Cada vez que Massimo la llamaba a su oficina, Victoria tenía la sensación de que algo no estaba del todo bien. No podía negar que aquellos encuentros con su jefe la dejaban con una brillante sonrisa en los labios, pero luego la incertidumbre de lo incierto volvía a apoderarse de los rincones de su alma.
«¿A quién engañaba? Ese hombre no la amaba» pensó esa noche Victoria, viendo insistentemente la pantalla de su celular.De alguna manera, esperaba recibir un mensaje de él, que le enviará las buenas noches o tal vez un: "Te veías hermosa está tarde". Pero aquello era mucho pedir ¿cierto?La muchacha no pudo evitar el hecho de que sus ojos se anegarán en lágrimas. Era su corazón, el que parecía querer desbordarse.Los momentos compartidos con Massimo llegaron a su mente como una avalancha, su sonrisa de dientes blancos tan simétricos, casi perfectos; al igual que sus labios carnosos, tan expertos. El hombre era guapo, su cabello negro como la noche y su piel blanca, le daban cierto toque de misterio, pero aquello no era lo único.Era su voz la que más le gustaba, la manera en que susurraba su nombre alargando cada sílaba, como si lo disfrutara. Victoria no pudo evitar recordar cómo en la intimidad la nombraba, los gruñidos que soltaba, mientras parecía ser su nombre el detonante de tan intensas sensaciones.En sus brazos se sentía deseada, sí, pero no amada. Y, ella quería ser amada, amada por él, por Massimo.«¿Pero qué estás pidiendo, Victoria? Él no te ama» la realidad llegó a su mente en forma de una voz lejana. Tal vez era su consciencia, tal vez era su dignidad que no se atrevía del todo a abandonarla.Dignidad.Victoria sentía que había olvidado el significado de aquella palabra. ¿Podría aún sentirse digna? Ella no lo sabía, pero sentía que merecía intentarlo. No quería abandonar aquella cuota de amor propio que le quedaba.A la mañana siguiente, Victoria asistió puntual a su trabajo. Era una secretaria bastante eficiente que no se permitía mezclar la vida privada con sus responsabilidades laborales. Aunque, ya había cometido un error al enrollarse con su jefe, seguía sabiendo mantener su lugar cuando era necesario.—Buen día, señor Echeverría—tocó suavemente la puerta de la oficina de su jefe.—Adelante, Victoria.Por el contrario, su jefe parecía haberle agarrado el gusto de llamarla por su nombre sin ningún tipo de formalidades.—Con permiso—entró ella sin devolverle la mirada—. Estos son algunos documentos que requieren de su firma. A las nueve y punto vendrá una persona de marketing para revisar los avances de este mes y…—Victoria—la voz de Massimo la detuvo.El hombre la miraba intensamente, como si le ordenara de manera muda que dejara de parlotear y se acercará hasta su silla.—Venga aquí—le dijo.Victoria pudo percibir claramente la necesidad en su voz.—Señor, yo…Pero Massimo no le dio chance de decir nada más, en cambio, se levantó de su puesto y caminó firmemente hasta ella.—Ha venido usted muy hermosa está mañana.La chica se ruborizó, mientras su jefe empezaba a desplazar sus dedos por su cabello. El hombre se llevó un mechón a la nariz y dijo sin dudar:—Y huele tan bien. Exquisito—parecía realmente fascinado con su aroma.—Gracias—susurró Victoria, complacida.Massimo no perdió tiempo e hizo a un lado su cabello, buscando inmediatamente la piel de su cuello. En cuanto la encontró el hombre se sumergió allí, con besos que iban desde su oído hasta llegar al inicio de su pecho.Victoria se sintió pérdida nuevamente entre sus besos, iba a suceder otra vez y no podía hacer nada para detenerlo. Al menos no por voluntad propia, puesto que, cuando la puerta de la oficina se abrió de par en par, la chica se quedó completamente congelada culminando así con aquel momento tan apasionado.Ambos se separaron y miraron en aquella dirección, encontrándose con una mujer hermosa.