—Creo que ya conoces mi decisión, Gerónimo—le dijo digna, mirándolo a los ojos—. Jamás apoyaría a la persona que se atrevió a acabar con la vida de la mujer que más amaba en el mundo. Te garantizo que la justicia te alcanzara y pagaras por todos tus crímenes, tarde o temprano. Gerónimo frunció el ceño al escucharla. —Bien, que conste que te di la oportunidad de elegir—dijo antes de cerrar la puerta de manera brusca. Victoria suspiró aliviada, cuando por fin la dejo sola. Se sentía debilitada por la falta de alimento, pero estaba dispuesta a soportar su encierro sin rebajarse a suplicar a esos delincuentes. Realmente, la mujer creyó que podría llegar a soportarlo, pero cuando las horas se convirtieron en días y su cautiverio parecía interminable, no podía hacer más que implorar por piedad, afortunadamente, ninguno de esos hombres estaba a su alrededor para escucharla. —Tiene fiebre y está delirando—señalo uno de aquellos individuos a su jefe. —Quizás muera, de todas formas, ya no n
La noticia había sido tan sorpresiva para Victoria que aún no la lograba asimilarla del todo. Era simplemente increíble. Un bebé, un bebé venía en camino. No sabía qué sentir al respecto, sentía temor, dudas y miedo. Pero también sentía alegría por la nueva vida que estaba por llegar. Solamente esperaba que todo saliera bien, que esta vez si pudiese conocer a ese pequeño ser que se estaba formando en su vientre. Su situación actual era delicada, había sufrido desnutrición y maltrato. Debía permanecer en el hospital hasta que se recuperara completamente, además de que debían monitorear a la criatura, por las posibilidades de que se le presentará un nuevo aborto. Aquello era lo que más le asustaba, no quería ilusionarse con ese pequeño y luego perderlo. No sabía si podría soportarlo, no de nuevo. Llevaba exactamente una semana recluida en ese centro médico. Massimo no se había despegado de su lado, aunque de vez en cuando salía a atender alguna llamada. La búsqueda de Gerónimo y aq
Las probabilidades de que el embarazo llegará a buen término, eran bastante escasas. El doctor le había informado que la anemia adquirida en el cautiverio, podría tener consecuencias terribles para su embarazo. —Doctor, por favor deseo con todas mis fuerzas tener a este bebé—suplicó la mujer al médico. —Lo entiendo, señora Esquivel, pero comprenderá que eso no está en mis manos garantizarlo. Victoria sintió que el mundo se le venía encima. «No de nuevo, por favor», suplicó en su mente. No quería perder a esa criatura que recién empezaba a formarse en su vientre. —Tranquila, todo saldrá bien—la abrazo Massimo cuando el facultativo abandonó la habitación. —Massimo, no sé si lo soportaría—habló refiriéndose a la posible pérdida de su bebé. —No ocurrirá, Victoria, tendremos a ese niño—afirmó el hombre con convicción acariciando su vientre plano. Victoria asintió con las lágrimas empañando su visión, pero dispuesta a creer que todo saldría bien. Fueron meses difíciles los que pasó r
—Espere—pidió la chica con voz suave. Su jefe la observó atentamente, era bonita, la mejor adquisición que había podido hacer en meses. —¿No le parece que vamos muy rápido?—preguntó tímida.Él negó antes de volver a apoderarse de sus nalgas, era una caricia un poco brusca, pero lo suficientemente satisfactoria para sí mismo. ¡Vaya que le gustaba hacer ese tipo de cosas! —Es en serio, no sé qué quiere conmigo, así que…—¡Calla!—le ordenó rudo. Victoria quedó atónita ante aquel mandato, la mujer no sabía exactamente qué estaba haciendo en aquella oficina. Se suponía que únicamente había venido a traer unos documentos para ser firmados, pero luego su jefe le había susurrado un par de palabras bonitas.—Te sienta bien esa falda, ¿es nueva acaso?La verdad era que sí era nueva, la había comprado especialmente para lucirla en ese día, era su cumpleaños.—Sí señor. Está bonita ¿cierto?—había respondido ella con inocencia y una brillante sonrisa. Lamentablemente, no pudo deducir a tiempo
