Decisiones

“Yo no puedo tener hijos”

Fueron exactamente cinco palabras las que acabaron por hundir a Victoria.

—No puede ser. No es posible—murmuró ella, atónita.

«¿Cómo podía decir esas cosas si la había embarazado?» se preguntó la chica, aterrada.   

—Pues entérate de que es así, me hice un examen hace algunos años.

—¡Pero es que usted no lo entiende!—Victoria se había alterado.

—¡La que no entiende eres tú! Si querías dinero hubieses podido usar otra forma para sacármelo.

—¡Yo no quiero su dinero!—se ofendió la muchacha de inmediato—. Estoy metida en todo este lio por su culpa, ¿no lo ve?

Massimo sonrió con descaro.

—No, eso no es mi culpa—señaló el hombre con la barbilla a su vientre plano—. En vez de estar perdiendo el tiempo conmigo, búscate a ése que te embarazo y trata de sacarle algo.

La castaña se quedó con la boca completamente abierta, asombrada, pero más que todo decepcionada. Sintiendo que el mundo se le venía encima con esas simples palabras.

De esa manera, Victoria salió de esa oficina. Tomó una caja en su poder y recogió sus pocas pertenencias. Al salir de aquella empresa, externamente no parecía verse muy diferente de como había entrado hacia unos meses atrás, la diferencia estaba en su interior donde una criatura se estaba formando, una criatura sin padre, porque el padre de su hijo había decidido no creerle.

Decepción.

El corazón de Victoria parecía estar sumergido en aquel terrible sentimiento, había imaginado muchas reacciones por parte de Massimo, pero ninguna como esa. Tal vez en un inicio se asustaría un poco y luego comprendería que habían creado juntos a una nueva vida. Sí, era muy apresurado, lo sabía, pero a veces en la vida las cosas así sucedían.

«¿Qué haría ahora?» se preguntó la chica sin tener una respuesta clara a dicha cuestión.

Esa tarde, Victoria se sumió en el mar de sus lágrimas. Parecía ser un mar extenso, profundo, que la llevaba como una corriente sin rumbo. Abandonada, en la inmensidad de un azul, que lejos de brindarle calma, parecía amenazarla.

—¿Qué ocurre, cariño?—su abuela había entrado en la habitación y la había encontrado en aquel estado tan deplorable.  

—Me botaron del trabajo—dijo para no preocuparla.

—Oh, querida, ya verás que encontraras algo mejor.

Victoria asintió. No solamente necesitaba encontrar un nuevo trabajo, sino también la manera de salir bien librada de todo esto.

«Tendría al niño, ¿sí o no?»

Por esa noche, prefirió no darle más vuelta a aquel asunto y se durmió. Fue un sueño largo y profundo, bastante reparador.

A la mañana siguiente, Victoria preparó unas cuantas mudas de ropas y las guardó en una mochila que había dispuesto sobre su cama. Había contactado a su amiga Samantha, para hacer un viaje corto a la playa, necesitaba el consejo de alguien en toda esta situación.

Samantha era una chica que había conocido en uno de los cursos que había realizado, al contrario de ella, la morena si tenía una buena estabilidad económica. Sus padres eran dueños de algunos negocios, pero ella era demasiado holgazana como para querer trabajar con ellos. La chica solía desprenderse de las responsabilidades, cumpliendo con cosas a medias, ejemplo, los cursos que realizaba de forma esporádica eran para poder decir: “lo ves, mamá, no estoy perdiendo del todo el tiempo”

La bocina del auto alertó a Victoria, su amiga acababa de llegar. La joven se puso el bolso en su espalda y con una sonrisa se despidió de su abuela. La mujer mayor notó aquellos ojos hinchados, pero prefirió no decir nada al respecto. Sin embargo, Herminia, no había sido la única en notarlos.

—Rayos, te ves fatal, ¿qué sucede?

Victoria negó.

—Te lo contare todo, pero vayámonos lejos.

Así fue como las dos amigas se alejaron a gran velocidad. Samantha podía notar la urgencia de Victoria por desahogarse, pero no lo quería hacer en el auto.

Cuando finalmente llegaron a la playa, se pusieron sus bikinis y salieron a nadar. Siendo sumergida en aquella apacible marea, Victoria se relajó lo suficiente y decidió compartir sus pesares con su mejor amiga.

—¿Estas embarazada?—se sorprendió ésta, luego de haber escuchado toda la historia del romance con el jefe.

—Sí—confirmó Victoria.

—Pero entonces, ¿qué te dijo?

—Esa es la parte más complicada en todo esto.

—Niña, pero habla ya—la urgió su amiga.

—Me dijo que él no podía tener hijos, ¿puedes de creerlo?

—¡¿Qué?!

Las dos muchachas guardaron silencio un par de segundos. Victoria no pudo evitar recordar sus palabras y lo duras que habían sido, con ese simple recuerdo sus ojos parecían querer nuevamente desbordarse en lágrimas pero se contuvo.

—¡Es un imbécil!—explotó Samantha.

La castaña asintió, lo era.

—¿Qué vas hacer ahora?

—Es lo que no sé.

—Pues vistas las circunstancias, tal vez lo mejor sería no tenerlo.

Victoria se sorprendió ante la cruda sugerencia. «¿Sería capaz de abortar a ese niño?» la pregunta surgió como una voz adicional en su mente.

—No lo sé, no quiero tomar una decisión de esa magnitud solo por despecho.

—Pero el tipo te abandono.

—Estoy clara en ello—suspiró la joven con resignación—. Pero este niño también es mío, es una parte de mí.

Las dos mujeres se quedaron en silencio, cada una inmersa en sus propios pensamientos. Luego de aquello, decidieron no tocar más el tema y pasar un día alejadas de los problemas.

Cuando iban de regreso, a Samantha se le ocurrió que era buena idea pasar por un restaurant aledaño. El auto se estacionó y las chicas ingresaron al lugar entusiasmadas.

—Yo invitó—dijo Samantha.

Ocuparon una mesa en dicho establecimiento y cenaron tranquilamente, hasta que algo inesperado sucedió. Victoria vio en cámara lenta como Massimo ingresaba al lugar en compañía de una mujer, no la conocía, pero sin duda era una chica bastante bonita.

El hombre se mostraba bastante atento con la fémina, haciendo que el corazón de la castaña sintiera una punzada. Victoria aparto rápidamente la mirada de la pareja y susurro a su amiga las siguientes palabras:

—Vámonos, no quiero estar más aquí.

—¿Pero por qué? ¿No te gusto la comida?

—No es eso, Samantha, es que…

Pero su amiga tan intuitiva como siempre se dio dé cuenta de lo que realmente ocurría.

—¿Es que acaso ése está aquí?

Victoria asintió.

—¿Dónde está? Voy a partirle la cara en este mismo instante.

—No, Samantha, no vale la pena.

Pero su amiga no la escucho y se puso de pie, dispuesta a hacer respetar su honor. La morena vio en todas direcciones en busca de aquel que se había atrevido a romperle el corazón a su amiga, pero no era eso lo único que ese individuo había hecho, sino que también la había embarazado y luego había decidido actuar como si el niño no fuese suyo…

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