—¿Por qué será que no me sorprende?—dijo con desdén la susodicha.—¿Qué haces aquí, Karla?—preguntó con indiferencia Massimo, separándose de Victoria.—¿No te cansas de follarte a tus secretarias?—reprochó la hermana del mismo.Victoria no la conocía personalmente, pero sí que había oído hablar de su persona. Detallándolos un segundo se dio cuenta del gran parecido que compartían, el mismo aire de superioridad, los mismos ojos grises infinitos.—Metete en tus asuntos.La mujer bufó antes de posar sus ojos grises sobre Victoria.—Y tú, niña. Valórate un poco. ¿No ves que solo te está usando?Aquellas palabras fueron como un detonante para Victoria, no era como si no lo supiera, claro que lo sabía, pero escucharlo de otra persona hizo un crack en su corazón.La chica salió corriendo de esa oficina, refugiándose en el baño. No podía más, necesitaba salir de ese lugar. Y con la desesperación latente, Victoria tomó una decisión que cambiaría por completo su vida.La chica regresó a su cubículo y se dispuso a escribir en su ordenador:"Carta de renuncia"Así fue como Victoria dedicó veinte minutos de su tiempo a dicha labor, cumplió con su horario de trabajo, y cuando llegó el momento de retornar a su casa, imprimió aquel papel con las ideas mucho más claras.—Con permiso—dijo al tocar la puerta de la oficina de su jefe.Massimo le dio inmediatamente el pase, sin imaginarse que se encontraría con una sorpresa semejante.La chica caminó decididamente hasta su escritorio y dejó encima el papel. El hombre no le dio mucha importancia, pensando que se trataba de cualquier otro asunto del trabajo, pero en cuanto Victoria le hizo el ademán de que era importante, lo tomó en su poder.—¿Qué significa esto?—preguntó de inmediato. No parecía estar complacido con lo que estaba leyendo.—Es mi carta de renuncia, señor.—¿Renuncia?—Así es—dijo ella con firmeza en su voz tratando de no flaquear.—¿Y cómo es que tomas una decisión de este tipo?—Ya no me siento cómoda trabajando para usted—confesó la chica.—Por favor, Victoria, si es por lo de esta tarde, permíteme decirte que no es necesario hacer tanto drama. Mi hermana es así de metiche siempre. No te lo tomes tan personal.Victoria negó.—El problema es que creo que su hermana tiene algo de razón.—¿Razón?—se sorprendió Massimo—. Pues, permíteme diferir contigo. Karla, simplemente está loca.—¿Usted que quiere conmigo aparte de sexo?Aquella pregunta tomó al hombre fuera de lugar. «¿Qué quería con ella aparte de sexo?» se preguntó él también. No había una respuesta en ese momento, aparte de la obvia: nada.Aquello no era una relación, solamente se estaban saciando mutuamente de sus cuerpos. Victoria le gustaba, era guapa, a pesar de que se ocultaba en esa ropa anticuada y en esas gafas tan extravagantes. Pero era una linda mujer, ¿por qué no disfrutarla?Victoria esperó pacientemente por una respuesta en los segundos siguientes, pero nada surgió de los labios de Massimo, incrementando de esa manera aún más la decepción que sentía en su corazón.—Entonces no hay mucho que decir, señor—dijo la joven disponiéndose a marcharse.—Victoria, estás siendo muy infantil.—¿Eso piensa?Para ese momento, los ojos avellanas de Victoria estaban siendo empañados por una ligera capa de agua. Su visión se estaba volviendo borrosa, porque sentía que las lágrimas se acercaban, pero no quería llorar ante él.—Escucha—Massimo se levantó de su asiento dispuesto a resolver las cosas—, no sé qué es esto que tenemos, lo único que tengo claro es que me gustas.El hombre le quitó las gafas lentamente, dejando su rostro completamente libre. En cuanto lo hizo, no perdió tiempo en acariciar su mejilla suavemente.