los prisioneros ? No lo creo.

Creo que es mejor no preguntar sino quiero tener más castigos por parte del odioso Alpha que me tocó, bueno a la manada.

Luego de pensar en todo aquello que dijo solo me hace dar rabia por dejarme, él no puede hacer esto.

No está bien, él es un Aplha y mira que solo molestarse porque le derrame chocolate caliente y castigarme con mi libertada es demasiado cruel.

Ojalá la Luna lo castigue.

Pero cumpliré con todo lo que me dijo, es más, voy a alejarme cada vez que esté cerca. Así evito que haga algo contra mí.

No puedo quedarme mucho tiempo hay muchas cosas que tenía planeadas hacer luego del orfanato.

Como tomar el primer atajo y bajar al mundo humano. Quería vivir un tiempo por allá y no sé quizá hacer una vida diferente a lo que conocía por aquí .

Bajé las escaleras con un short negro y un top verde menta, quería estar cómoda y eso me hacía sentir así.

Fuí hacia el jardín donde a lo lejos ví a la Luna Abigail sentada mirando a la nada. Quise ir con ella pero algo me detuvo, me hacía sentir incomoda y como si fuera… prohibido.

En contra de mi voluntad fui caminado lento hacia ella , me detuve frente a ella agachando la mirada.

—Luna.

—Sientate—espetó.

Ya había tratado antes con ella, y su voz nunca habia sido tan distante y agresiva como ahora.

Me siento con cuidado de rodar nada porque no quiero tener reprimendas, coloco mis manos en mi regazo retorciendo mis dedos y sin mirarla aún.

—Supongo que ya Duncan te dijo que serás mi asistente —menciona.

—Asi es.

—Como también que no saldrás de la mansión.

—Sí…

—Voy a ser sincera—me corta—. Yo no te quiero en este lugar y tampoco necesito que estés cerca de mí, estarás trabajando en la biblioteca, quiero que acomodé todo y limpies. —se levanta y se va.

Miro asombrada por donde se fué.

—Definitivamente no podré abogar mi libertad con ella.

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