Castigo

Llevaba veinticuatro horas en ese mugroso lugar. El olor a humedad y moho llenaba todo el ambiente, pero no era lo único que se percibía, había algo mucho más pestilente. Victoria miró a su alrededor y descubrió la razón de tan putrefacto olor, la sangre seca adornaba las paredes, pero además había rastros de dedos humanos en el suelo.

La mujer sintió unas fuertes arcadas, aquello era más de lo que su sensible estómago podía soportar. Recién comenzaba a ser consciente de su entorno, ya que la mayoría del tiempo había estado sedada. Lo último que recordaba era la cara de Gerónimo diciéndole que nuevamente había tomado la decisión equivocada. Victoria sintió un escalofrío al darse cuenta de ello, había sido una completa estúpida al creer que con entregarse dejaría en paz a Massimo.

—Ya despertó nuestra bella durmiente—habló una voz que se encontraba oculta en un rincón de aquella habitación.

Victoria se asustó al ser consciente de que Gerónimo llevaba bastante tiempo, viéndola inconscie
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