—Es usted no solamente una mujer hermosa, sino también una secretaria bastante eficiente. No me gustaría perderla.Las palabras de Massimo fueron como dos estacas. Victoria se percató en ese justo instante, de que no era más que algo a ser utilizado. A él no le importaba sus sentimientos, solamente le importaba no perder a alguien que había sido de gran ayuda en el trabajo y en su cama.—La decisión está tomada—dijo firme retirando la mano masculina de su cara.De esa manera, Victoria dio media vuelta dejando a Massimo con la palabra en la boca. «¿Pero qué demonios le pasaba?» se preguntó el hombre disgustado.Sin embargo, no tardó en darle alcance. Así que salió de la oficina y la encontró guardando sus cosas en una caja, para esa hora ya no había más trabajadores en el piso.—Nunca había conocido una secretaria tan complicada como tú—reprochó.Massimo estaba acostumbrado a acostarse con sus secretarias, pero no estaba acostumbrado a que una de ellas le moviese tanto el piso.—Espero pueda conseguir otra menos complicada—dijo Victoria sin despegar sus ojos de la labor que desempeñaba.—Deje eso. No quiero que se vaya.La voz de Massimo parecía sincera, lo suficiente como para que Victoria lo mirara levemente esperanzada.—Ya se lo dije antes, me gusta.—¿Y qué significa eso, exactamente?—Que lo que sea que quiera, podemos intentarlo.Victoria sonrió ampliamente y asintió en respuesta. De esa manera, Massimo empezó a llevarla a nuevos sitios. Ya no solamente se veían en la oficina o tenían encuentros sexuales, había algo más naciendo entre ellos, o, al menos, aumentando en el corazón de la muchacha.Hasta que un día, Victoria se percató de que algo no marchaba del todo bien. Había transcurrido exactamente un mes sin llegarle su menstruación.La joven miró el calendario colgado en la pared y no pudo creer lo que acababa de descubrir. ¿Sería normal tener tanto tiempo de retraso? Recién estaba iniciando su vida sexual, así que no sabía si era algún asunto hormonal.Victoria decidió no entrar en crisis, tenía entendido que Massimo usaba condón cada vez que tenían sexo, aunque, la muchacha se horrorizó, no pudo evitar recordar un día que lo habían hecho en el elevador.Massimo la había recostado contra la pared del mismo y había hecho que lo rodeará con sus piernas, mientras se fundía en su interior cuál animal en celo. Cuando las puertas metálicas estuvieron por abrirse, él marcó otro piso y así mantuvo al ascensor en movimiento hasta que se derramó dentro de ella.—No puede ser—se horrorizó la chica.La joven faltó aquella mañana a la empresa. En su lugar, fue a un laboratorio y se hizo una prueba de embarazo. En cuanto Victoria vio el resultado sintió que el mundo se le venía encima.«¡Cielos, estaba embarazada de Massimo!» pensó sin saber qué hacer al respecto.Victoria decidió ser valiente y enfrentar las consecuencias de aquel amor, así que ese mismo día le dio la noticia al hombre.—¡¿Embarazada?!Él se levantó de su silla como si hubiese escuchado alguna insensatez.—Así es.Massimo sonrió, era una sonrisa cínica.—¿Qué quieres? ¿Dinero?—le preguntó rudo.—¿Qué?—la joven sintió que le faltaba el aliento.—Por lo visto sí eres una interesada ¿no?—La mirada de Massimo era afilada—. No sé quién te embarazó y tampoco me interesa, pero que te quede claro algo, Victoria, tu plancito te salió mal, porque yo no puedo tener hijos—soltó dejándola estupefacta.“Yo no puedo tener hijos”Fueron exactamente cinco palabras las que acabaron por hundir a Victoria.—No puede ser. No es posible—murmuró ella, atónita.«¿Cómo podía decir esas cosas si la había embarazado?» se preguntó la chica, aterrada. —Pues entérate de que es así, me hice un examen hace algunos años.—¡Pero es que usted no lo entiende!—Victoria se había alterado.—¡La que no entiende eres tú! Si querías dinero hubieses podido usar otra forma para sacármelo.