Victoria llegó esa mañana a la empresa con una brillante sonrisa en sus labios.—¡Buenos días!—saludó entusiasta a las personas que se encontró en el elevador. Hombres y mujeres enfundados en trajes comedidos le respondieron cordialmente el saludo. Cada uno se dirigía a un piso diferente, algunos iban al área de diseño, otros al área de finanzas, y ella, relegada en un rincón de aquel ascensor, se disponía a ir al último piso. Oficina de presidencia, su área. La chica no tardó en hallarse sola en aquel cubículo. Respiró profundamente y alisó su falda, una de color mostaza, combinaba perfectamente con su camisa blanca y su corbatín en tono gris.Cuando las puertas del ascensor se abrieron, sus ojos avellanas se centraron en aquella oficina vidriada, las persianas estaban arriba, muestra fehaciente de que su jefe se encontraba presente. La mujer se acercó a su escritorio y organizó sus pertenencias, tomó en su poder la agenda del día y se dispuso a informarle a su jefe todos los pend
Cada vez que Massimo la llamaba a su oficina, Victoria tenía la sensación de que algo no estaba del todo bien. No podía negar que aquellos encuentros con su jefe la dejaban con una brillante sonrisa en los labios, pero luego la incertidumbre de lo incierto volvía a apoderarse de los rincones de su alma. «¿A quién engañaba? Ese hombre no la amaba» pensó esa noche Victoria, viendo insistentemente la pantalla de su celular. De alguna manera, esperaba recibir un mensaje de él, que le enviará las buenas noches o tal vez un: "Te veías hermosa está tarde". Pero aquello era mucho pedir ¿cierto?La muchacha no pudo evitar el hecho de que sus ojos se anegarán en lágrimas. Era su corazón, el que parecía querer desbordarse. Los momentos compartidos con Massimo llegaron a su mente como una avalancha, su sonrisa de dientes blancos tan simétricos, casi perfectos; al igual que sus labios carnosos, tan expertos. El hombre era guapo, su cabello negro como la noche y su piel blanca, le daban cierto t
“Yo no puedo tener hijos”Fueron exactamente cinco palabras las que acabaron por hundir a Victoria.—No puede ser. No es posible—murmuró ella, atónita.«¿Cómo podía decir esas cosas si la había embarazado?» se preguntó la chica, aterrada. —Pues entérate de que es así, me hice un examen hace algunos años.—¡Pero es que usted no lo entiende!—Victoria se había alterado.—¡La que no entiende eres tú! Si querías dinero hubieses podido usar otra forma para sacármelo.—¡Yo no quiero su dinero!—se ofendió la muchacha de inmediato—. Estoy metida en todo este lio por su culpa, ¿no lo ve?Massimo sonrió con descaro.—No, eso no es mi culpa—señaló el hombre con la barbilla a su vientre plano—. En vez de estar perdiendo el tiempo conmigo, búscate a ése que te embarazo y trata de sacarle algo.La castaña se quedó con la boca completamente abierta, asombrada, pero más que todo decepcionada. Sintiendo que el mundo se le venía encima con esas simples palabras.De esa manera, Victoria salió de esa o
Fueron exactamente cinco segundos en los que Victoria no pudo moverse. La impresión de ver a su amor fallido llegar en compañía de otra, a la vez de que su amiga declaraba con firmeza aquellas palabras: “¿Dónde está? Voy a partirle la cara en este instante.” Todo había ocurrido en fracciones de segundos, y su cerebro no lo estaba procesando con la velocidad necesaria.Sin embargo, a pesar del dolor lacerante que sentía en su corazón al ser consciente de aquella decepción, se obligó a reaccionar e impedir que su impulsiva amiga hiciese alguna locura. Lo menos que necesitaba, era que un montón de comensales la miraran con lástima al enterarse de su fracasada vida amorosa y como aquel hombre la había embarazado para luego presentarse con otra. —Por favor, Samantha, vámonos—en su rostro podía verse reflejada toda la congoja que estaba sintiendo.—No, ¿dime quién es?—insistió su amiga renuente a obedecerle.Como un impulso inconsciente su mirada se posó en la mesa que ocupaba la recién ll