Victoria despertó en la madrugada, encontrándose nuevamente en aquella pesadilla. No, ella no quería soñar con que había perdido a su bebé. Pero la realidad era que aquello no era un sueño, sino un hecho innegable. Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas cuando acarició su vientre, hallándolo más plano que la última vez. Su bebé ya no estaba y eso le dolía profundamente en el alma. —¡No, mi chiquito, por favor no me dejes!—sollozo contra la almohada. Massimo escuchó su lamento desde un rincón de la habitación, la penumbra le imposibilitaba a Victoria notar su presencia. Él, de igual forma, estaba sufriendo.Se acercó hasta la cama con paso silencioso para acariciar sus cabellos y susurrarle algunas palabras de consuelo. Pero la mujer, en cuanto sintió su mano encima de su cabeza, lo apartó de un manotazo. —Usted—gruñó entre dientes con sus ojos rojos, producto de las lágrimas—. ¿Qué hace aquí? —No pensarías que te dejaría sola luego de que…—¡Lárguese! Tener que verlo es lo
—Pensé que no aceptarías tomarte un café conmigo—sé sincero el hombre frente a ella. —¿Por qué no habría de hacerlo, señor Acuña? Usted siempre se portó muy bien conmigo. —Por favor, nada de señor. Ahora soy simplemente Gerónimo, solo eso. Victoria sonrió. —Está bien. Es un placer verte, Gerónimo—las mejillas de la mujer se colorearon tras decir eso. El hombre quedó encantado con esa reacción tan espontánea. —Me alegra poder verte mejor. Según supe, la pasaste bastante mal en estos meses. El buen humor de la castaña desapareció tras rememorar todo aquello. —Disculpa, Victoria. No quise hacerte recordar el pasado, pero realmente no puedo concebir todo lo que Massimo te hizo. Es mi socio, sí, pero eso no quiere decir que apoye sus malas acciones y mucho menos si son para contigo. —No tienes que disculparte por él—la mujer adoptó una pose defensiva—. Realmente, no creo que pueda perdonarlo nunca. Gerónimo notó que ella estaba malinterpretando sus palabras y quiso corregirse: —
Victoria acababa de terminar de retocar su maquillaje. Usaba un vestido rojo entallado al cuerpo, el cual su amiga Samantha le había prestado para usar en esa noche. "Últimamente, ha visitado mucho el club Sens. Si vas a eso de las diez, es muy probable que lo consigas" Luego de recordar aquellas palabras de Gerónimo, la mujer miró su reloj y comprobó que faltaba media hora para las diez. Tomó su pequeña cartera de mano y salió de la habitación. —¿A dónde vas, Victoria?—la interrogó su abuela, apenas la vio. —Saldré con Samantha, abuela. Regreso en unas horas—mintió. Herminia no se mostró muy convencida con su respuesta, pero no dijo nada. Al salir de la casa de su abuelita, el auto de su amiga la esperaba en la entrada. Samantha en cuanto se enteró de aquel plan alocado de Gerónimo, no tardó en apoyarla. "Tienes que hacer que sufra, Victoria" fueron sus palabras. —¿Estás lista?—preguntó la morena, cuando cerró la puerta del auto. Victoria asintió. Lo estaba. [...]El club Se
Victoria se removió en la cama dándose cuenta de que era de día. Lo primero que notó era una respiración cercana a su oído, cosa que la dejó por un instante paralizada. La mujer se giró lentamente para descubrir a Massimo, abrazándola. La habitación no era la suya, le pertenecía al hombre que dormía a su lado. La noche anterior no había podido detallarla, habían bebido demasiado y llegaron dando tropezones hasta aquella recámara. Sorprendentemente, lejos de sentirse incómoda. Victoria se sentía extraña. Debería estar odiando la sensación de ser apresada por los brazos de Massimo, pero en lugar de eso, se sentía bastante cómoda. «No deberías sentirte así» le reprendió una vocecita que le hizo recordar la razón de por qué estaba en ese lugar. Luego de un imperceptible suspiró, Victoria decidió que era hora de levantarse y regresar a su casa. Afortunadamente, anoche no había ocurrido nada de lo que debiese lamentarse. En cuanto Victoria hizo el ademán de levantarse, Massimo se removi