—¡Yo no quiero su dinero!—se ofendió la muchacha de inmediato—. Estoy metida en todo este lio por su culpa, ¿no lo ve?Massimo sonrió con descaro.—No, eso no es mi culpa—señaló el hombre con la barbilla a su vientre plano—. En vez de estar perdiendo el tiempo conmigo, búscate a ése que te embarazo y trata de sacarle algo.La castaña se quedó con la boca completamente abierta, asombrada, pero más que todo decepcionada. Sintiendo que el mundo se le venía encima con esas simples palabras.De esa manera, Victoria salió de esa o
Fueron exactamente cinco segundos en los que Victoria no pudo moverse. La impresión de ver a su amor fallido llegar en compañía de otra, a la vez de que su amiga declaraba con firmeza aquellas palabras: “¿Dónde está? Voy a partirle la cara en este instante.” Todo había ocurrido en fracciones de segundos, y su cerebro no lo estaba procesando con la velocidad necesaria.Sin embargo, a pesar del dolor lacerante que sentía en su corazón al ser consciente de aquella decepción, se obligó a reaccionar e impedir que su impulsiva amiga hiciese alguna locura. Lo menos que necesitaba, era que un montón de comensales la miraran con lástima al enterarse de su fracasada vida amorosa y como aquel hombre la había embarazado para luego presentarse con otra. —Por favor, Samantha, vámonos—en su rostro podía verse reflejada toda la congoja que estaba sintiendo.—No, ¿dime quién es?—insistió su amiga renuente a obedecerle.Como un impulso inconsciente su mirada se posó en la mesa que ocupaba la recién ll
—¿Usted quién es? Herminia no lograba entender la presencia de aquel individuo en la puerta de su casa. —¿Se encuentra Victoria?—Massimo decidió ignorar su pregunta. —¿Victoria?—la anciana negó con extrañez—. Me temo que mi nieta ya no se encuentra en el país. —¿Cómo dice?—el corazón del hombre dio un vuelco, mientras que aquella anciana no dejaba de mirarlo con sospecha. Un día su querida nieta le había confesado con lágrimas en los ojos que estaba esperando un hijo de un hombre que la había abandonado. La noticia en un inicio fue bastante sorpresiva para la mujer, lo suficiente como para quedarse sin habla por varios minutos, hasta que logró articular un débil: “no estás sola”. Victoria le dijo que ese lugar ya no le gustaba, que sentía que estaba constantemente expuesta a un posible encuentro con ese sujeto y que deseaba evitarlo a toda costa. —Regresaré a la casa de mi padre—decidió con firmeza en esa tarde. —¿Estás segura?—fue todo lo que pudo preguntar su abuela. Con un
La furia que sentía no era normal. Sus ojos ardían como dos lavas de fuego y sentía enormes ganas de destruir todo lo que encontraba a su paso. Incluida a su nueva secretaria, la cual no dejaba de mirarlo con ojos llenos de miedo. —Buenos días, señor—murmuró la chica encogiéndose en su pequeño recuadro. Massimo no respondió al saludo, y no porque fuese una persona descortés, sino porque se sentía demasiado frustrado. Victoria había logrado poner su mundo de cabeza y, no de buena manera, porque aquello no lo causaba su belleza, sino algo indeseado. «¿Lo habría estado planeando todo este tiempo?» Por momentos se preguntaba si lo había hecho a propósito. Y, tendría sentido aquello, una simple secretaria como lo era Victoria, a lo mejor había querido escalar involucrándose con su jefe. Él no se preocupó por eso, porque era imposible que lo lograra o, al menos, de eso estaba convencido hasta unos días atrás, cuando aquel imbécil doctor le llevó la contraria. Seguía pensando que todo