—Me alegra que todo haya salido bien—la felicitó Gerónimo en una cafetería cercana a su casa.—Así es—Victoria asintió—. Desde entonces no ha dejado de llamarme, pero decidí no contestarle.—Eso está bien, hazte la difícil.Gerónimo dio otro sorbo a su café y la miro fijamente. Victoria se veía radiante como siempre, aunque no parecía mostrarse muy contenta.—No te preocupes, si todo sale bien. Acabará pronto—la consoló con una sonrisa.—Eso espero.Victoria recordó el encuentro con Massimo y algo en su ser se estremeció. Quisiera decirle a Gerónimo que había sido desagradable, que había sido una completa tortura dejarse poseer por él. Pero, la realidad era que lo había disfrutado como nunca y eso le asustaba demasiado. No quería que las cosas se salieran de control.[…]Massimo acudió todos los días al club Sens con la esperanza de ver a Victoria. Sin embargo, no hubo rastro de ella en toda esa semana. Aquello le inquietaba, había intentado llamarla sin ningún resultado a su favor. V
Massimo no podía apartar los ojos de la hermosa mujer que estaba desnudándose delante de él. Ella era hermosa, sensual y lo tenía totalmente fascinado. Se sentía perdido desde el momento en que descubrió el sabor de sus labios, los mismos eran adictivos como su piel, toda ella era una delicia que no se cansaría de degustar. —Victoria—susurró su nombre invitándola a acercarse a la cama. La joven, que solo llevaba una tanga de encaje negro, se aproximó con cautela. Podría jurar que sentía vergüenza de no recordar todas las veces en que aquello había sucedido, habían hecho el amor de forma incontrolable y, sin embargo, sus mejillas seguían tomando ese color tan tímido. —Eres hermosa—tomó su mano y la jalo hasta que la tuvo encima—. Muy hermosa—continuó diciendo sin dejar de acariciarla, se sentía embelesado con cada parte de su cuerpo. Massimo no pudo controlarse y comenzó a besar su piel. Era suave y tersa. Quería nuevamente perderse dentro de ella, así que la hizo girar de un rápido
—Cásate conmigo, Victoria.Estaba completamente paralizada. No sabía si había escuchado bien, pero su mente no dejaba de repetir aquellas tres palabras. “Cásate conmigo”, eso era lo que había estado buscando. ¿Pero cómo era que sucedía tan rápido?Massimo tampoco podía creer que aquella propuesta hubiese escapado de sus labios. Desde su divorcio se había prometido no volverse a casar, sin embargo, parecía que a su corazón se le había olvidado.«¡Es un error!» una vocecita escandalizada se lo advertía en su mente. ¿Pero qué podía hacer? No pensaba retractarse.—¡Estás loco!—exclamó Victoria, rompiendo el silencio.El hombre no pudo hacer otra cosa que darle la razón, lo estaba. Pero a pesar de su locura, seguiría adelante con esto. Quería a Victoria, y la tendría a cualquier precio.— No hace falta que me contestes ahora. Solamente piénsalo, por favor.—¿Pensar? ¿Pero qué estás diciendo?—Victoria—el dedo índice del hombre acalló su parloteo—, piénsalo. No hay prisa, puedo esperarte el
—Vamos, te llevaré a casa. Una vez terminados los cafés, Gerónimo se ofreció a llevar a la castaña a su morada. El camino de regreso, estuvo plagado de un silencio incómodo. Victoria no dejaba de mirar por la ventanilla y de preguntarse: ¿qué era eso que ocultaba Gerónimo? Por su parte, Gerónimo se sentía prácticamente descubierto. Era obvio que él no se había acercado a ella, por una razón desinteresada. Sin embargo, tampoco lo hacía con el afán de perjudicarla, todo lo contrario, era consciente de que con el matrimonio, Victoria sería la que más saldría ganando. Casarse con un hombre rico era la mejor decisión que una mujer podía tomar, al menos desde su parecer. Pero él no pretendía que esa unión durara mucho, no. Gerónimo tenía otros planes, y esos planes, incluían a Victoria. Después de encargarse de destruir a Massimo, él se quedaría con la castaña. Por primera vez, las cosas serían diferentes. Porque si, siempre era Massimo, el que se quedaba con lo que él quería, entonces es