Una temblorosa Victoria llegó a una modesta posada con apariencia abandonada. La joven mujer detalló los precios de alquiler y decidió que, con el poco dinero que poseía, aquello era lo mejor que podía costearse.—Por favor, quisiera una habitación—solicitó.—¿Por cuánto tiempo?—fue la pregunta de la encargada.—Un mes—respondió titubeante.La chica la miro como si no entendiera lo que acababa de decir.—¿Un mes?—repitió escéptica.—Sí.—Señorita, si lo que buscaba es un alquiler fijo le puedo recomendar una casa cerca de aquí que está a un buen precio.Victoria sonrió, encantada. Eso era mucho más de lo que esperaba.—Por favor.Con la indicación de aquella mujer, la castaña se dirigió al sitio estipulado. La fulana casa, quedaba en un lugar bastante apartado, había muchos ojos fijos en ella a medida que caminaba y se adentraba a aquel extraño lugar. Justo como le indicaron, la vivienda estaba en alquiler y la dueña estuvo encantada de otorgarle el arrendamiento de manera instantánea
Victoria finalmente despertó de lo que pareció ser un largo sueño. La mujer desubicada intentó levantarse de la camilla donde se encontraba acostada, su mente por esos instantes no logra recordar nada hasta que la imagen de Massimo regresó repentinamente a su mente.Un grito ahogado surgió de su garganta al ser consciente de ese hecho. Victoria examinó su cuerpo con desesperación en busca de alguna señal de que ese hombre se hubiese atrevido hacer lo que estaba temiendo. Afortunadamente, su cuerpo estaba intacto y no había ninguna señal de que le hubiesen hecho algo. Aunque, sin su consentimiento Massimo osó realizarle una prueba de paternidad. Con un poquito de su sangre y gracias a los avances de la tecnología era posible confirmar si el bebé que esperaba era suyo.El examen tuvo un costo elevado y sirvió para validar la palabra de la mujer. Massimo comprendió que Victoria nunca estuvo mintiendo y que, desafortunadamente, se había comportado muy mal con ella. Por un momento, el arr
Victoria había enviado su currículum a distintas direcciones electrónicas. Las vacantes laborales consistían en trabajos domésticos e incluso ser niñera. Ninguna de aquellas opciones parecía agradarle, pero en ese punto estaba dispuesta a trabajar en lo que sea. Aprovechando que tenía aquel computador a la mano, decidió entrar en su cuenta de f******k. Se sorprendió al encontrar un gran número de mensajes provenientes de su amiga Samantha. "¿Dónde estás metida?" "¡¿Acaso te ha tragado la tierra?!" "No es divertido, Victoria. Aparece de una buena vez, todos estamos muy preocupados por ti" Luego de leer todo aquello, Victoria se preguntó cómo le explicaría a su amiga que había terminado aceptando vivir en el departamento de Massimo. La mujer tomó un hondo suspiró y comenzó a teclear su respuesta: "Lo siento… traté de evitar lo que estoy ahora viviendo, pero me resultó imposible. Han ocurrido varias cosas, Sammy, estoy en un departamento que Massimo compró para mí. ¡Si, lo s
Luego de aquella noche, Victoria no volvió a ver a Massimo y estaba bastante feliz por eso. Estaba convencida de que mientras menos mirara a aquel ser despreciable, mejor le iría en su embarazo. Había comenzado su nuevo trabajo en las instalaciones de Textiles Shurpie, como secretaria del área de marketing. Su jefe, Jouseed Nurman, era un Italiano bastante exigente. Su acento y tono de voz a veces provocaban fuertes jaquecas en la mujer, quien llegaba a casa soñando con aquellas órdenes. El hombre estaba convencido de que la habían seleccionado para el puesto por el único motivo de ser amiga de la hija de los dueños, así que se la pasaba negando sus habilidades. Victoria se sentía en un constante estrés, pero evitaba quejarse con su amiga para no darle la razón a aquel sujeto. —¡Es increíble que no sepas hacer una simple investigación de mercado! ¡Esto está mal!—zarandeó Jouseed las hojas en su mano—. Realmente no eres más que una incompetente. ¡Retiraré de mi oficina inmediatamen